ETA al aparato

Un comunicado y algo así como una nota de prensa autojustificatoria en veinticuatro horas. Veamos el lado positivo: es mucho mejor que ETA sea noticia por lo que escribe que por los motivos que habitualmente la han llevado a las primeras páginas y a las aperturas de los informativos. Si hay que elegir entre -literalmente- muerte o susto, me quedo con el leve temblor veteado de aburrimiento y resignación que provoca la manida producción epistolar de la banda. Aunque el ritual que sigue a su publicación es exactamente igual de previsible y cansino que el que acompaña a los atentados, estaremos de acuerdo en que es infinitamente más llevadero que cuando hay sangre de por medio.

Tomándose los escritos y las consiguientes reacciones con la dosis de cinismo adecuada, incluso es posible encontrar entretenida la performance y, de perdidos al río, participar en ella con media sonrisa como está haciendo servidor en estas líneas. Concederle sólo medio gramo más de solemnidad al asunto o pretender un análisis sesudo de la colección de topicazos exudados por el amanuense de jornada es un ejercicio que conduce a la melancolía y, como no se frene a tiempo, a la úlcera de estómago. Ya tenemos las suficientes canas y arrugas como para perder el tiempo metiendo el escalpelo interpretativo a lugares comunes como “la nueva era”, el “proceso democrático” o la perfidia del enemigo que obliga a tirar de pipa “contra su voluntad” a sus militantes.

Si encuentro algo digno de comentario en las dos últimas parrafadas timbradas con el hacha y la serpiente es que se hayan producido y, sobre todo, cuándo se han producido. Mientras las ochocientas lupas trucadas de Rubalcaba, Caamaño y Ares se afanan en mandar a la cuneta por enésima vez a la izquierda abertzale ilegalizada, sale ETA a reclamar la patria potestad de quienes nos decían que iban por libre. Tremenda ayuda… a los impugnadores de listas.

Ya que hablamos de las actas…

De alguna manera, continúo donde lo dejé ayer, porque las siguientes líneas tienen la intención de pisar el mismo charco que crucé en la última columna, el del teatral escándalo que se ha montado por el contenido de los resúmenes de consumo interno que escribió Thierry de las conversaciones entre el Gobierno español y ETA. Recuerdo la tesis: todo eso estaba ya publicado con profusión y quienes ahora ponen el grito en el cielo y en los tabloides cavernarios lo sabían del punto a la cruz. Por tanto, la bronca que están montando tiene carácter retroactivo y, de propina, demuestra que los supuestos principios éticos en lo que juran que se asienta son de plastilina. Si de verdad al PP le parecía tan repugnante lo que estuvo sobre las mesas de negociación, lo primero que debía haber hecho es no prestar su votos al PSE, que estuvo en aquel ajo de hoz y coz. Uno de los grandes bastiones del actual ejecutivo de la CAV, Rodolfo Ares, podrá escribir cuando se jubile y esta vaina esté prescrita unas jugosísimas memorias.

Lo que se ofreció a ETA

Por ahí es, de hecho, por donde creo que se debería haber abierto este melón. Si hay algo que pueda mover a la sorpresa o a la indignación en las mal llamadas actas de López Peña o -insisto- en lo que ya se había publicado antes, es ver que los actuales campeones de la firmeza democrática son los mismos que anduvieron jugando al subastado y al cinquillo con ETA. Y en aquellas timbas no se apostaba con alubias, precisamente. Sobre los tapetes estuvieron todas las cuestiones intocables, incluyendo la territorialidad y el reconocimiento del derecho a decidir. Creo que se entiende lo que eso significa, pero por si acaso, lo subrayo: se le estaba ofreciendo a una banda terrorista (en Loiola, a un partido ilegalizado) lo que se niega reiteradamente a las formaciones que, sumadas sin trampas, conforman la mayoría social. ¿Agravio comparativo? Algo peor que eso.

Ares, reitero, fue parte del equipo de sokatira socialista-gubernamental. En el dichoso dossier del Faisán que algún día terminará de reventar en la Audiencia Nacional consta que llamó al teléfono secreto que se le había proporcionado a un presunto miembro de ETA. No me escandaliza que lo hiciera. En una negociación se traspasan esa y las líneas rojas que haga falta. Si lo menciono es por lo revelador que resulta el contraste de esa actitud frente al comportamiento de que ha hecho gala desde que asumió la cartera de Interior. Antes los telefoneaba y ahora no soporta verlos en un cartel. Hay algo aquí que no cuadra.

