Hasta nunca, 2020

Me llega el recuerdo difuso de las uvas de hace 366 días. Qué poco imaginábamos entonces que el feliz año que nos deseábamos cándidamente sería una sucesión de pesadillas. Era imposible por aquellas horas creer que podríamos pasar dos meses encerrados en casa prácticamente a cal y canto. O que irían cayendo una detrás de otra las mil y una fiestas que jalonan el calendario. O que se suspenderían las clases en todos los niveles educativos. O que miles de nuestros conciudadanos fueran arrojados al paro o, en el mejor de los caso, a ese barbecho laboral con fecha de caducidad llamado ERTE. Qué contarles de los comercios o las empresas pequeñas y medianas que bajaron la persiana y no volverán a levantarla.

Y todo eso que enumero, amén de lo que dejo sin nombrar, es el mal menor al lado de lo que ustedes y yo estamos pensando. Este es el minuto en el que ni conocemos realmente cuántas vidas se han quedado en el camino. 50.000 rezan las cifras oficiales para el conjunto del Estado, aunque hasta el menos ducho en matemáticas sabe que son bastantes más. Claro que lo más terrorífico llega al pensar que no es ni de lejos un balance cerrado. Nos quedan meses por delante para ver cómo se incrementa. No pretendo amargarles el brindis de esta noche; solo recordarles que 2020 se va pero el virus sigue ahí.

Diario del covid-19 (19)

Dos semanas más de confinamiento. “Pero relajando medidas», titulan algunos. “Sin descartar que haya que alargar el periodo hasta finales de mayo”, apostillan otros. Y seguro que lo uno y lo otro salió de los labios del presidente del gobierno español, con esa curiosa facultad para anunciar cosas diferentes en medio párrafo de distancia. Qué curioso ejercicio mental, por cierto, imaginar qué pasaría si el de las comparecencias oficiales tuviera gafas, barba blanca y un peculiar modo de pronunciar las eses. Como poco, las cañas serían lanzas y las lanzas, cañas. O sea, los que ahora echan espumarajos y tildan de inútil al jefe del Ejecutivo andarían pidiendo altura de miras y llamando a remar en la misma dirección. Y viceversa, claro. Los que aplauden con las orejas al líder máximo y tachan de antipatriotas a los que osan emitir cualquier crítica estarían exigiendo la dimisión inmediata.

A mi, francamente, me da lo mismo que me sermonee uno que otro, aunque agradecería un poco de consideración. Vamos, que no me tomen por más idiota de lo que ya me siento. De igual modo, no me pilla por sorpresa la prórroga del encierro, como tampoco me asombrará que vuelvan a largarlo. Temo que lo peor vendrá depués. Es decir, presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga. Adiós, Aute. Gracias por tanto.

Mil muertos tarde

No tengo ningún empacho en dejar por escrito que la gestión de las instituciones públicas vascas del desplome del vertedero de Zaldibar ha sido manifiestamente mejorable. Hablo, sobre todo, de comunicación, que, por desgracia, hoy como nunca antes resulta un factor más determinante que la propia acción. Incluso aunque lo hayas hecho medio bien —tendrían que convencerme con datos muy contundentes en este asunto—, eso no vale de nada si la percepción que llega a tus administrados es la contraria. Mucho me temo que ese está siendo el caso y que será complicado revertir la sensación. Resumido en plata, y por muy desazonante que suene, las cosas no son tanto lo que son sino lo que parecen. O lo que se consigue que parezcan.

Ahí enlazamos con el elemento letal: enfrente sí hay profesionales sin el menor escrúpulo capaces de hozar en la peor de las mierdas para vender a granel un relato ponzoñoso donde los hechos ciertos y trágicos —no pasemos por alto que los hay— son solo munición con la que disparar al enemigo. ¿Acaso no hay lugar para la crítica y la denuncia? Por supuesto, pero como servidor no nació ayer y es experto en cavernas de uno y otro signo, sabe cuándo un drama es celebrado con olas y congas. Lo vi, por ejemplo, en el atentado de la T-4, cuando el ultramonte diestro festejó que se habían cargado a dos pobres pringados porque eso alimentaba su discurso del odio. Luego, en el otro flanco, en el de nuestros trogloditas locales, he vuelto a asistir a idéntica necrófila ausencia de moral con algún caso muy sonado. Volvemos a las mismas. Cuánto asco dan los que llegan a denunciar con mil muertos de retraso.