Jueves 31 de diciembre de 2015
Hoy ha fallecido en Bilbao donde nació el 21 de enero de 1915, DON FRUCTUOSO PÉREZ DE ARRÓSPIDE, ya centenario pero aún muy joven, después de una vida que ha hecho sin duda honor a su nombre.
Nacionalista de “los de toda la vida” (y nunca mejor dicho), fue mendigoizale y luchó en la Guerra Civil, en el Batallón Otxandiano siendo herido en la Batalla de Elgeta. En tiempos de la República sacó plaza de Secretario de Juzgado por lo que Leizaola le reclutó para el Departamento de Justicia del Gobierno Vasco.
Hacia el final de la Guerra se exilió a Argentina, y se casó con su paisana y ahora viuda, Mª Jesús Baroja con la que tuvo dos hijas, Rosa y Anabel, y varios nietos. Hace ya años que volvió a Bilbao, y vivía con su esposa en la calle Ajuriaguerra.
Su humanidad estaba leguas por encima de cualquier sesgo partidista, pero no se puede hablar de él sin decir que se afilió al PNV, presidió el Batzoki de Buenos Aires, fue nombrado socio vitalicio del centro Laurak Bat, y probablemente sea el afiliado más antiguo del PNV vivo (Hasta hoy), de todo el mundo.
Ha fallecido después de unos días en los que se ha fracturado la cadera, ha padecido un ictus y ha tenido una serie de percances de los que milagrosamente parecía que se iba recuperando. Lo cierto es que hasta hace tres semanas era absolutamente autónomo, salía a la calle a pasear con su mujer, hacía recados, se tomaba una cervecita.
A pesar de tener casi 101 años su muerte ha cogido a todo el mundo a contrapié, con la familia dividida entre Bilbao y Buenos Aires, hasta el punto de que su hija Rosa y su nieta Maitena, que aún mantienen su chalet de Maruri, están viendo como pueden venir de Buenos Aires al funeral.
A veces la vida, ese imprevisible campo de minas, nos muestra el lado más helado de nuestra existencia. Nunca se es demasiado viejo para vivir, y la muerte siempre llega temprano y sin esperar a que se la invite. Como en aquel entrañable zortziko que estrenara el tenor Constantino en el Teatro Colón de Buenos Aires, nos queda la esperanza de que algún día nos podamos reunir todos otra vez bajo el “roble y el ombú”.
Goian bego.
Julián Landín
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