Quisiera que me enternecieran pero solo me cabrean los happymaryflowers sin remedio que andan disculpando con las monserguillas habituales a los miles de jóvenes que pensaron que era una buena idea pegarse un rule a Mallorca para compartir fluidos. La que han liado estos pollitos educados en el culto a su ombligo y en la nula tolerancia a la frustración está todavía por evaluar. De momento, han jodido las curvas de varias comunidades, y suerte si todo se queda en eso, que el riesgo de llevarse a sus viejos por delante está ahí. Ojalá no; confiemos en las vacunas. Pero como decía más arriba, el objeto de estas líneas biliosas no son esas criaturas mimadas y ególatras a las que yo soy perfectamente capaz de distinguir del resto de la juventud, sino los que han salido en tromba a buscar una justificación a su irresponsable comportamiento. “Hay que comprenderlos: llevan año y medio encerrados”, mienten como bellacos voluntariamente amnésicos los quitadores de hierro. A ver si nos enteramos de que el confinamiento estricto duró apenas dos meses. Luego vino un tobogán de sucesivas desescaladas en las que no han faltado jamás (al revés: han abundado) festorrios y desfases como este que nos tiene con el culo prieto. Así que, en lugar de tanta condescendencia, quizá proceda, por una puñetera vez en sus vidas de señoritingos y señoritingas, un rapapolvo en condiciones. Claro que también es verdad que a su favor podrían alegar con toda la razón del mundo que la autoridad española teóricamente competente es la que lleva semanas vendiendo la especie de que la pandemia está cautiva y desarmada y, en consecuencia, podemos recuperar nuestra vida anterior.
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De brote en brote
Al foco de Ordizia, que a la hora de escribir estas líneas alcanza 58 positivos, se suma el de Tutera, con 23 contagios. Ambos casos tienen un elemento común que nos da la medida de por dónde va a derrotar la peste en esta etapa: el origen está en actividades de carácter social o, directamente, de ocio. Y ahí ya pueden rascarse la cabeza y enarcar las cejas los profetas del apocalipsis que señalaban a las malvadas patronales y sus esbirros de los gobiernos neoliberales como causantes de infecciones masivas. Por descontado que no es descartable que el bicho se cebe en lugares de currele —ahí tenemos Lleida—, pero de momento, los episodios que nos tienen con las piernas temblorosas en Hego Euskal Herria han sido consecuencia, dicho en plata, de las ganas de mambo del personal unidas a una cachaza del nueve largo. ¿Mascarillas? ¿Distancia? ¿Higiene? Yo quiero marcha, marcha…
Vale esto último de forma especial para el brote de Ordizia, convenientemente extendido por el Goiherri y más allá. Cabe preguntar a los dicharacheros integrantes del equipo paramédico habitual de qué modo podría haberse evitado. ¿Manteniendo el confinamiento por los siglos de los siglos, todos en casa y con la pata quebrada? No espero respuesta. Y menos, en medio de las celebraciones de los cuantopeormejoristas. Ni disimulan.
Estábamos avisados
Quizá sea solo impresión mía, pero veo a los cuantopeormejoristas bailando congas a cuenta del brote del hospital de Basurto. Con lo mal que llevaban que cada una de sus profecías apocalípticas sobre las miles de muertes que provocaría la vuelta a la actividad no esencial hayan sido sistemáticamente desmentidas por la realidad, ahora sienten que han pillado en bruto y tienen sabrosa munición para disparar sobre su pimpampum favorito. Cómo evitar la dulzona tentación de culpar al perverso capitalismo y a su mano ejecutora desde Lakua del fallecimiento en un centro dependiente de la Sanidad pública vasca de un hombre con pluripatologías y de veintipico contagios a la hora de escribir estas líneas. Oé, oé, oé, We are the champions, ya decíamos que la sociedad vasca no está para elecciones ni para echarse un rule hasta Laredo.
Y sí, todo muy bien, una chulada para los titulares gritones, si no fuera porque lo que ha ocurrido había sido radiotelegrafiado hasta la ronquera por los que pedíamos de rodillas que no nos merendásemos la cena. No quito un ápice de responsabilidad a las autoridades sanitarias, que para eso las pagamos, pero si somos medio justos en el análisis de lo que ha ocurrido en el pabellón Revilla, concluiremos que ha habido una bajada de guardia de libro. Ojalá que no pase de ahí.