Cantemos con música de La cabra mecánica: Sororidad, qué bonito nombre tienes… Los del plan antiguo que no sepan qué diablos quiere decir el palabro pueden recurrir al clásico sobre quienes presumen de lo que carecen. Y si quieren ponerle rostro, ninguno como el la ministra española de Igualdad, Irene María Montero Gil. La de veces que habremos visto a la doña de Galapagar dar la caca sobre la necesaria solidaridad elevada al cubo entre mujeres —ese es el significado de la arriba mentada sororidad— o llamando a sus compañeras de sexo a la denuncia de los micro, maxi y megamachismos, ¿verdad?
Pues vaya con la señora, que ante la jugarreta de sus conmilitones para expulsar a la disidente de Podemos Teresa Rodríguez de su grupo parlamentario en Andalucía aprovechando que estaba de baja por maternidad, ha espetado que la política no se para por esas cosas y que ella ha tenido dos embarazos y dos partos y ahí ha seguido, como decía el bajito de Ferrol, al pie del cañón. Imposible no recordar a otra pregonadora de consignas requetemoradas que no son de aplicación propia, la tal Leticia Dolera, que despidió a una actriz de la serie que dirigía porque se había quedado embarazada. Y lo más desazonador de todo, aunque ya no sea sorpresa, es el silencio cómplice de las abanderadas de la ortodoxia de género.