Herenegun, reflexionemos

Nos conocemos desde hace mucho. Es evidente que el PP y las asociaciones monopolistas del dolor no van a aceptar jamás ningún intento de aproximarse a nuestra larga noche de plomo que no sea su —por otra parte, legítima— versión de blancos y negros sin lugar para cualquier tono de gris. Es más, aunque a las aulas llegara un material que se pareciera a ese trazo grueso, no dejarían pasar la oportunidad de montar una barrila. Y vuelvo a la primera línea de este texto: por brutal que parezca, a estas alturas ya no nos asusta el aprovechamiento infame de la violencia de ETA… incluso por parte de quienes la han padecido. Resumiendo: su rasgado de vestiduras ante los contenidos del programa Herenegun estaba, por desgracia, amortizado.

Sin embargo —y aquí viene lo sustancial de lo que quiero expresar—, no podemos decir lo mismo ni del PSE, ni de otros colectivos, ni de las víctimas a título personal que también están manifestando su disgusto por el contenido de los vídeos que forman parte de las unidades didácticas en cuestión. Yo mismo, que espero no ser sospechoso del vicio del relato obligatorio, me he sentido bastante incómodo viendo algunos fragmentos. Probablemente sea un asunto más de forma que de fondo, o de medio que de mensaje. Algo tan terrible como lo que nos ocurrió, cuyas consecuencias todavía arrastramos, no se puede contar —menos, si está destinado a chavales y chavalas— entre risas ni como batallitas del abuelo Cebolleta.

Sobran, por supuesto, las postureras peticiones de dimisión. Esto se arregla de un modo más sencillo, sin dramatizar. Basta una nueva revisión con ojos y espíritus más abiertos.

Otra AVT

A falta de uno, les vengo con dos remedios caseros contra los prejuicios. Con caseros quiero decir que salen de esta casa, es decir, el Grupo Noticias. El ingrediente principal de ambos es la claridad de ideas y la valentía para expresarlas de la misma persona, Alfonso Sánchez, actual presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Tanto en la charla que mantuvimos con él el pasado viernes en Euskadi Hoy de Onda Vasca como en la entrevista de Javier Encinas de ayer en Diario de Noticias de Navarra se percibe desde la primera pregunta que cualquier parecido en materia de redaños y honradez con sus predecesores, los histriónicos Francisco José Alcaraz y Ángeles Pedraza, son pura coincidencia.

Víctima directa de ETA —en 1985 salvó la vida milagrosamente cuando estalló un coche bomba al paso del microbús en el que viajaba junto a otros guardias civiles—, no se deja guiar por el odio ni por las ganas de revancha. Y tampoco por los intereses partidistas, que denuncia sin tapujos: “Cuando un partido del arco parlamentario navarro tiene que utilizar a familiares de sus asesinados para a su vez enquistar a otras víctimas del terrorismo y, de esta forma, ir en contra del Gobierno, mal va la política”. Eso va, obviamente, por el PPN, al que afea que “tire los muertos a la cabeza” de sus oponentes.

Y respecto al acercamiento de presos, es verdad que Sánchez no es entusiasta partidario. Pero anoten sus palabras: “Yo no me puedo oponer al estado de derecho ni encadenarme a la Audiencia Nacional. Si se cumple la legalidad en torno a los presos de ETA, nosotros no sacaremos los pies del tiesto”. Mi respeto.

Unidad, por fin

Acabaremos haciéndolo bien del todo cuando no haya nadie mirando. Ahora estamos en casi nadie. Que levante la mano el común de los mortales que prestó más de veinte segundos de atención a los actos de solidaridad con las víctimas del terrorismo que se desarrollaron el viernes en Gasteiz e Iruña. Quizá el de la capital navarra, justamente por la división y las sonoras ausencias, mereciera un enarcamiento de ceja más prolongado. Y ni eso, que coincidir con un terremoto tampoco favoreció su relieve. Algo nos llegó de los enésimos desmarques de UPN y PP acompañados de las letanías sobre la equiparación. Oportunidad perdida, pero no hay que desesperar. También es verdad que en la comunidad foral existe menos costumbre de estos homenajes con vocación de pluralidad.

