Sale de la cárcel sin nada

Miércoles 28 de marzo de 2018

El Pasado sábado, Koldo Mediavilla, en su habitual artículos semanal escribió una serie de reflexiones que terminaba con ésta que me ha parecido novedosa y digna de ser leída despacio, porque de estas cosas no habla la Izquierda Abertzale, y tienen mucha miga.

Decía así:

“Problema, y muy serio, es buscar un futuro, una resocialización efectiva, para quienes tras largas condenas carcelarias salen de prisión sin un enganche laboral, familiar, afectivo o de protección. Cuando un preso, tras largos años de aislamiento, alejado de su casa, sale de la cárcel, se enfrenta a una soledad infranqueable. La izquierda abertzale trata de salvar ese impacto con el mundo real con los ongietorris, con las flores, los abrazos, las volanderas y hasta los aurreskus. Pero, pasados los petardos y los fuegos artificiales, la solidaridad se esfuma. Es básicamente la estructura de Harrera quien apechuga con esas vidas fracasadas que se enfrentan a un futuro de desamparo. En ese trabajo reparador, asistencial, Harrera busca ayudas. Ayudas para vivir en dignidad. Para tener una documentación en regla, para disfrutar de servicio de salud, para cobrar la RGI, para poder tener acceso a un alquiler social, para poder trabajar, para cobrar una pensión… Y en ese empeño, el Estado protector -¡oh sorpresa!- la Administración vasca que tanto denosta la izquierda patriótica, es la que responde en última instancia.

Por eso molesta, y mucho, que quienes no son capaces de atender a sus jubilados vengan a dar lecciones a todos y a exigir a respuestas a los poderes públicos vascos para que, sin competencia ni recursos económicos derivados de la Seguridad Social, se hagan cargo de una mejora sustancial en las pensiones a modo de complemento. Quince días después de que el pleno del Parlamento Vasco aprobara casi unánimemente una resolución sobre el incremento de las pensiones, su crecimiento al IPC, la eliminación de las medidas impuestas en 2013 y el traspaso de la gestión económica de la Seguridad Social, la izquierda abertzale, esta vez EH Bildu, se desmarca de todos para entrar en subasta populista. Así, se exigía que las instituciones vascas complementaran hasta los 1.080 euros mensuales las retribuciones de los jubilados de este país. Es difícil oponerse a algo tan aparentemente justo. Lo que ocurre es que EH Bildu no quiso decir que en ese supuesto están más del 56% de los pensionistas vascos (cerca de 280.000), lo que supone el 12% de la población total. A la propuesta le faltaba algo básico; la memoria económica. Esto, ¿cuánto cuesta? ¿Quién lo paga? ¿Y de dónde se detrae ese dinero? Alguno dirá que tales interrogantes son “minucias”, que “cuando se quiere bien que se puede”. Seamos serios. Los problemas deben resolverse con rigor, no con la irresponsabilidad de quienes actúan con desapego de la realidad. Cuando se vive abstraído de tal principio, la certidumbre, lo que puede y debe ser verdad y lo que no lo es, importa bien poco. Lo relevante es el parlez-vous, el discurso, el disparate de lo irrealizable. La impostura. Que se generen expectativas inciertas, que se alimente vanamente la esperanza de la gente a sabiendas de su falsedad con el consecuente rebote de frustración y descrédito parece ser lo de menos.

El único ámbito político que alimenta sugestivamente nuestra intriga reside en Catalunya. Inusual, excepcional, inaudito y asombroso. Minuto y resultado. Lo que no mejora, empeora. Y en Catalunya empeora y mucho. El escenario sigue siendo endiablado y la descomposición política advierte de la gravedad de unas circunstancias que amenazan con reventar todo el movimiento soberanista. No me atrevo a hacer más vaticinios. El escenario es tan cambiante que lo que ahora parece una cosa en dos horas es otra bien distinta. Lo advertí en su día; esto puede acabar como el rosario de la aurora. O peor. Y nos pasará factura a todos”.

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