«¡No seas cabezón!»

Podría haber sido una canción de Pimpinela o una de esas rancias Escenas de matrimonio de José Luis Moreno. El vicepresidente segundo del gobierno español y la portavoz del mismo ejecutivo, que además es titular de Hacienda, discuten con profusión de aspavientos en los pasillos del Congreso de los Diputados. En un momento de la agria disputa, los divertidos testigos escuchan claramente como María Jesús Montero espeta a Pablo Iglesias: “¡No seas cabezón!”. Y sí, luego han venido los voluntariosos esfuerzos por quitarle hierro a la gresca: que si pasa en las mejores familias, que donde hay pasión saltan chispas, que la bronca era entre dos personas que se aprecian y se respetan… Pero es un secreto a voces que el gabinete bicolor del Doctor Sánchez es un campo de batalla permanente donde llueven las bofetadas cruzadas, las zancadillas o directamente las deslealtades.

¿Algo por lo que preocuparse? Me consta que hay aprendices de Nostradamus vaticinando que en cuanto queden aprobados los presupuestos, el pasajero del Falcon le dará la patada al residente en Galapagar. Sinceramente, no lo creo. Por muy enemigos íntimos que sean, por ganas que se tengan, PSOE y Podemos disponen de la mejor argamasa para mantener su sociedad a la fuerza por un tiempo largo: la torpe oposición de PP, Vox y Ciudadanos.

El precio de las mascarillas

Miren qué curioso. Apenas anteayer, envarados portavoces del gobierno español, empezando por la titular, porfiaban que era imposible bajar el IVA de las mascarillas porque la Unión Europea lo tenía prohibidísimo. Y cuando a los obstinados cacareadores se les hacía el inventario de los estados que ya habían reducido el impuesto de marras, se ponían a silbar a la vía. Eso, los menos audaces, porque la vocera oficial del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, se pegó el pìscinazo del siglo al asegurar que Italia, uno de los países que lo ha rebajado, se había saltado a la torera la reglamentación de los 27 y que España jamás cometería semejante deslealtad. Lo soltó así, en bruto, se lo juro, en una entrevista televisiva, menos de una hora antes de que la arriba mentada María Jesús Montero anunciara en las Cortes la inminente bajada del IVA de los tapabocas del 21 al 4 por ciento.

Qué contarles del cada vez más chisgarabís ministro de Consumo, Alberto Garzón, que se autofelicitó por una decisión que solo hace una semana tachó de ineficaz porque únicamente ahorraba unos céntimos. Cómo explicarle al señorito lo vital de esos céntimos multiplicados por las ene mascarillas que cada mes tienen que utilizar las familias que, aunque él no lo imagine, viven a la cuarta pregunta. Bienvenida la medida. Aplíquenla ya.

Diario del covid-19 (31)

Cómo se conoce uno a sus clásicos. Un minuto después de enviar la que debería haber sido esta columna, poniendo de vuelta y media al gobierno español por lo que pretendía hacer con las criaturas para el desconfinamiento, corrí a Twitter a dejar por escrito mis sospechas de que habría donde-dije-digo-digo-Diego… y tendría que volver a teclear otro puñado de líneas. Pues aquí me tienen, con el párpado a medio asta de quien se levanta a las cinco de la mañana, cumpliendo mi autoprofecía.

Y sí, se sabe uno lo de la sabiduría de la rectificación, pero también llevo las suficientes renovaciones de carné para discernir cuándo una enmienda es, en realidad, un grosero bandazo más de quien se maneja a golpe de puñetera ocurrencia. Por lo demás, me parece de cine que haya imperado la cordura y, en efecto, se vaya a permitir que los churumbeles den paseos en lugar de la soplagaitez de acompañar a sus progenitores a esa guerra en que se ha convertido la compra. Lo que ni es de recibo ni cuela es que haya habido nueve horas de diferencia entre el pomposo anuncio inicial y el giro de 180 grados. Anoto que es la segunda vez en diez días en que el ministro Illa, un tipo que tengo por muy serio, sale a desmentir al cien por ciento a la portavoz de su gobierno. Uno de los dos está de más, salvo que sea estrategia.