Calendario, por lo menos

Y todavía habrá que dar las gracias. A principios del año en que el Estatuto de Gernika cumple cuatro decenios, el gobierno eventual de Pedro Sánchez ha hecho llegar a las pacientes autoridades de la demarcación autonómica un calendario para negociar las transferencias eternamente pendientes. De saque, queda fuera todo lo que tiene que ver con esa fruta prohibida que es la gestión de la Seguridad Social y se deja para el postre la presuntamente peliaguda competencia de prisiones.

Manda pelotas, por demás, que siendo así, tengamos que asistir al posturero rasgado de vestiduras del ultramonte, vendiendo la especie de que el inquilino de Moncloa se ha bajado los bombachos no ya ante el PNV, sino la izquierda abertzale y, ya que nos ponemos, ETA. Les juro que cosa similar cacareaba anteayer en su editorial aquel diario que fundó Pedrojota. Y no crean que anda lejos el PP; ya escuchamos a Casado gritar con los ojos fuera de las órbitas que impediría que Zaballa se convierta en “catedral de ETA”. Cualquiera le explica al aznárido alevín que el acercamiento de reclusos no tiene demasiado que ver con la asunción de la política penitenciaria tal y como se dejó plasmado negro sobre blanco en el Estatuto que tanto le gusta a su partido esgrimir como supuesta argamasa de los ciudadanos de los tres territorios. De cumplirlo, que es de lo que se trata simple y llanamente, ya tal.

Resumiendo, que entre la pachorra y la racanería de los actuales mandarines españoles y la cerrilidad de las envalentonadas derechas unas y trinas, dan ganas de cortar por lo sano. Pero lo práctico es no hacerlo… todavía. Menos da una piedra.

El ‘no’ era claro que sí

A lo de Grecia se le llama hacer un pan con unas hostias. Y eso, en la versión suave. Hace solo una semana, ¡una!, el pueblo soberano y cabreado expelió un no como la catedral ortodoxa de Atenas. Más de veinte puntos por encima del . Puesto que nadie tenía demasiado claro sobre qué se votaba, se llegó a la interpretación más o menos compartida de que la ciudadanía griega le había hecho un inmenso corte de mangas a los que nombramos como acreedores. Se sobreentendía, y como tal se celebró en la Plaza Syntagma original y en las mil réplicas progresís allende las tierras helenas, que el primer ministro y proponente en jefe de la negativa, Alexis Tsipras, quedaba facultado para llevarla ante los eurotacañones a ver qué se les ocurría.

Pues hete aquí que a los mentados se les ocurrió, de buenas a primeras, endurecer la propuesta original que condujo a la convocatoria del plebiscito. Eso fue tal que el jueves de la semana pasada, y Tsipras, glu, glu, glu, tragó. Pero no acabó ahí la cosa. En las reuniones del sábado y el domingo en que debía firmarse el acuerdo que ya los poderosos mercados habían amortizado, Alemania y otro puñado nutrido de estados decidieron tomarse venganza de la ofensa que supuso la consulta. Por sus bemoles, recrudecieron sádicamente las condiciones y plantearon la disyuntiva final: o bajar la cabeza o fuera del euro.

A estas horas, ya saben cómo acabó la extorsión. Con su no gigante bajo el sobaco, Tsipras dijo sí. A la fuerza, literalmente, ahorcan. Llevo un buen rato frente al teclado preguntándome si Grecia sigue siendo, como proclaman más de tres, el modelo a seguir