Hasta la última gota

Soy de los que, cuando parece que la botella de aceite está vacía, la pongo boca abajo sobre un vaso para aprovechar hasta la última gota. Y también rajo los botes del lavavajillas, el gel o el champú con el fin de dejarlos absolutamente apurados antes de echarlos al cubo de los plásticos. Son, supongo, actitudes instintivas de alguien que creció en una familia donde la última semana de cada mes se hacía eterna. Se lo cuento porque intuyo que no serán pocos de ustedes los que mantengan rutinas o manías similares y, en consecuencia, estos días estén escandalizados al descubrir con qué ligereza se está derrochando nada menos que una sexta parte de las vacunas de Pfizer.

A eso equivale lo que el dicharachero consejero de Salud andaluz llamó “un culillo”, quitando importancia al despilfarro. Porque, sí, provoca mucha bronca, y yo ya lo he dejado por escrito aquí mismo, que jetas profesionales con incontables trienios de mangancia pública se hayan atizado por el puñetero morro un chute del líquido inmunizador. Pero si echan cuentas, aunque en nuestros terruños y más allá sean legión estos golfos, la suma de lo que se hayan podido inocular en sus carnes serranas es muy inferior a lo que se pierde de oficio porque a la farmacéutica le salió de la entrepierna dispensar el elixir en unos viales con trampa.

Patxinia va bien

Mis condolencias a los lectores censados en Barcinalandia. Por unos centímetros en el mapa y un quítame allá este Amejoramiento, no van a disfrutar del enorme privilegio que es vivir en Patxinia, territorio oficialmente libre de crisis desde anteayer. A Idoia Mendía (con d, no con t), portavoz del benemérito Gobierno del oasis, le faltó pedir que leyéramos sus labios. “No habrá recortes en 2012”, anunció toda ufana. Si creen que es imposible mejorar una noticia así, aguarden, porque en el mismo viaje, la cuentacuentos homologada del Ejecutivo López añadió que, de hecho, desde que sus reales se asientan en Lakua, jamás se ha metido la tijera a ningún servicio esencial. Está grabado.
Les concedo unos segundos para asimilar el prodigio, pero ya les avanzo que por más vueltas que le den, no encontrarán mejor explicación que la obvia: no hemos visto lo que hemos visto ni hemos vivido lo que hemos vivido. Todo, absolutamente todo, ha sido producto de nuestra imaginación. El hachazo a la renta básica, el mordisco a los funcionarios, el tantarantán a las ayudas al euskera y, por descontado, las razzias en sustituciones en la enseñanza y Osakidetza no han sido más que malas pasadas que nos ha jugado la mente.
Fíjense hasta dónde llega la sugestión, que aunque para ustedes sea un recuerdo real, tampoco es verdad que Patxi López se tirase toda la semana pasada llorando por las esquinas que las pérfidas y anacrónicas Diputaciones no le dejaban liarse a poner recargos fiscales. ¿Que le oyeron decir que las arcas estaban vacías y que caminábamos hacia el abismo ante la indolencia foral? ¿Que jurarían que eso mismo lo largó el dicharachero consejero Carlos Aguirre? Nada, un mal sueño, la trastada de algún duende abertzaloso o patrañas de esos resentidos del Grupo Noticias. Patxinia va bien. Muy pero que muy bien. ¿O es que no vieron el fiestón a todo lujo y todo trapo de la otra noche en Fitur?