Gabarras aparte

[Nota previa para los lectores de las cabeceras no vizcaínas de Grupo Noticias: aunque lo parezca, ni estas líneas ni las de ayer van sobre el Athletic. Rascando el inevitable barniz rojiblanco, aparecen cuestiones que trascienden lo aparentemente obvio. ¿La igualdad? No quisiera ser muy profundo, pero en alguna medida, sí. ¿La impostura y el ventajismo? Sí, creo que va más por ahí, y quizá tenga que anotar, aunque sea a regañadientes, que no estoy libre de pecado.]

Digamos que bien está lo que bien acaba. Imposible no emocionarse con el recibimiento a las campeonas. Cierto que tampoco fueron masas estratosféricas, pero sí una multitud mayor de la que cabía soñar a principio, en mitad y al final de la temporada, cuando casi todos hacíamos nuestras vidas ajenos a eso que tanto nos da que hablar ahora. Faltaron, según se apreció a ojo de buen cubero, un porrón y pico de los y las abajofirmantes en favor de la gabarra. Y de los predicadores de micrófono o teclado, ni les cuento. Debían de tener otras causas por las que campear. Ni la lúbrica tentación del selfi tuiteable y feisbucable les hizo reservar un hueco en la agenda.

Pero no nos aflijamos. Lo mejor está por venir. En lo sucesivo, el fútbol femenino ocupará tanto espacio en los medios como el otro. En la misma estela, las jugadoras del Bera Bera, que han ganado ligas de balonmano para aburrir, recibirán trato de ídolos y a su club le sobrará pasta para disputar competición europea. Por supuesto, Zumaia tendrá remeras suficientes y revertirá su decisión de colgar la Telmo Deun. Y cómo no, haremos porras sobre la Emakumeen bira. Verán cómo… no.

Más sobre el cartel

Pues nada, oigan, que circulen que ya no hay más que ver en el abracadabrante episodio del cartel censurado de la Emakumeen Bira. Cambiado el pecaminoso afiche por otro (sosete de narices) al gusto de la Liga de la Moral, la Decencia y las Buenas Costumbres, el nuevo edicto manda hacer borrón y cuenta, aquí paz, y después gloria.

Jugándome el coscorrón reprobatorio del Don Remigio paternalista o la Doña Remigia Ojitoalparche de turno, antes de cumplir con la norma y aceptar tragar el sapo, me permitiré anotar las enseñanzas de esta jeremiada en fa sostenido. La primera es el inmenso pan como unas hostias que se le ha rendido a la causa de la igualdad. En lo sucesivo, la machirulada más caspurienta exhibirá este absurdo lance como prueba de sus testiculares y nauseabundos estereotipos. Qué profundamente revelador, por cierto, verlos a todos retuiteando a todo trapo las consideraciones (cargadas de razón) de su hasta anteayer bestia negra, Blanca Estrella Ruiz. Así se garrapatea la Historia, o la histeria, no sé bien.

Otra lección va sobre lo fácil que les resulta a los campeones de la santurronidad hacer un colosal daño y acto seguido, llamarse andanas. Después de haber jodido pero bien a la organización, y conseguida a tirones de piel la enmienda exigida, llegan las palmaditas en el lomo, algo así como “Es buena gente, pero a veces se les va la olla”.

Y aunque hay muchos más aprendizajes, señalo a modo de cierre cómo las muchísimas mujeres —yo diría que mayoría— que no han comulgado con la versión reglamentaria han recibido de la otra parte, la igualitaria, trato de equivocados seres inferiores.

Los ojos que miran

Miro y remiro el cartel condenado de la Emakumeen Bira y no salgo de mi asombro. Miento. En realidad, me ha sorprendido lo justo el pifostio de diseño que ha acabado, según la costumbre, con la retirada de una imagen “no adecuada”. Si se cuentan entre quienes no lo han visto, traten de imaginarlo a partir de esa expresión. ¿Qué será “no adecuado” en el anuncio de una prueba deportiva en la que participan solamente mujeres? Pues lamento decepcionarles. Todo lo que aparece en el póster es una instantánea de la parte trasera de la cabeza de una ciclista —una trenza que sale del casco— y, en primer y supuestamente escandaloso plano, la corredora del Rabobank, Katarzyna Niewiadoma, ganadora de la edición del año pasado, lanzando un beso. Pueden comprobarlo, pero les juro que va con un maillot holgado y con la cremallera hasta arriba. ¿Qué tiene de particular, entonces, ese beso?

Me temo que ahí le hemos dado, porque a este servidor, y creo no ser el único, no le parece que tenga absolutamente nada de tórrido, lascivo o lujurioso. Es, sin más, un piquito al aire, un gesto simpático que no tiene nada que ver con que quien lo haga sea hombre o mujer… salvo que la interpretación en clave húmeda esté en los ojos que miran. Les ocurre mucho a los curitas de carótida inflamada: el pecado está en sus calenturientas cabezas. Es curioso el parecido de estas actitudes con las de las ligas de la moral de tijera y rotulador en ristre.

Por lo demás, es para llorar mil ríos que, como acaba de pasar, la pericia en la caza de micromachismos se corresponda con una ceguera estruendosa (¡y voluntaria!) ante los inmensos.