Domingo 16 de diciembre de 2018
Allí estaba, con su sombrero nuevo, comprado expresamente para volver del exilio. Todo en él era simbólico desde que en 1960, en el cementerio de Donibane Lohitzun, juró su cargo bajo un paraguas y ante el féretro del Lehendakari Aguirre. Su sola presencia infundía respeto. Aquel elegante sombrero proyectaba la imagen de un caballero que volvía de otro tiempo. Un halo de elegancia y placidez, lo envolvía todo.
Me tocó en nombre del EBB ir a buscarlo a Paris y acompañarlo en su regreso. Fletamos un avión para que lo hiciera con el fin de que llegara de los cielos aquel símbolo institucional del primer estatuto, de la guerra, el exilio y la represión. No quisimos jugara el papel de Tarradellas presidiendo una cáscara vacía y solo admitimos su vuelta, cuando logramos un estatuto superior al de 1936. Y aquel 15 de diciembre de 1979, ayer 39 años, el Lehendakari volvió a Sondika y fue recibido por sus gudaris.
«Lo primero que diría al pueblo de Euzkadi es que los violentos renuncien de una vez a la violencia y los pacíficos continúen con su apoyo a los elegidos para sacar entre todos a Euzkadi de la noche a la luz del día” fue el mensaje que el Lehendakari Leizaola quiso enviar a los vascos cuando la víspera en París comenzaba su última jornada de un exilio de 43 años. Una jornada que fue de trabajo, como todas las de ese tiempo y comenzó, también como siempre, con la salida, a las ocho y cuarto de la mañana, de su domicilio de Boulevard Arago para dirigirse a la sede del Gobierno vasco en el nº 52 de la Rue Singer del Distrito XVI de París.
En el portal, su nieta -Nathalie Duhart Leizaola se despidió con un beso apresurado para no llegar tarde al Liceo. Corno otros muchos miles de parisinos el Lehendakari compró «Le Fígaro» en su kiosko habitual y se dirigió al Metro. «Esta vez — dijo — sólo he comprado un abono para diez días. Normalmente son tarjetas mensuales pero ahora, con mi regreso, así me ha salido más barato». El Lehendakari conocía bien las 18 estaciones y los transbordos que separaban su casa de la sede del Gobierno vasco: Des Les Gobelins a la Muette, le contó al periodista J.M.Otegui.»¿Miedo al avión? No, en absoluto. Yo me encargué de recibir el Negus», el avión que compró el Gobierno vasco. En aquel primer vuelo se cargó el aparato de la misma manera que el viejo y para sobrevolar el hangar nos vimos obligados a marchar rápidamente a la cola del mismo para aligerar el peso de la proa. Además aterrizar en Sondika me produce una gran satisfacción, ya que este aeropuerto se puso en marcha en la guerra bajo el Gobierno vasco.
Al Lehendakar con su regreso a Donostia le gustaría volver al Jolas-Toki de Herrera donde jugaba al fútbol de medio izquierdo «Mi pareja en la línea era el doctor Usandizaga, el hermano del compositor».
Antes de entrar en la sede de la Delegación, siempre se tomaba un café.El camarero emigrado desde las Landas se enteró ese día de que el anciano del sombrero que ocupaba habitualmente la mesa del rincón era el presidente del Gobierno vasco. «Entré aquí de aprendiz y le he servido todos los, días durante muchos años. ¿De verdad es e! presidente del Gobierno vasco?».
Cuando el Lehendakari llegó a la sede del Gobierno vasco ya se encontraban en ella Antoñica, José Mari Azpiazu y Basurde. Son los que siempre estuvieron con él. Antes también le acompañaron otros, Antolín Alberdi, Andrés Prieto, Luis Ibarra, Andoni Urrestarazu, el doctor Lasa, Neguri, el mismo Irujo…
Con gesto mecánico el presidente también colgó su gabardina y el sombrero en la percha del despacho. Después abrió la correspondencia.
Antoñica había atendido también a la familia del lehendakari Aguirre. Acompañó a la familia Irujo por su exilio en Inglaterra y Francia «¿Dar trabajo don Jesús? —continuó—, si hasta se va a buscar él mismo los billetes del tren». José Mari Azpiazu su secretario, sí está nervioso. Entra y sale del despacho del Lehendakari con numerosos papeles. El presidente Leizaola va a dedicar la mañana a preparar sus discursos de San Mames y Gernika «si me deja el teléfono». Azpiazu se encargó de tamizar convenientemente el aluvión de llamadas.
