Esto no ha terminado

Resulta difícil escoger bando. Por un lado están los agoreros enfurruñados porque han empezado a poner vacunas y no ha sido bajo mandato de un gobierno de su color. Enfrente bailan la conga los heraldos de la buena nueva del inminentísimo fin de la pandemia y elevan sus aleluyas al muy progresista ejecutivo español bicolor. Unos, en dialecto morado y otros, en jerga rojo desvaído. Estos últimos solo permiten dar gracias a Sánchez, a Iglesias o la Ciencia. A Dios, ni mencionarlo, ni siquiera como fórmula y costumbre; pobre Araceli, la primera inoculada en Guadalajara, que fue despojada de toda gloria y escupida vilmente a sus 96 años por haber pronunciado tras el pinchacito el nombre del objeto de sus creencias. Hasta ahí podían llegar los talibanes del laicismo fetén, que una vieja escogida por su benéfico dedo les saliera con supersticiones cristianas. Leñe, que todavía si es Alá, tendría un pase en aras de la integración y tal y cual.

Por lo demás, la verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero o Díaz-Ayuso. La pegatina de las cajas, del tamaño a escala de la bandera de Colón, cantaba un huevo a propaganda. Y sí, hay motivos para la esperanza, fue muy emocionante ver la cara de nuestros veteranos y del personal sanitario. Pero se engaña y nos engaña quien anuncie que esto es pan comido.

Cagarse en…

Qué harían los escandalizables de pitiminí sin los escandalizadores de organdí. Y viceversa, claro, que los unos sin los otros y los otros sin los unos tendrían existencias tristes e inanes de pelotas. Pero qué fiesta, cuando estos y aquellos salen a buscarse y se encuentran. Ahí tienen, por ejemplo, a esa corrala llamada Twitter (y territorios aledaños) practicando el rasgado ritual de vestiduras porque se dice, se cuenta y se rumorea que se ha dictado una orden de detención contra Willy Toledo por haberse cagado en Dios, oh, uh, ah. Luego resulta que no es exactamente así. Simplemente, se le ha aplicado el procedimiento estipulado cuando alguien llamado a declarar (y nada más que a declarar) ante un juzgado por una causa admitida a trámite decide no acudir. Por dos veces, además, en el caso que nos ocupa.

Y sí, por supuesto que me parece un dislate que a estas alturas del calendario, una denuncia por blasfemia de unos meapilas pueda acarrear la apertura de un sumario, pero tampoco me caigo de un guindo. De sobra sé que si el alivio metafórico de esfínteres afectara a Alá o a alguna de las cuestiones intocables (ni me atrevo a escribirlas), la bienpensancia en pleno estaría pidiendo la hoguera para el infeliz que hubiera osado a obrar así.

Va siendo milenio de que la ofensa deje de ir por barrios. O, mejor, de asumir que ante las creencias de los demás, incluso aunque nos resulten incomprensibles y hondamente criticables, debemos observar el mismo respeto que exigimos para las nuestras o para la falta de ellas. Claro que eso nos dejaría sin estas bronquillas de diseño para marcar paquete y pasar el rato.