1996: CÓMO NEGOCIAMOS LA PRIMERA INVESTIDURA DE AZNAR HACE 20 AÑOS (4).

Sábado 6 de febrero de 2016                        

SEMANA TÉCNICA Y CON EL REY JUAN CARLOS

Pacto MagesticLa semana que comenzaba el lunes 1 de abril de 1996 fue fundamentalmente técnica si bien todo parecía comenzar de nuevo preguntándonos nosotros cómo el PP, si es que pensaba en una segura victoria, no hubiera hecho nada anteriormente pensado para haber ido preparando el terreno en toda una panoplia de asuntos, desde la fiscalidad hasta el desarrollo estatutario. Lo peor era que incluso decían que iba a contar con los nacionalismos y sin embargo les veíamos en todo absolutamente verdes. Sólo podía tener como explicación el hecho de que pensaran que obtendrían mayoría absoluta y no se preocuparon de nada más.

El caso es que aquel fin de semana había sido noticia que Arzalluz había ido a la localidad de Elgeta para hablar a los jóvenes. Les comentó sobre una negociación en la que sólo había “cero patatero”. Asimismo había sido noticia el hecho de que el PSOE nos había prestado senadores para poder formar Grupo Parlamentario y que Jordi Pujol, de forma secreta, se había reunido con Aznar por espacio de casi cinco horas.

Aquel lunes 1 se reunió, como todos los lunes, la ejecutiva del PNV a la que asistió el vicelehendakari Ibarretxe, quien dio cuenta tic las reuniones que había tenido su viceconsejero con Juan Costa para hablar de fiscalidad. Ibarretxe informó de que las reuniones habían ido sorprendentemente bien. Veníamos de la dureza socialista y aquello sonaba francamente bien. Por su parte, el lehendakari Ardanza informó de que había hablado dos veces con Jaime Mayor Oreja, quien le había comentado que estaban encantados con las reuniones y que las cosas iban mejor que con CiU. Por parte del PP, le dijo, tenían ganas de llegar a un acuerdo como fuera.

Esa noche los negociadores tuvimos una reunión con representantes de la Asamblea Nacional del PNV. Queríamos que estuvieran puntualmente informados. Era clave.

Al día siguiente, martes 2, le envié a Rodrigo Rato la documentación que me había hecho llegar Ibarretxe. Con el fin de anunciarle dicho envío hablé con Rato, quien me dijo que era muy importante que Arzalluz se entrevistara con Aznar ya que éste quería hacerlo cuanto antes.

Rodrigo me comentó que era preciso que trabajásemos aquella semana en reuniones técnicas y que teníamos que convocar una con temas referidos al área social, formación y políticas activas de empleo. Aproveché para pedirle una entrevista para Deia. Este periódico quería hacérsela y a nosotros nos convenía para que fuera informando y valorando la posibilidad de un pacto hasta hacía tan poco tiempo imposible. Él me reprochó “el cero patatero” de Arzalluz en Elgeta. “¿Y no es verdad?”, le contesté. Arzalluz por su parte me dijo que estaría con Aznar aquel jueves.

Ese día mantuve un careo amable e interesante en la radio con el diputado Josep López de Lerma de CiU pues ellos andaban en lo mismo. Esa misma noche volvimos a dar cuenta en la Asamblea de Bizkaia sobre los pormenores de la negociación.

A Rato le habíamos enviado toda una serie de documentación auxiliar que me había solicitado. Tuve tiempo de hablar con el portavoz de CiU, Joaquim Molins, quien me contó que la víspera se había reunido con el PP en clave de comisión negociadora y que aquello no lo sabía nadie. Me comentó que pedían la presidencia de dos comisiones, una para el diputado de Unió, Sánchez Llibre. Creía que la negociación iba muy lenta y que de momento ellos seguían diciendo que no. Esa misma impresión la tenía Aznar, con quien Arzalluz había hablado aquel día, y como aquella semana era Semana Santa le dijo que hiciera penitencia. Hablé con Jorge Fernández, el hombre de confianza de Rajoy, y quedamos en vernos el lunes siguiente en el edificio de Grupos de Madrid.

Aquel tipo de negociación se basaba en algo que dijo en La Vanguardia una persona tan poco nacionalista como García de Cortázar: “El café para todos fue un error y se pagará caro. Estaba claro cuáles eran los nacionalismos históricos, y se inventaron, en cambio, autonomías con criterio compensatorio y luego se trató de crear conciencias regionalistas donde no existían. Eso se pagará”. De hecho, por ahí andaban unos con otros con la lupa puesta, como Fraga que hablaba de Galicia y del Senado, o Paco Vázquez que decía que no se mordería la lengua y que formaría un frente común con Andalucía y Extremadura, en contra de las exigencias del nacionalismo insolidario. No habían dicho nada en trece años y ante la fuerza ascendente del nacionalista Beiras, comenzaban ya sus guerras santas.

Y es que, a pesar de haber estado mucha gente callada, la procesión iba por dentro. El propio Alfonso Guerra, en su revista Temas para el Debate, retomó en el editorial de su último número uno de los asuntos de discusión más relevantes del último comité fede­ral del PSOE, el relativo al peligro, para ellos, de que CiU, una for­mación de carácter nacionalista, que sólo actúa en Cataluña, se consolide como partido bisagra.