Mientras tanto «Basurde» (Faustino Pastor) vigila para que todo en la sede esté en orden, y en un momento de descanso baja al sótano para mostrar parte de las instalaciones de Radio Euzkadi y la imprenta donde se tiraban los ejemplares del boletín de la Oficina de Prensa de Euzkadi, el difundido OPE. También los informes de escucha de Radio Euzkadi que transmitía desde Venezuela.
La llegada del consejero del PNV en el Gobierno vasco. Mikel Isasi le dio la información del ambiente que se vivía en Euzkadi. Además de Isasi los Consejeros eran Nardiz (ANV) y Jesús Ausin (IR). Juanito Iglesias (PSE) había dejado el Gobierno y pasado al Consejo General Vasco. E! presidente advirtió su empeño en cerrar las cuentas de la actuación económica del Gobierno vasco y firmar las mismas con fecha de 16 de diciembre.
Ángel Ruiz de Azua le saca una foto histórica rodeado de cajas junto al busto de Aguirre. Pero también estaba preparada la documentación para el caso de que se tomara la decisión de reclamar la sede del Gobierno vasco en la avenida Marceau, comprada con dinero de los vascos y qué tras diferentes avatares durante la ocupación alemana y después de la II guerra mundial hoy ,vergonzosamente sigue siendo Embajada española en París.
A las doce y media como todos los días el Lehendakari salió de su despacho con la gabardina puesta y el sombrero en la mano. Ese día no comió en casa, como él prefería, pero eso le ahorró dos de los viajes de 45 minutos de Metro. Almorzó con nosotros. Tenía el Lehendakari buen apetito y no despreciaba nunca una copita de Armañac al concluir el menú.
Después de comer, el trabajo continuó por la tarde. Algunas visitas no pudieron ser eludidas y otras se recibieron con satisfacción, como la del presidente de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos que acudió a despedirse. La Liga había tenido también su sede en las oficinas del Gobierno. También le fue pasada la llamada de una de las tres hijas que viven en París. Otras dos se encontraban en Bruselas y Koldo —el único hijo varón— en Caracas.
Pero el Lehendakari continuaba encerrado en su despacho. La jornada de trabajo no pudo desarrollarse como él quería. Tampoco el jueves, ni ninguno de los días de aquella semana.
Sin embargo, cuando salió a las cinco para encontrarse con los periodistas parecía satisfecho. Los discursos habían quedado ultimados y las cuentas concluían con superávit por aquel dinero que siempre había sido enviado por los vascos, tanto del interior como del exterior, en especial de Venezuela.
Leizaola desgranó recuerdos: «Probablemente uno de los momentos históricos más felices que he vivido en París fue el fin de la II guerra mundial, pero también otros muchos que me llegaban del País Vasco que quizás no fueron tan clamorosos pero sí igual de hondos. Indultos, liberaciones, la apertura del proceso democrático. Con pleno convencimiento —añadió— la muerte de Franco no fue un hecho alegre sino un hecho físico. Y prefirió hablar de Ajuriaguerra y de sus charlas cuando el Lehendakari le esperaba en un pequeño café al lado de la estación de Austerlitz y con muy pocas palabras tomaban decisiones “apuntadas en esas notas que tengo ahí en mi cajón».
El presidente añadió que siempre había esperado que llegara el momento en que los vascos recuperaran sus instituciones y comentó que «mi exilio ha sido un largo y laborioso paréntesis».
El jueves le habían despedido los vascos de París que le regalaron una makila, como símbolo de su autoridad, y el Lehendakari nos dijo “que esa makila llegará a Euzkadi con la firma de todos los presentes será traspasada a todo el Pueblo Vasco que es en quien recae, esa autoridad. Nuestro deber es rendir cuentas”
A las siete el Lehendakari anunció su regreso a casa. Siempre lo hizo a la misma hora y aquella víspera, a pesar de los periodistas, a pesar de la importancia del momento, a pesar de las emociones, no había por qué cambiar. Además, en casa, estaba programada una cena familiar.
El trayecto de regreso también fue el mismo: la Muette, transbordos de Michel Ange-Auteuil y Jussieu para concluir en Les Gobelins. Al día siguiente, el 15, Jesús María Leizaola, presidente del Gobierno de Euzkadi, no tomaría el Metro. Jesús María de Leizaola, dio fin en Sondika a 43 años de exilio.
No debemos olvidarnos del Lehendakari Leizaola. Desgraciadamente su estatua, esculpida para estar en el Paseo de la Zurriola, sigue incomprensiblemente dentro de los muros de la Diputación de Gipuzkoa. Y a él, lo que le gustaba, era ver el mar. Y ser un hombre de bien.