El Evangelio según Thierry

Son curiosas las modas literarias. El género en boga, el más in actualmente, es el seminotarial, que bautizo así porque no se me ocurre mejor modo de definir los apuntes que tomó el pasante amateur Francisco Javier López Peña, Thierry, de las conversaciones que mantuvieron representantes de ETA y el Gobierno español en el último proceso de paz (o así) malogrado. Jamás habría imaginado el taquígrafo accidental que sus notas, convenientemente distribuidas por el equipo filtrador habitual, iban a verse elevadas, años después de ser garrapateadas, a la categoría de verdad revelada sobre lo que ocurrió en aquel par de excitantes años. Así se escribe la Historia. Con retales y versiones incompletas y necesariamente subjetivas, quiero decir.

Es curioso que estas glosas thierryenses, manuscritas por un malo oficial para consumo de sus conmilitones, hayan acabado siendo esgrimidas desde el lado de los buenísimos como la prueba de no sé cuántos atropellos a tampoco sé qué estado de derecho. Siguiendo la fórmula magistral del doctor Mayor Oreja -”son asesinos pero no mentirosos”-, los que caminan por el lado rancio de la vida conceden (porque esta vez les conviene y cuadra con su mercancía) credibilidad total a las anotaciones. Juega a su favor que no podamos confrontarlas con las actas oficiales, guardadas bajo setenta llaves, tal que el mismísimo Código Da Vinci, en un banco suizo.

Todo está documentado

Pensándolo bien, tampoco parece probable que el conocimiento de ese material súper clasificado vaya a mejorar la composición de lugar que ya tenemos sobre cómo fue aquella partida de ping-pong político. Porque esa es otra: nos están vendiendo este episodio como recién sacado del horno, cuando es una reposición monda y lironda. Varios periódicos -incluido este- ya dieron pelos y señales hace dos años y medio de cómo discurrieron las cosas. No mucho más tarde aparecieron un par de libros muy bien documentados que, aunque centrados en lo que cocieron los partidos en Loiola, daban sabrosos detalles de contexto sobre lo que pasaba paralelamente en la ancha Europa entre los otros interlocutores.

Ya estaba ahí -y recogido de más fuentes que los papeles de Thierry- absolutamente todo lo que ahora provoca rasgado de vestiduras y peticiones de dimisión o hasta de cárcel. No hay en la política nadie que desconozca los pormenores. De hecho, el PP estaba al cabo de la calle cuando decidió apoyar el actual Gobierno vasco, integrado por varios de los que participaron en aquello. ¿A qué viene hacerse de nuevas ahora?

Cuando ETA quiso matar a Patxi López

Tengo muy frescos en la memoria aquellos días de junio del año pasado. Dos noches de insomnio mediante, acababa de tomar la decisión de cambiar la cómoda chaselongue de la radio pública en que me iba atrofiando por un futuro excitantemente incierto. Como si adivinaran lo que pasaba por mi cabeza y quisieran reafirmarme en mi resolución, mis todavía jefes me vinieron con el encargo de entrevistar a determinado político socialista el domingo, día 20. Sabiendo los decibelios que alcanzaban mis gruñidos cuando barruntaba que querían meter las narices en mi territorio y conscientes de que ni una sola vez en todo el curso había aceptado nada que me oliera a imposición, me lo pidieron como favor personal. Era mi flanco débil, pues el comité peticionario estaba compuesto por gentes a las que apreciaba sinceramente y que en los nueve meses anteriores habían respetado -contra lo que ya era habitual- la integridad del viejo MQP. Total, que a la cuarta acometida, me avine a hacer esa entrevista, dejando claro que iba a ser a mi modo, lo que se tradujo en que el invitado, alguien por el que también siento simpatía y que nunca deja una pregunta sin responder, me reprochase amistosamente al terminar la charla: “Me has metido las gomas hasta el fondo, ¿eh?”