CON EL REY

He comentado que aquella primera semana de abril fue Semana Santa y por tanto sin apenas actividad política. Así como que el lunes había hablado con Rato, quien me había solicitado los anexos a los documentos. Una semana después me llamó Jaime Mayor Oreja para decirme que no habían recibido nada y que le comentase algo sobre las empresas públicas. Indagué y aquellos documentos estaban en la sede del PP de la calle Génova, 13. Hablé con Ibarretxe y le volvimos a mandar a Oreja los dichosos papeles.

Aquella Semana Santa no produjo información política salvo la fotografía de Aznar, Rato y Pedro J. Ramírez en un balcón de Carabaña viendo una procesión y, sin embargo, el Aberri Eguna había tenido su carga política simbólica pues lo habíamos celebrado en San Juan de Luz (Iparralde). Curiosamente todos alabaron la moderación y contención del PNV. Estábamos en una onda en que todo lo que hacíamos les parecía bien. San Juan de Luz, La Puebla de Labarca y Bilbao fueron escenarios de mítines y actos reivindicativos pespunteados por un documento redactado por Arzalluz; con el título de “Construir Euskadi”. Era un manifiesto argumentado, posibilista, equilibrado y con una clara reafirmación de principios.

Aquel trabajo fue tildado por HB de “auténtico panfleto, patética cadena de despropósitos resultado de una parranda”. EA, por su parte, era partidaria de una mayor cooperación con el PNV en “temas de interés nacional”. Lo escribían dos días después de votarnos en blanco para que hubiera un nacionalista en la Mesa del Congreso.

A Egibar quisieron presentarlo en clave folclórica a causa de haber ido a San Juan de Luz cuando, si el año anterior hubiera hecho lo mismo, la denominada “Brunete Mediática” hubiera dado cuenta de él pero, tanto el Rey, como el portavoz del PP, Aznar y González estaban extrañados de aquel Aberri Eguna sin haber valorado que lo hacíamos asimismo en Iparralde. Pero vuelvo a decir que estábamos en la onda de los buenos chicos y eran momentos, al parecer, de reírnos las gracias.

A pesar de que el 9 de abril en Euskadi era festivo me tocó ir en coche a Madrid ya que al día siguiente debía estar en La Zarzuela con el Rey. Pero ese día había también una interesante reunión negociadora. Era técnica y tenía por móvil hablar sobre asuntos sociales. Por el PNV fueron Olabarría, Balza y Legarda, y por el PP, Juan Carlos Aparicio, Marino Molina y J. Fernández.

Esa mañana nos reunimos en el Congreso y en la sala “Lázaro Dou” los distintos grupos parlamentarios con el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Carlos Westendorp. Pablo Castellano, de IU, le dio un corte al ministro que lo dejó mudo. Le dijo que no representaba nada ni a nadie. Curiosamente todos aquellos diputados hablaban asimismo bien del Aberri Eguna y de las declaraciones e intervenciones de unos y otros. Pensé lo fácil que debe ser, si hay un acuerdo, cambiar el clima de la opinión pública.

De allí fui a La Zarzuela. Había decenas de periodistas en la puerta. Un motorista nos guió por una carretera que ya conocíamos. En la antesala hablé con Fluxá de la situación de Euzkadi, de los viajes del Rey, de Idígoras…

En eso vino un militar que me acompañó al despacho del Rey. Me llamó la atención que entre otros periódicos estaba a la vista el ABC. Saludé al Rey, que me dijo que había estado muy bien el Aberri Eguna, y la intervención de Xabier Arzalluz. Le contesté extrañado y le dije que como todos los años. Se mostró satisfecho de los resultados electorales y de que el PP tuviera que pactar. Y como eran noticia las agrias declaraciones de Pujol, me hizo gracia el comentario de que no había podido oírlas muy bien porque su hija no le había dejado ver bien la tele, pero que en principio no habían sido muy afortunadas, sobre todo en lo referente a la soledad del poder. A Felipe González le había preguntado si el apoyo de CiU le había costado mucho en la legislatura que terminaba y Felipe le había comentado que menos de lo que se pensaba. “Es que Pujol, si no se tiene mayoría, siempre, siempre, tendrá al que gobierna en Madrid por el cuello aunque no lo ahogue –comentó-. Vosotros tenéis un estilo distinto. Vais al grano y no se os saca del piñón fijo”.

Hablamos de la situación vasca. Le comenté que evolucionaba bien y que estábamos dispuestos a hacer política en Madrid y que la negociación avanzaba lentamente. Quizá aquello era debido a que antes negociábamos con funcionarios de colmillo retorcido y con experiencia y en ese momento, con el PP, con políticos casi inéditos. Le gustó el símil y me dijo que Aznar era hombre serio y que su mujer tenía marcha y la impresión de que lo harían bien.

