ANGELA MERKEL: ¿Por qué Alemania puede y Catalunya y Euzkadi no?.

Lunes 25 de agosto de 2014

Markel y RajoyLa canciller alemana Angela Merkel ha pasado dos días en Santiago de Compostela. Su anfitrión ha sido el presidente del gobierno español, el gallego Mariano Rajoy que ha recorrido con ella seis kilómetros del Camino de Santiago un día y al siguiente han hablado de  Europa, destacando dos cuestiones de la rueda de prensa.

Fundamentalmente han hablado de los cargos a repartirse. Ya parece que Luis de Guindos tiene el suyo. Ojalá Arias Cañete no lo tenga. Si el PSOE fuera un partido con columna vertebral, montaría la bronca que Valenciano prometió organizar en Europa contra Cañete a cuenta de sus declaraciones machistas en la campaña. No lo hará. Pedro Sánchez es hombre de mínima palabra. Dice una cosa y hace otra. Como el viejo PSOE.

Y ha dicho  Merkel en sintonía con Rajoy que Catalunya no debe convocar su referéndum, ni autodeterminarse.

Ingerencia inadmisible porque Alemania se autodeterminó para unir sus dos partes en 1989. Y es que la autodeterminación es un camino para separarse o para juntarse. Y Alemania lo hizo a la brava y  además propició la independencia de Kosovo, Eslovaquia, las tres Repúblicas Bálticas, Montenegro, Macedonia y ella misma. ¿Dos varas de medir?.

Pues no.

Una pura injusticia y una agresiva postura política contra Catalunya y Euzkadi.

La derecha europea alemana y la derecha española actuando al unísono.

Nada nuevo. Es la ley del más fuerte.

 

Hoy Xabier Arzalluz cumple 82 años

Domingo 24 de agosto de 2014

Xabier ArzalluzHoy domingo, 24 de agosto, Xabier Arzalluz cumple 82 años y no quería dejar pasar el día sin recordarlo y sin felicitarle. Pasa el tiempo, todos cumplimos años, y a la altura de la vida en la que se encuentra el ex presidente del EBB puede decirse que junto a Sabino Arana, José Antonio Aguirre, Manuel de Irujo y Juan Ajuriaguerra es el político más importante del PNV y de Euzkadi que hemos tenido.

Es conocida su biografía y su carácter, pero sin él, la historia del PNV de estos años hubiera sido distinta.

Su oratoria, su entrega, su visión política, su parlamentarismo, su atractiva y denostada  personalidad, su capacidad para enfrentarse a los problemas y sacar de quicio al más pintado, fueron determinantes para ir haciendo un PNV como lo es en la actualidad.

Su afiliación al PNV en clandestinidad  en 1968 y su elección como diputado en 1977 teniendo a su cargo la defensa de las enmiendas claves de la Constitución y del Concierto Económico, su lucha por un estatuto mejor que el de 1936, sus intervenciones en el Congreso como fue aquella de la Amnistía considerada la mejor de la primera legislatura, han dejado huella indeleble  y su trabajo se irá reconociendo de día en día a medida que pase el tiempo.

Hombre apasionado tuvo muchos aciertos y algunos errores, que en un día como éstos solo cabe reconocer los aciertos. De los posibles errores ya se ocuparán sus enemigos, que los tuvo y muchos. Buena señal.

¡Zorionak Xabier!.

 

75 Años de la llegada de Exiliados a México

Jueves 21 de agosto de 2014

933.14La acogida de México a los exiliados españoles hace 75 años cobra toda su dimensión si se piensa que eran perseguidos en España y maltratados en Francia

El lexicógrafo catalán [Enlace roto.] señala en su impagable diccionario etimológico que la palabra exilio, presente en el castellano desde el siglo XIII, apenas se usó hasta 1939. Antes se hablaba de destierro. Ha de ser especial para un filólogo certificar en vivo cómo se consagra una palabra —en este caso, por influencia francesa—, pero más aún protagonizar esa consagración: Coromines fue uno de los 400.000 refugiados que en tan solo unos meses se lanzaron a la frontera con Francia cuando [Enlace roto.] empezó a ser algo más que un temor. Ya forma parte de la historia universal de la infamia el acoso al que la aviación alemana enviada por Franco sometió a los que huían camino de Le Boulou, Prats de Molló o Port Bou. Entre ellos estaba [Enlace roto.] que con 64 años llegaba, maltrecho, al límite. “Yo no debía salir de España”, decía. “Sería mejor que me quedara a morir en una cuneta”. No murió en una cuneta sino, días después, en el Hotel Bougnol-Quintana de Collioure, a unos pasos del cementerio en el que sigue enterrado junto a su madre, aquella mujer consumida a la que el escritor Corpus Barga llevó en brazos desde la estación de trenes hasta el pueblo. Fue en ese trayecto cuando la anciana le preguntó al oído: “¿Llegamos pronto a Sevilla?”.