Qué y por qué

¿Qué hecho tan importante ocurría ese domingo 20 de junio de 2010 para que alguien, allá en lo alto, se empeñase en que había que contrarrestarlo con las declaraciones de aquel político? Han venido después tantos capítulos de la novela, todos con la vitola de históricos, que es probable que muchos no recuerden que en esa fecha se escribió uno de los iniciales y decisivos. En el Palacio Euskalduna de Bilbao la izquierda abertzale ilegalizada presentó, junto a Eusko Alkartasuna, un documento en el que por primera vez se apostaba por las vías exclusivamente políticas. El lenguaje no era tan contundente en el rechazo de la violencia como el que hemos escuchado después -ni siquiera se mencionaba a ETA-, pero la declaración marcó el comienzo de lo que todos esperamos que sea el camino sin retorno.

Y aquí viene lo que no me cuadra. Acabamos de saber, gracias a las acostumbradas filtraciones de lo supuestamente no filtrable, que para la víspera, 19 de junio, ETA tenía previsto asesinar al lehendakari Patxi López. Sólo un bendito error logístico lo impidió. ¿Cómo casan el mismo fin de semana dos acontecimientos de tan macabro signo opuesto organizados, si hacemos caso a la doctrina oficial, por la misma banda terrorista? Hagan sus cábalas.

Unas víctimas no son ‘las víctimas’

Entre el despiste, la (mala) costumbre y la no disimulada intencionalidad, muchos periódicos mentían ayer al titular que “las” víctimas han convocado una manifestación para exigir que se impida “la vuelta de ETA a las instituciones”. He echado mano de las comillas para señalar las dos trolas que contiene el enunciado. La segunda es atribuible a las organizaciones que han hecho el llamamiento. Se pongan lo estupendas y vocingleras que se pongan, la banda jamás ha estado como tal en ninguna institución. Y aun tragando la rueda de molino político-judicial de que todo el monte de la izquierda abertzale ilegalizada fue orégano con aroma a ETA, ese potito tóxico no vale para el presente. Si algo dejan claro los estatutos de Sortu es su desmarque por quintuplicado de las pistolas y las bombas. Por tanto, pretender que los hipotéticos cargos electos de la formación serán terroristas es, además de algo que huele a materia querellable, una falacia del nueve largo.

Clase de lengua de EGB

Con tener su miga esa manipulación que quedará impune gracias a la dispensa para calumniar de que gozan ciertos colectivos, me escandaliza todavía más la otra falsedad que entrecomillaba. Sí, ese articulo determinado aparentemente inocente que se antepone al sustantivo. No nos perdimos esa clase de lengua en la vieja EGB, ¿verdad? Decir “las víctimas” supone incluir a todas y cada una de ellas. Anda que no llevamos años dándole vueltas a quién sí, quién no, quién más, quién menos, para que ahora resulte que ya se había hecho un censo oficial completo y cerrado. Que no nos vendan motos. No son “las” víctimas (curioso, que también se sobreentienda que todas los son del terrorismo), sino “unas” víctimas muy determinadas y con unas obediencias muy concretas las que han llamado a secundar la marcha callejera del 9 de abril en Madrid.

Es todavía más descacharrante que se arroguen la representatividad exclusiva cuando canta ópera que la convocatoria obedece, justamente, a reyertas internas en el mismo corazón de los patanegras del victimismo. Resulta que hace unas semanas -el 5 a las 5- las huestes escindidas de la oficial AVT y reagrupadas en la fundamentalista VCT que acaudilla Francisco José Alcaraz montaron un happening en la capital del reino. La cacharrería consignil era la habitual, pero lo único que se pretendía era marcar paquete, además de dejar en feo a su antigua nave nodriza. Acusado el golpe, la AVT ha contraatacado llamando a un nuevo sarao. Así que no son “las” víctimas sino “unas” víctimas. Unas de tantas.

La delicada operación retorno

Me han sorprendido las reacciones displicentes ante el anuncio de que se están dando los primeros pasos para facilitar la vuelta de las personas que tuvieron que poner centenares de kilómetros por medio por culpa de ETA. Ese resorte automático que mantenemos permanentemente engrasado y en alerta saltó sin dar lugar a la reflexión. Demagogia, oportunismo, improvisación, clamamos al primer bote, poniendo de manifiesto otra vez que, aunque pretendamos estar preparados para eso que tanto decimos anhelar, aún tenemos un carro de asignaturas pendientes y otro de tics que somos incapaces de quitarnos de encima. ¿Por qué ha de despertarnos sospechas que desde ya mismo se empiece a trabajar sobre un problema que sabemos que es dolorosamente real e innegable? Cuando esto sea razonablemente normal, deberán volver los que se fueron porque su vida y la de los suyos corría un riesgo cierto.

