Diario del covid-19 (6)

Ese picorcillo en la nariz. Esos pies fríos. Esa tos cabrita que ya no sabes si es la clásica del exfumador que eres o una de nuevo cuño. La mano en la frente en busca de la prueba del nueve térmica. Calma, no parece fiebre. Pero antes del suspiro de alivio, reparas en que además de la propia frente, te has tocado los pómulos y luego la barbilla, que es lo que te han advertido estrictamente que no debes hacer. ¡Con esas manos que han hecho turismo por no sé cuántas superficies ignotas y sospechosas, y esos dedos que oprimen un teclado compartido o el botón del ratón. Rápida carrera al baño a repetir el ceremonial del lavado que, por más tutoriales de Youtube que has visto, no acabas de ser capaz de ejecutar con la debida eficacia. Cuántas dudas te sigue generando ese pequeño gesto: ¿Dejo correr el agua? ¿Me enjabono primero y luego me mojo o viceversa? ¿Si cierro el grifo después de secarme, no tendría que volver a lavarme? Si lo hago antes, ¿cómo seco después el mando?

Lo haces una vez de cada manera y vuelves a lugar que ocupes en la nueva distribución social de la vida cotidiana y, según los ratos, sientes que estás poniendo tu granito o que quizá te está costando más de la cuenta. Pero en el fondo sabes que, al menos, estás intentando hacer lo correcto.

De vuelta

Un obispo manosea a una estrella musical en el funeral de Aretha Franklin. En el de John McCain, el mejor político republicano de las últimas décadas, brilla por su ausencia el presidente republicano de los Estados Unidos, que aun tiene el cuajo de echar una pedorreta en Twitter cuando la hija del finado proclama que no hace falta volver a hacer grande a América porque nunca ha dejado de serlo. Al tiempo, en el mismo continente, pero unos dedos más abajo en el mapa, una multitud protesta porque una Justicia de dudosa imparcialidad impide que se presente a las elecciones un antiguo presidente al que han pillado en un marrón del tamaño de la catedral de Sao Paulo. Y si proseguimos el descenso hacia el sur, nos damos de bruces con la Historia repitiéndose a sí misma —como farsa, diría Marx— en Argentina, de nuevo a las puertas del corralito.

Más cerca, la bronca que no cesa va de poner y quitar (sobre todo, de quitar) lazos amarillos, aprovechando el viaje para vender motos averiadas que, por lo visto, hay mucha peña dispuesta a comprar. De propina, un cansino culebrón protagonizado por postureros en contra y a favor de exhumar o no los restos de un dictador. Los herederos de los que ganaron la guerra (in)civil no quieren perderla, y los que se dicen continuadores de los que la palmaron creen en su inmensa inocencia veteada no pocas veces de falta de lecturas que el gesto supone la victoria final. Y luego, claro, lo de los partidos del (¡todavía!) llamado Gobierno del Cambio en Nafarroa jugando a la rana y el escorpión. Pues esa es la actualidad que nos toca contar. Y lo haremos. Es un placer estar de vuelta.