Adios, problema de vivienda

35 años y chopecientos intentos después, la demarcación autonómica de Baskonia tiene Ley de Vivienda. Albriciémonos por la buena nueva que de aquí a un rato corto se traducirá en que cada quien (se dice que incluso también cada cual) que lo precise tendrá un techo bajo el que guarecerse. De acuerdo con los que han alumbrado el prodigio legislativo, será suficiente solicitarlo para recibir satisfacción inmediata. La autoridad no tendrá bemoles a llamarse andanas, porque el gran hallazgo de esta delicatesse normativa consiste en que disponer de una casa (en fino, solución habitacional) deja de ser una bella proclama utópica para convertirse en cuestión, ahí es nada, exigible ante los tribunales. Aunque la lógica y la intuición aconsejarían que tal cosa se llamase derecho objetivo, en tanto que sería reconocible en función de unos requisitos establecidos, lo cierto es que se denomina justamente al revés: subjetivo. En realidad, es una gran confesión de parte, porque al final, como siempre, la concesión de la gracia va a depender de la subjetividad, cuando no arbitrariedad, de los fulanos que revisan la documentación presentada.

Se estarán imaginando que todo esto saldrá por un pico, y resulta que no. Según los cálculos que recogen los papeles, no va más allá de 80 millones de euros al año. Es una minucia comparado con lo que se dedica a Sanidad o Educación. Si tan barato era resolver el problema de la vivienda, cae por su propio peso preguntar por qué no se ha hecho mucho antes. Ahí es donde aparece el realismo a aclarar que con esa cantidad no llega ni para empezar. Y los proponentes lo saben.

Vivienda y demagogia

El chaval de los recados de Rosa Díez anda propalando urbi et orbi que él solito ha solucionado el problema de la vivienda en Euskadi, oséase, la autónoma comunidad. Aparte de lo que nos vamos a reír cuando en la TDT-party se enteren de que ha sido gracias a un acuerdo diferido y simulado con los por él mismo llamados filoetarras (y cosas peores), resulta enormemente revelador cómo está vendiendo la moto el chisgarabís magenta. Viene a dar a entender que muy pronto bastará levantar la mano y rellenar un impreso para recibir a cambio un piso bueno, bonito y gratis allá donde le pete a cada cual.

Maneiradas, dirán ustedes con razón. Ocurre, sin embargo, que los dos socios de propuesta, PSE y EH Bildu, no lo están explicando de modo muy diferente, cuando saben perfectamente que ese escenario de cuento de hadas no atiende ni siquiera a las difícilmente realizables cuestiones que contiene su pacto. Ese engaño consciente a la sociedad es una profunda irresponsabilidad, por mucho que estemos en campaña electoral. Bien es cierto —aquí hay para todos— que no mejora mucho la cosa que el Gobierno vasco desenvaine el comodín del “efecto llamada a escala mundial”, cuya sola pronunciación nos evoca el nombre de cierto munícipe dado a las demagogias.

Tenemos una suerte fatal con las leyes y proyectos de ley de vivienda. Entre las utopías y las líneas rojas para no perjudicar el negocio ladrillero y bancario, no hemos pasado de un sistema de lotería —literalmente; de hace tres días son los sorteos de pisos en frontones—  y de agravios comparativos reales o percibidos. Y da la impresión de que seguiremos así.

La vivienda siempre es anteproyecto

El papel lo aguanta todo, y si como epígrafe sobre ese todo se escribe “Anteproyecto”, ni te cuento la de fantasías animadas que se pueden poner en fila india para entretenimiento del respetable y sin que el autor se comprometa ni media migaja. Analicemos la palabreja, que tiene mucho de sinónimo de timo, trapacería o, más llanamente, estafa. Ya sólo “Proyecto” nos indicaría que estamos hablando de algo que todavía no es y que nadie nos garantiza que vaya a ser. Si a tal inconsistencia le atizamos el prefijo “Ante”, la cura en salud y la superficie de morramen que se le echa ya es definitiva y definitoria: estamos trajinando con la promesa de una promesa, es decir, con puñetero humo. No sólo en la bolsa se especula con futuros; también en la política, mayormente en su faceta legislativa y/o pseudoejecutiva. Cuando un gobierno no tiene nada contante y sonante que ofrecer, se saca de la chistera un anteproyecto con la misma validez que un Cortycole caducado.

Y cuela

Lo acaba de hacer el departamento de los actuales regentes de Lakua que encabeza Iñaki Arriola, que el viernes anunció a bombo y platillo el Anteproyecto de la Ley Vasca de Vivienda, así, con todas las mayúscula iniciales dispuestas para provocar un mayor efecto. Si tuviéramos una memoria menos volátil, recordaríamos que los anteriores mandamases anduvieron años mareando esa perdiz con idéntico nombre y parecidas ensoñaciones, y que la dejaron tirada en la moqueta cuando les llegó la amarga hora de bajarse del coche oficial. Necesitados de titulares de franela, los herederos sólo han tenido que despabilarla un poco, darle una mano de pintura en el plumaje y presentarla como si fuera de reciente incubación. Lo sorprendente es que el ardid ha colado, y los periódicos de ayer, incluso los de allende Pancorbo, derrocharon tintas sin miramientos sobre el revolucionario contenido del boceto legislativo que jamás llegará a estamparse como cuadro en el Boletín Oficial del País Vasco.

Cánones para los pisos vacíos, expropiaciones de la VPO a quienes tengan un par de años de vacas gordas salariales y, como guinda, la posibilidad de irse al juzgado a reclamar el habitáculo a que tenemos derecho según la parte ornamental de la sagrada Constitución española. Hasta un alumno de primer día de Derecho sabe que no hay forma jurídica de atar por el rabo ninguna de esas quiméricas moscas. Lo saben también -o deberían- los que las han echado a volar. Claro que todos y cada uno de ellos tienen un buen techo asegurado.