El foco sobre Espinar

Está bien variar de vez en cuando la monodieta del Falcon Crest en Ferraz y franquicias asociadas. En esta ocasión, lo que el diputado Iglesias Turrión ha dado en motejar “Máquina del fango” colocaba el foco en el pablista de primera hora Ramón Espinar Merino, también conocido como Ramón Espinar hijo para diferenciarlo de su célebre padre, feliz titular en su día de una Tarjeta Black de Caja Madrid. Contaba la cadena SER a todo trapo que el aspirante a la secretaría general de Podemos en la comunidad de Madrid había acreditado sus pinitos en el proceloso mar de la especulación inmobiliaria. Le acusaba, como probablemente habrán leído u oído, de haberse embolsado 30.000 euros en la venta de un piso de protección oficial en Alcobendas que no había llegado a ocupar.

Siendo justos, es verdad que no fueron 30.000 sino 20.000, que la vivienda no era exactamente de protección oficial sino algo por el estilo, y que no pudo ocuparla porque cuando la pagó, estaba aún sin acabar. El marronazo queda, pues, en marroncito. Es más, no parece que haya absolutamente nada técnicamente punible.

Otra cosa es que llame la atención que un crío de 21 años de requeteizquierdas sin ingresos regulares se meta en una casa con dos garajes. Y qué decir del hecho de que la cooperativa promotora se la conceda y financie, o de que ese padre con el que hasta ahora aseguraba no tener trato le prestase un pastizal para la entrada. Venga, va: nada ilegal. ¿Feo? Allá cada cual. Pensemos, sin embargo, en Espinar como posible gestor de recursos públicos. Ha dejado claro que no tiene empacho en comprar lo que sabe que no podrá pagar.

La prima de Berlusconi

El efecto mariposa en funcionamiento. Berlusconi suelta una ventosidad en Roma y la prima de riesgo española, que llevaba unos meses de lo más relajadita, se echa al monte otra vez. Tal cual lo cuentan los titulares y habrá que dar por buena la explicación: ha sido la caída del gobierno italiano, causada por los tejemanejes del excantante de cruceros, la que ha provocado que al diferencial de las pelotas le vuelva a entrar el acelerón. Pero no solo en la península de la bota, que es donde está el pifostio; por solidaridad, contagio, simpatía o lo que sea, la calentura se extiende también a Hispanistán.

Los mercados sabrán (si saben, que eso está por demostrar) un huevo de números, pero de geografía no tienen ni puñetera idea. Es decir, no quieren tenerla porque no les hace falta. Si se les ponen en las narices, pueden hacer que Guadalajara linde con Turín o que el plato típico de Ponferrada sean los lingüini a la carbonara. De un dedazo en el mapa, a tomar por viento los amagos de brotes verdes y la microesperanza de que allá a lo lejos estaba el primer átomo de oxígeno. Regreso de una patada a la casilla de salida porque en un despacho de vaya usted a saber dónde unos hijos de la grandísima chingada hacen como que se lían con las lenguas latinas y aprovechan el viaje para sacudirle otro tantarantán de tabla rasa a las pulgosas economías del sur de Europa, que son su juguete preferido.

Y los gobiernos —regulares, malos y peores, pero teóricamente elegidos por ciudadanías libres y soberanas—, a tragar y a seguir haciendo los recados con la tijera. Reformas, sobrerreformas, ajustes, reajustes, planes de nombre rimbombante por toneladas… Imaginemos por un solo segundo que todos esos sacrificios fueran necesarios y tuvieran una lógica. ¿De qué sirven si su presunto efecto se va al guano en segundo porque a 2.000 kilómetros un chorizo putero ha montado una pajarraca para salvar su culo?

Economía virtual

El jueves a las 12 del mediodía, tras entrar en caída libre, cada acción de Bankia llegó a valer 1,17 euros. Gracias a una mano mágica que empezó a intervenir —qué curioso— en el instante en el que todo olía a desplome imparable, los valores iniciaron una escalada vertiginosa que los llevaron a cerrar en 1,42. El viernes a las 11 de la mañana, con la carrerilla cogida, se pusieron en 1,90. Alguien que hubiera comprado mil títulos en el momento más bajo y se hubiera deshecho de ellos en el más alto se habría embolsado 730 euros… ¡en tan sólo 23 horas!

Como imaginan, quienes participan en estas timbas no se andan con minucias y operan con cantidades infinitamente mayores que la de mi pedestre ejemplo. Añádanle al beneficio, como poco, tres ceros. Y eso, sin contar que he tirado del supuesto más sencillo, el de la compra-venta limpia. Cualquiera que sepa cuatro cosas de la selva bursátil les puede explicar los endiablados mecanismos que permiten forrarse incluso cuando la cotización se desmorra y los titulares tocan a muerto.

Siento haberles conducido al borde del mareo, pero creo que es necesario tener presente esta parte de la tramoya que no nos suelen enseñar. El pastizal que ha ido a las buchacas de unos ventajistas escogidos no tiene la menor relación con la verdadera situación de Bankia. Por muy milagrero que sea Goirigolzarri, la entidad no puede pasar en un día del borde de la quiebra a ir viento en popa como sugiere la trepidante recuperación (casi un 50 por ciento) de su cotización. Una vez más, se le ha puesto precio al humo, que es con lo que se negocia ya casi exclusivamente en los temidos y temibles mercados. Aunque la especulación existe desde el primer trueque de la historia, ha sido en los últimos años cuando ha alcanzado su victoria definitiva y ha impuesto una economía virtual. En la real, la de los recortes sobre lo ya recortado, sólo vivimos los pringados.