Fue injusto y punto

No quise escribir en caliente sobre la aberrante teoría de Maddalen Iriarte según la cual el daño causado por ETA fue injusto o no dependiendo del relato. Lancé, es verdad, un par de tuits al aire, pero para extenderme más, preferí esperar una explicación de semejantes declaraciones a Vocento. Me refiero a algo que fuera más allá del socorrido “El perro me ha comido los deberes”, equivalente en este caso a “Han manipulado mis palabras”, que fue la decepcionante salida de Iriarte. Esa y, de propina, otro comodín de carril: “Mi compromiso con los derechos humanos está fuera de toda duda”. Pues no. Quizá lo estuviera hasta el instante mismo en que pronunció esas palabras, las vio publicadas y no corrió a aclarar que jamás quiso decir lo que apareció en el entrecomillado.

Una rectificación a tiempo es una victoria y en la cuestión de la que hablamos habría evitado la frustración de ver cómo la persona que representa la superación de los viejos tabúes de la izquierda soberanista acaba profiriendo una frase que hiela la sangre en el más rancio y descorazonador estilo de los irreductibles del matarile. ¿De verdad, señora portavoz parlamentaria de EH Bildu, los asesinatos de Brouard o Muguruza fueron justos o injustos en función del relato? Claro que no. Y lo mismo con los de Blanco, Buesa, Jauregi…

Asignatura pendiente

Aceptaré con mi rictus más cínico que la Universidad es un templo donde han de tener cabida las cuestiones más espinosas de la sociedad. Venga, va: no ha lugar al veto a cualquier actividad, por lacerante que pueda resultar, pues se impone el rico debate intelectual, la neutralidad científica más aséptica de la Vía Láctea y lo que te rondaré moreno. Ya veremos cuántos de estos altísimos principios irrenunciables se convierten en menudencia cuando los divinos muros pretendan acoger, qué sé yo, a los mastuerzos vomitivos de Hazte Oír, un bolo del Abascal o la Rosa de Sodupe de turno, el concierto de un reguetonero machirulo o, por no extenderme, la presentación de una fraternidad de alumnos proclives a la unidad de España.

¡Claro! Es que nada de lo que menciono “es lo mismo”. Ahí no cabe apelar al sagrado académico ni a la libertad de expresión. A quién se le ocurre comparar lo anterior con un individuo que solo ha dado matarile a dos personas y al día de hoy no se le ha escuchado ni un atisbo de reflexión sobre lo escasamente acertado de tales actos.

Ah, bueno, sí, que ya ha cumplido condena. Grandioso comodín de quien ni siquiera tiene los arrestos de proclamar a voz en grito que el fulano en cuestión le parece un héroe y que los muertos bien asesinados estuvieron. Esos dos y los otros casi mil. ¿Que no digo nada de los que aprovechan el ruido para resucitar la bicha nutricia de ETA? Tengo decenas de columnas escritas al respecto. Por eso me permito esta cuyo triste resumen es que lo de ayer en el campus alavés de la UPV no fue una charla sino el boletín de notas con nuestra asignatura eternamente pendiente.