Le tenía aprecio a González, de quien dijo que era un andaluz muy saleroso pero que también creía que vendría bien el cambio de partido en el gobierno. Me repitió varias veces que fuéramos a verle más a menudo y me dijo que quería estar con Arzalluz. El lehendakari Ardanza había hablado con Almansa. Creía que detrás de esa llamada seguramente estaría Arzalluz. “Pues no”, le dije. Sabía que Aznar le había obsequiado vino y que él también. Se levantó y me enseñó la makilla que le había regalado Unidad Alavesa. Me contó que al día siguiente tenía que ir a la final de la Copa en Zaragoza entre el Atlético de Madrid y el Barcelona y que allí estaría Jesús Gil. Y hablando de todo me preguntó por qué en Inglaterra no había vacas locas. “Muy sencillo. Porque allí no hay corridas de toros”, y se rió de buena gana. Me quedé bastante perplejo.

Hablamos de nuestra negociación y me dijo algo tan sorprendente como que no era ningún disparate la transferencia de la Seguridad Social. “Si está en el Estatuto, ¿por qué no?” Le había dicho a Felipe González que no había estado bien que no le hubiera dado la mano a Federico Trillo para felicitarle. González le contestó que ya había mandado un telegrama. Le había preguntado asimismo si haría posible que el PP gobernara y que Felipe le había dicho que lógicamente, no en la Investidura, pero que si tenía dificultad con los presupuestos le apoyarían porque él quería que la legislatura se agotara. Sin embargo, González había dicho lo contrario en Linares y el Rey le había llamado para decirle que le había dejado “con el culo al aire”. El portavoz de Coalición Canaria le había dado buena impresión.

Y volvimos a hablar de Euzkadi. Le recordé cómo hacía tres años, en el mismo sitio, había estado Jon Idígoras, que se había puesto la corbata en el estacionamiento y le pregunté si no prefería eso que tenerlos perseguidos o que no fueran allí. Me dijo que por supuesto le gustaba más que fueran a verle y que hicieran política. Le había dicho a José Carlos Mauricio que no se encasquillara con Martín Villa por lo de Cubillo y que él era partidario de hablar más. “Pues mire, ésta es la cuarta vez que yo vengo donde usted y usted no llama nunca”, le argumenté. Me salió diciendo que en breve iría a Euzkadi para ver el Puerto Deportivo cuya maqueta había visto en Barcelona, luego el Guggenheim, para después dormir en el palacio Artaza y ver Gamesa. Comentó que no veraneaba en Donosti por razones de seguridad. “La misma que en Mallorca y allí tuvo usted un intento de atentado”, le dije. Y seguimos hablando de la negociación y de sus nudos más fuertes. Estuvimos unos cincuenta minutos. Le vi cómodo. Yo también lo estuve pues se mostró afectuoso. Para terminar me dijo que me había oído en la radio que el PNV no sabía todavía qué íbamos a hacer en la investidura pero que él me llamaba allí para ver a quién encargaba formar gobierno.

Al salir comenté sólo este apartado a los periodistas diciendo que con una patata no se puede hacer una tortilla.

REUNIÓN NEGOCIADORA Y ENTREVISTA CON AZNAR

Mientras esto ocurría, los sindicatos UGT y CC. OO, estaban a la expectativa y con la mosca detrás de la oreja entorpeciendo la negociación. Comenzaron a presionar y a amenazar. Los socialistas por su parte comenzaban a decir cosas fuertes. Chaves, Serra, Borrell y Paco Vázquez cultivaban el agravio comparativo, el nuevo eufemismo de la envidia, mientras hablaban de que había que poner en marcha iniciativas para contrarrestar la voracidad nacionalista. Había pasado un mes y las cosas comenzaban a moverse y estropearse.

Ese día 9 de abril se había reunido la Mesa del Congreso. Acordaron aceptar la formación del grupo canario con apoyo de UPN. El PSOE se opuso. No sabíamos si lo que deseaban era que en el futuro no resucitaran los grupos territoriales catalán y vasco del PSOE. El caso es que tras muchos años de protagonismo del PNV y CiU, aparecía un nuevo grupo, el canario.

Como he informado, ese día había habido una reunión técnica de negociación sobre temas sociales. Tanto Legarda como Balza y Olabarría, con quienes almorcé en el Cenador del Prado, venían bien impresionados.

Me llamó Almunia. Quería saber cómo iba la negociación. Me dijo que el PSOE estaba tranquilo y que Guerra también porque si hubiera sido otro el resultado hubieran enredado. Me dijo que iba a mandar a los ministros a provincias y que no deseaban que par­lamentariamente llevaran los mismos asuntos con los que habían trabajado oficialmente. Al único que le había preguntado qué quería hacer era a Pérez Rubalcaba. Pasamos a hablar de cosas propias de los grupos parlamentarios: ubicación, despachos, presidencias de comisiones, etc. Se lamentaba de haber detenido el desarrollo de la relación ya que en 1993 se volcaron en el Pacto Social y luego Saavedra al fijarlo en el 15 por ciento lo fastidió y no tuvo capacidad para imponer nada y a Joan Lerma le faltó tiempo. Borrell y Griñán no pudieron hacer nada.

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