En el caso de la demarcación autonómica, llevamos tiempo intentándolo. Otro asunto es que solo nos acordemos los muy cafeteros. Acordarnos a medias, porque he tenido que mirar en Google para cerciorarme de que el primer gran acto que buscaba la unidad fue el que organizó el lehendakari Juan José Ibarretxe hace casi un decenio, en abril de 2007. “El circo de Ibarretxe”, lo descalificaban los mismos que hoy se han convertido en sus tardíos admiradores. Desde el otro flanco, el de las asociaciones oficialistas, el boicot fue feroz. Aun así, hubo un puñado de gentes de buena voluntad que dieron el paso de estar. A fuerza de pruebas y errores en los años sucesivos, llegamos a la inspiradora estampa del viernes pasado en la plaza de la Virgen Blanca. Ahí sí estaban prácticamente todos, aunque no fuera la gran noticia que habría sido en otra época.

Tras la petición de perdón

El poder balsámico de las palabras. O quizá del tono en que son pronunciadas. También, claro, el momento y el lugar; se ve que, pese a todo, los calendarios no pasan en balde. Pero basta ya de buscar explicaciones. Sobra entrar en los cómos y en los por qués. Lo sustantivo es que en esta ocasión ha calado prácticamente el mismo mensaje de perdón a la víctimas del terrorismo que hace siete años cayó en saco roto. La asociación oficialista que entonces despreció con rictus airado un valiente —y yo diría que excesivo— acto de contrición aplaude ahora la descarnada autocrítca expresada por el lehendakari Iñigo Urkullu. Bien está lo que bien acaba, ¿no?

Ojalá tuviéramos la garantía de que esto ha acabado. Lo vivido nos invita a ser escépticos. Por la comodidad de los discursos, por la inercia, seguramente también, en más de un caso, por la miseria de la condición humana, llevamos demasiado tiempo estirando el fango, arrojándonos mutuamente el sufrimiento a los ojos. Ya que estamos en el momento de las verdades a calzón quitado, mencionemos los réditos de diverso tipo que algunos le han sacado al dolor. Tan duro como suena, pero igualmente real y sencillo de documentar.

Nada es obligatorio, pero tal vez, en aras de una cierta simetría, sería recomendable un reconocimiento de errores en la otra parte. No hablo de flagelos, sino de esas dos o tres cosas que pudieron estar de más. El resto es cuestión de voluntad, de sentido común y de ponerse a la tarea huyendo tanto del revanchismo como de la tentación de relativizar, de olvidar, o peor aun, de encontrar justificación al incontable daño causado.

El espantajo de ETA

Una decisión con freno y marcha atrás. La Mesa del Congreso de los Diputados había acordado conceder permiso para que una sala del supuesto domicilio social de la voluntad popular acogiera un encuentro de víctimas de ETA y de los GAL. Tremendo que en su día fuera noticia algo que debería ser de carril a estas alturas de la liga, pero mucho peor que vuelva a serlo porque se revoca la autorización. Queda fuera de concurso que en la bochornosa rectificación, motivada por la bronca del ultramonte mediático y las asociaciones monopolistas del dolor, el PP haya tenido la compañía del PSOE. En lo demás, vaya usted a saber; en esto, la gran coalición es de hierro forjado.