¿Cuántos y quiénes en concreto? Ese será el asunto más delicado de discernir por culpa de los malnacidos que durante años se han refocilado en el dolor ajeno. Es el momento de pedir cuentas -nunca mejor dicho- a los que se sacaron de la punta de su inmoralidad la cifra de doscientos mil que fue engordando de tertulia en tertulia hasta doblarse. Alguien debería exigir a Fernando Savater o a Gotzone Mora, entre otros intoxicadores, la lista de nombres y apellidos de los cuatrocientos mil exiliados que farfullaban tener censados. Hasta el propio Rodolfo Ares, que el otro día tuvo el cuajo de afear la conducta de los que habían enmerdado el asunto a beneficio de obra, sabe que no son ni la mitad de la cuarta parte.

Generosidad

Habrá que descontar de ahí, además, a los que mi siempre añorado Javier Ortiz bautizó como chulos-de-ETA, esos que un día se presentaron en tal o cual redacción de Madrid con un currículum de una sola línea que consistía en una difusa amenaza, generalmente imaginaria. Cuántos nombres se nos vienen a la cabeza, ¿eh? El caso es que aun restados esos y los ficticios, resultará que tenemos unos cuantos miles de conciudadanos que un día debieron hacer las maletas porque creían que les iba la vida en ello. Si no vamos de farol cuando apelamos a las enormes dosis de generosidad que necesitaremos en el paso de página, no nos puede parecer mal que se les eche una mano para el retorno. El solo hecho de que se lo planteen ahora y que el Gobierno se haya puesto manos a la obra es, además, el reconocimiento más claro de que también los que tienen el ‘no’ en la boca creen que esta es la buena.

Ir viendo

La nueva ristra de detenciones de ayer, acompañadas de las cámaras televisivas de rigor que luego brillan por su ausencia en los interrogatorios, tienen algo de témporas del clima que nos aguarda en los próximos meses. Esta vez Rodríguez Zapatero no va decir que por delante hay un camino largo, duro y difícil, pero más nos vale que nos vayamos haciendo a la idea de que antes de que nos aproximemos siquiera a lo que soñamos, tendremos que sortear zancadillas, jarros de agua fría y obstáculos sin cuento. No serán pocas las veces que tendremos la desazonante impresión de haber vuelto a la casilla de salida… o más atrás.

Sigo, pese a todo, aferrado a mi teoría de los renglones torcidos con que se escriben los procesos. Si hay algo que me invita a albergar más esperanzas que hace cuatro años es, por paradójico que parezca, que en esta ocasión el escenario se antoja aun más complicado que entonces. Para empezar, aquel Gobierno español que echó las campanas al vuelo, pintándose con ello una diana para que los B-52 contrarios al fin de la violencia descargasen su munición, está incluso exagerando la nota de su cerrazón. De ahí, por ejemplo, que el lunes mandara a su comisionado del No, Francisco Caamaño. a ser bi-entrevistado en la radio televisión pública vasca -antes los ministros no venían ni con cien instancias- para que anunciara que aunque la izquierda abertzale cumpla la ley no será legal. ¿Que qué tiene eso de bueno? Que donde se dice “digo” se puede decir “Diego” cuando llegue el momento. Si tendrán experiencia en ello las huestes monclovitas…

¿Después de mayo?

La clave, y ahí sí que mi frustración es corriente y moliente, es cuándo va a llegar el tal momento. Dependerá de la calculadora de Ferraz, y no tenemos que descartar que haya que esperar a que pase mayo, que es lo que dejó caer Ramón Jáuregui, otra de las liebres gubernamentales a seguir en todo este entremés de enredos previo a la comida de verdad. “Después de las elecciones, habrá que ir viendo”, dijo el locuaz ministro donostiarra abogando por una especie de versión-express de la cuarentena democrática acuñada por Antonio Basagoiti.

Y eso es lo que toca en lo sucesivo, me temo: armarse de paciencia e ir viendo. En ocasiones procederá, incluso, hacer como que no se ve, por más doloroso y desesperanzador que resulte. Habrá nuevas declaraciones de palo y zanahoria, nuevas operaciones policiales y, en fin, nuevas pruebas que superar. No es el horizonte más halagüeño ni, desde luego, el más justo, pero es el que hay.