Más de la mitad de aquellos refugiados de la primera hora cruzaría de vuelta a España cediendo a la persuasión del Gobierno francés, que, ya en la primavera de 1938 y en previsión del desastre que se cernía sobre su vecino del sur, había endurecido las leyes de extranjería. El resto se dispersó por los países que tuvieron a bien acogerlos: la URSS, Chile, Argentina, la República Dominicana, Cuba, Colombia y, sobre todo, México. Este verano la ciudad de Veracruz recuerda que hace justo 75 años llegó allí el Sinaia, el primer buque cargado de exiliados republicanos, 1599 concretamente. Uno de ellos era, y en estado de shock, el pintor Ramón Gaya, de 29 años: su esposa había muerto en el bombardeo franquista de Figueras y él había dejado a su hija Alicia, nacida en plena guerra, al cuidado de unos amigos. El exilio era un viaje a lo desconocido y la niña acababa de pasar una enfermedad que la dejó en los huesos. “Era todo ojos”, contaría luego Gaya a Elena Aub, hija de otro exiliado ilustre. Se lo contó en 1981, durante una entrevista que permaneció inédita hasta que la incluyeron, una vez muerto el artista, en un volumen titulado, muy a lo Juan Ramón, Ramón Gaya de viva voz (Pre-Textos, 2007). La larga conversación —100 páginas en un libro de 400— es toda una rareza en alguien que habló poco de las penurias pasadas, un relato descarnado del final de la guerra española.

Para los que no tenían a nadie que respondiera por ellos, la estampida hacia la frontera desembocaba en campos de concentración improvisados en las playas donde los adultos aguantaban lo inaguantable y los niños morían como chinches: el índice de mortalidad infantil llegó al 97%. A Gaya le tocó Saint Cyprien. La gente sobrevivía tirada en la arena, sucia, hambrienta, en condiciones insalubres y con el viento de los Pirineos soplando sobre vivos y muertos. Era el mes de febrero. “Llegamos a tener que cavar hoyos para no sufrir el viento”, le cuenta a Elena Aub. “Esos hoyos eran una especie de tumbas que se llenaban de agua; había que salir y hacer otro hoyo un poco más adentro”. A veces, él y sus amigos usaban como aislante un lienzo que le había encargado el Estado Mayor republicano meses atrás, el primero de un díptico: La guerra y La paz. Solo pintó la guerra. En una escena de pavorosa actualidad, Gaya relata cómo algunos se tiraban al agua para intentar salir del campo a nado. “Entonces los guardias desde unas barcas les disparaban y los dejaban allí”.

Esta era, agravada más tarde por el hostigamiento del gobierno de Vichy, la situación de los refugiados cuando México se convirtió en la tabla de salvación de muchos. Por un lado, dio asilo a los que se marchaban. Por otro, protegió a los que se quedaban. Dio incluso dignidad a los muertos: fue la bandera del águila y la serpiente la que cubrió el ataúd del presidente Azaña cuando las autoridades francesas prohibieron que lo cubriera la republicana. La moderna proliferación de muros fronterizos está a punto de llevar al terreno de la literatura fantástica la actitud de los mexicanos, que no se limitaron a cuidar de los suyos —nadie les hubiera pedido más— en una Europa nuevamente dispuesta a la masacre.

Hasta hace unas semanas pudo verse en el Instituto de México en España —frente al Congreso de los Diputados, precisamente— una exposición con las fotografías que los desterrados españoles regalaron a su protector, el cónsul Gilberto Bosques. Fue él el encargado de alquilar dos castillos en las afueras de Marsella para alojar allí a los espectrales habitantes de los campos de concentración. Higiene, comida y trabajo fue la receta para resucitarlos. Los refugiados —agricultores, médicos, maestros, lo que fueran— cobraban por sus labores en los castillos a cambio de donar a la comunidad la paga de un día. Bosques, al que llaman el Schindler mexicano, terminaría firmando 40.000 visados a europeos perseguidos: republicanos, judíos… Cuando quisieron agradecerle un arrojo que le costó ser confinado por los nazis bajo arresto domiciliario, respondió: “No fui yo, fue México”. Murió en el verano de 1995. Estaba a punto de cumplir los 103 años pero no alcanzó a ver cómo en 2003 una rincón del distrito 22 de Viena recibía el nombre de Paseo Gilberto Bosques (a un paso del Danubio y de la Leonard Berstein Strasse). No se tiene noticia de que en España suceda algo parecido.  Javier Rodríguez Marcos