Un comunicado y algo así como una nota de prensa autojustificatoria en veinticuatro horas. Veamos el lado positivo: es mucho mejor que ETA sea noticia por lo que escribe que por los motivos que habitualmente la han llevado a las primeras páginas y a las aperturas de los informativos. Si hay que elegir entre -literalmente- muerte o susto, me quedo con el leve temblor veteado de aburrimiento y resignación que provoca la manida producción epistolar de la banda. Aunque el ritual que sigue a su publicación es exactamente igual de previsible y cansino que el que acompaña a los atentados, estaremos de acuerdo en que es infinitamente más llevadero que cuando hay sangre de por medio.
Tomándose los escritos y las consiguientes reacciones con la dosis de cinismo adecuada, incluso es posible encontrar entretenida la performance y, de perdidos al río, participar en ella con media sonrisa como está haciendo servidor en estas líneas. Concederle sólo medio gramo más de solemnidad al asunto o pretender un análisis sesudo de la colección de topicazos exudados por el amanuense de jornada es un ejercicio que conduce a la melancolía y, como no se frene a tiempo, a la úlcera de estómago. Ya tenemos las suficientes canas y arrugas como para perder el tiempo metiendo el escalpelo interpretativo a lugares comunes como “la nueva era”, el “proceso democrático” o la perfidia del enemigo que obliga a tirar de pipa “contra su voluntad” a sus militantes.
Si encuentro algo digno de comentario en las dos últimas parrafadas timbradas con el hacha y la serpiente es que se hayan producido y, sobre todo, cuándo se han producido. Mientras las ochocientas lupas trucadas de Rubalcaba, Caamaño y Ares se afanan en mandar a la cuneta por enésima vez a la izquierda abertzale ilegalizada, sale ETA a reclamar la patria potestad de quienes nos decían que iban por libre. Tremenda ayuda… a los impugnadores de listas.