Si no revelara algo tan trágico como que lo de menos son los principios, resultaría cómica la patética tozudez con que se sigue agitando el espantajo de una banda a la que apenas le quedan el nombre y cuatro chatarras inútiles en otros tantos agujeros. Cuánto rendimiento le siguen sacando a la raspa de la serpiente. Aparte del digo-diego de los de la rosa y la gaviota para impedir el encuentro de víctimas, ayer mismo coincidieron en tiempo y prácticamente espacio una folclórica redada contra supuestos enaltecedores de la cosa a través de las redes sociales y un chafardeo según el cual los presos de ETA —en realidad, uno— apuestan por Podemos para Moncloa. Ante tal despliegue de cutrerío e inmoralidad, es inevitable preguntarse si allende Pancorbo quedan panchitos en número suficiente como para justificar la inversión en pirotecnia. Quizá esté equivocado, pero estaría por jurar que hace tiempo estos excesos no venden ni media escoba.

Rajoy, traidor

Va de vídeos. Si ayer les animaba a fisgar los del PP que tan bien reflejan las enseñanzas del Manual del perfecto canalla, hoy les recomiendo que hagan lo propio —o quizá, lo impropio— con las más recientes producciones fílmicas de la AVT. Son cinco piezas reiterativas como el repertorio de Melendi, así que, igual que en el caso anterior, les recomiendo que reduzcan la ingesta a una. Más que suficiente, porque todos los engendros visuales atienden al mismo esquema machacón: unas palabras de Rajoy (o de Fernández Díaz) manifestando su firmeza contra ETA tienen el contrapunto de un salpicado de imágenes de Uribeetxeberria Bolinaga, recibimientos a presos o titulares de prensa sobre salidas de la cárcel. Como remate, se estampa un sello con la palabra “Traición” en caracteres XXL y se anima a acudir a la manifestación de mañana en la madrileña plaza de Colón —dónde si no—, bajo el lema, justamente, “No más traiciones”.

Manda un congo de narices que lo que los detentadores del monopolio del dolor califican como inmensa felonía sea la aplicación de una legalidad que, ya de origen, se hizo (o se manipuló) a la medida de su afán de notoriedad y su sed de venganza. Como esa sed es insaciable, su queja es literalmente de vicio y jamás podrá ser satisfecha por el atribulado Gobierno español.

Esa es la parte que sería cómica si el fondo no fuera trágico. Mariano y su comanda no reparan en operativos policiales pirotécnicos, presiones a los jueces, toquiteos de leyes y atropellos sin cuento con el único objeto de calmar a la talibanada pseudovictimil. Y todo lo que consiguen es que les llamen traidores.

Unidad a la fuerza

Leo, oigo y veo que el aniversario del 11-M se ha conmemorado en un encomiable espíritu de unidad. Para mi sorpresa, esta versión sacarinada no es solo la del ultramonte oficial siguiendo los deseos del Gobierno español, que este año quería vender la moto de la balsa de aceite y el pelillos a la mar. Qué va, también han tragado con el potito otros que habitualmente hacen gala de una pituitaria más fina y acostumbran a buscar tres pies al gato para que no se la metan doblada. Intuyo que en estos casos se ha tratado de un ejercicio de contención por no echar más sal en una herida que, digan lo que digan, permanece abierta. Aprecio el gesto, pero creo que es un error participar de la sugestión colectiva.

Como poco, habría que anotar que la presunta unidad lo fue a la fuerza y casi por decreto. Fue un abuso de la buena voluntad de las víctimas tradicionalmente ninguneadas y hasta insultadas, a las que se arrastró, casi como si fueran piezas decorativas, a unos actos de homenaje de cartón piedra para la galería. De saque, les montan un funeral ¡católico! de Estado, sabiendo que muchas de ellas profesan otras creencias o simplemente no tienen ninguna. Luego, deben soportar que el oficiante de la homilía, el ya cesante Rouco, les casque ante sus narices la patraña conspiranoica que tanto daño les ha hecho. Lo siguiente es ver cómo se concede el protagonismo a la AVT, cuya presidenta aprovecha el viaje para arrimar el ascua a su eterna sardina. Como remate, en los saludos protocolarios, el Borbón y su señora le hacen un feo del quince a Pilar Manjón. Y a eso le llaman unidad. Pues hay que jorobarse.