Agitar el avispero

Advierto de que la que sigue viene a ser la misma columna de ayer despojada de su carga sarcástica. O de la mayor parte, vamos, que las querencias naturales no son fáciles de torear. Y uno, qué les voy a contar que no sepan a estas alturas, derrota por lo ácido. Creo que ni siquiera es un recurso estilístico, sino una especie de mecanismo de defensa frente a las agresiones que mezclan la mala fe con unos litros de esa ignorancia, la peor, impermeable a cualquier pedagogía. Es decir, exactamente el tipo de metralla dialéctica que se está disparando contra Concierto (o Convenio) y Cupo (O Aportación).

¿Por qué es así? He ahí, a mi entender, la pregunta pertinente, con una respuesta sencilla al primer bote: simplemente, es norma de la casa despachar cualquier debate a salivazos y regüeldos. Pero esta vez no se trata solamente de eso. Aunque el que sostiene el banderín de enganche es el petimetre naranja, la ofensiva contra el modelo de financiación de los cuatro territorios forales la están llevando a cabo los legionarios mediáticos más bregados y faltos de escrúpulos. Junto a las mandangas de los privilegios o la insolidaridad —el “Euskadi nos roba”, tócate las narices—, se agita sin rubor el manido espantajo de ETA como origen del pérfido sistema fiscal. He vuelto a escuchar, se lo juro, la letanía del árbol y las nueces.

Noten que hasta anteayer, había quien pretendía vender el nacionalismo vasco como el bueno y razonable, el que no se metía en aventuras, mantenía la paz social y caminaba con paso firme hacia la prosperidad. Un panorama, en definitiva, nada rentable para los que viven del conflicto.

Pues que nos echen

Comparto con la amable y espero que comprensiva concurrencia mi congoja infinita. Desde la semana pasada, apenas pego ojo cavila que te cavila sobre las desgracias sin cuento causadas por el descomunal egoísmo de los privilegiados señoritos que habitamos en los cuatro territorios forales, mayormente, en los tres de la demarcación autonómica.

¿Sabían ustedes que mientras nuestras criaturas van a las ikastolas en Rolls Royce a aprender a amar a Sabino y a odiar a España, condenamos a los niños andaluces al fracaso escolar y no les damos más opción que tirar del PER cuando se hacen talluditos? ¿Son conscientes de que el vicio que tenemos en la pecaminosa Vasconia por hacernos TACs, ecografías y operaciones para ponernos tetas o alargarnos el pene a cargo de Osakidetza provoca que en los hospitaluchos extremeños no alcance ni para árnica y se deba anestesiar con peleón a los que no se mueren en las kilométricas listas de espera antes de llegar al quirófano? Ni idea, ya me imagino. Es lo que tiene vivir mirándose el orondo ombligo sin dar un palo al agua, chupando la sangre de nuestros siervos de Logroño, Alpedrete, Huesca o Valencia, que tuvo que desprenderse dolorosamente de su circuito de Fórmula Uno, una necesidad básica, porque los de aquí arriba nos lo pulimos todo. Vergüenza tendría que darnos sajar a nuestros convecinos a base de Cupo y Concierto (o de Aportación y Convenio), esas regalías que debemos —según el historiador pardo a quien se escuche— a las carlistadas o a ETA agitando el árbol para que el PNV recogiera las nueces. Sinceramente, nos merecemos que nos echen. A ver si hay suerte.