Diario del covid-19 (32)

No sé si por cinismo, por cansancio resignado o por querencias de partido, me dicen algunos que debería darnos igual el giro de acera de las caderas de Sánchez con la cuestión de las salidas de los menores a la calle. Lo importante es que la chavalería va a poder airearse y se aparca la barbaridad de permitirles solo que acompañaran a los progenitores a la compra, viene a ser la conclusión de mis interlocutores. Algo así como que está bien lo que bien acaba.

Será que esta semiclausura que ya supera los cuarenta días me ha vuelto aun más tiquismiquis, pero ni siquiera puedo aceptar eso último como realidad. Lo cierto es que todavía no sabemos cómo ha acabado. La única evidencia es que un titubeante Salvador Illa se marcó un Rajoy cuando le preguntaron bajo qué circunstancias se iba a hacer efectiva la medida. “Dar un paseo es dar un paseo”, sentenció el ministro. Al día siguiente, es decir, ayer, se filtró convenientemente a los medios amigos un documento difuso que abre la puerta a garbeos de hasta un adulto con tres niños. Tremenda diferencia respecto al original, ¿no les parece? Y más, si piensan que el tan bien ponderado Fernando Simón no parece tenerlas todas consigo en el asunto de relajar el confinamiento infantil. ¿Habrá nuevas rectificaciones? Yo, desde luego, no lo descarto en absoluto.

Diario del covid-19 (31)

Cómo se conoce uno a sus clásicos. Un minuto después de enviar la que debería haber sido esta columna, poniendo de vuelta y media al gobierno español por lo que pretendía hacer con las criaturas para el desconfinamiento, corrí a Twitter a dejar por escrito mis sospechas de que habría donde-dije-digo-digo-Diego… y tendría que volver a teclear otro puñado de líneas. Pues aquí me tienen, con el párpado a medio asta de quien se levanta a las cinco de la mañana, cumpliendo mi autoprofecía.

Y sí, se sabe uno lo de la sabiduría de la rectificación, pero también llevo las suficientes renovaciones de carné para discernir cuándo una enmienda es, en realidad, un grosero bandazo más de quien se maneja a golpe de puñetera ocurrencia. Por lo demás, me parece de cine que haya imperado la cordura y, en efecto, se vaya a permitir que los churumbeles den paseos en lugar de la soplagaitez de acompañar a sus progenitores a esa guerra en que se ha convertido la compra. Lo que ni es de recibo ni cuela es que haya habido nueve horas de diferencia entre el pomposo anuncio inicial y el giro de 180 grados. Anoto que es la segunda vez en diez días en que el ministro Illa, un tipo que tengo por muy serio, sale a desmentir al cien por ciento a la portavoz de su gobierno. Uno de los dos está de más, salvo que sea estrategia.