Entre el dolor y la nada

Lunes 13 de septiembre de 2021

Me encanta Laureano Márquez, un intelectual, escritor, cómico venezolano al que le duele Venezuela y escribe cosas tan sentidas como éstas:
“El cambio de rumbo de la oposición venezolana, de toda ella, desde la que pedía una invasión inmediata de los marines norteamericanos hasta la más cercana al régimen, denominada por algunos «colaboracionista», marcará la orientación de la nación venezolana en los próximos años. No es este un comentario hecho con la intención de malponerlos ni acusarles de debilidad o docilidad frente al régimen totalitario. Por el contrario, hemos visto a lo largo de estos 21 años muestras de valentía, compromiso y lucha que harán historia. Vidas arrebatadas con indolencia, especialmente entre nuestra juventud.
La oposición venezolana ha terminado tomando el derrotero que las circunstancias le permiten. «Nunca es dura la verdad, lo que no tiene es remedio». Entre proclamar una salida mágica y transitarla, como hemos visto, puede mediar un abismo. Si hubiese otro camino más expedito, ya lo habrían tomado, porque supone uno que a ningún opositor le resulta sencillo digerir la idea de la prolongación de esta tragedia, más allá incluso de la fecha en que habían profetizado su caducidad: el 2021. El régimen, pues, se ha anotado una victoria, se ufana de ella y humilla en su mejor estilo.
Por otro lado, lo que acabamos de ver en Afganistán muestra que el mundo democrático no esta dispuesto a asumir los costos que implica llevar la democracia a aquellos países que no están preparados para ella. Las luchas de las naciones por su libertad será una lucha solitaria y lenta, sin mayor apoyo que la retórica hermosa de las proclamas desde los países de tradición democrática. Todas las dictaduras son atroces y las de izquierda lo son más, porque dan la impresión de venir –a diferencia de las otras– sin fecha de caducidad. A pesar de ello, también acaban y aunque uno no vaya a ver su final, debe seguir trabajando para alcanzarlo.
El destino de la oposición en los años venideros será el de operar bajo las reglas y limitaciones que el régimen político establezca. En condiciones desventajosas, de abuso de poder, inequidad y falta de transparencia.
Podría suceder, incluso, que haya algún éxito electoral y puede también que el régimen lo acepte y hasta que lo respete si le parece que su desempeño se realiza bajo ciertos parámetros que le resulten convenientes. La oposición trata de garantizar ahora solo su supervivencia en libertad (es decir, sin prisión) y, sin duda, de frenar lo más que le sea posible el proceso de destrucción del país. Será una lucha larga y difícil. Puede que a muchos les parezca poca cosa o una traición inaceptable, pero las torturas que puedan ahorrarse, las masacres que puedan evitarse, las vidas de presos políticos que puedan salvarse, la población que pueda vacunarse. Cualquier acción que salve vidas será un avance, un magnífico avance.
«Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor». Quizá esta frase de William Faulkner es la que mejor define la actual situación de la oposición venezolana.
Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

El gran desengaño sobre Biden

Domingo 12 de septiembre de 2021

Bret Stephens es un afamado columnista de opinión del New York Times, el periódico más influyente de los Estados Unidos. Ha escrito un duro y desengañado trabajo sobre un Biden que, le ha, nos ha, decepcionado, y se preocupa por el futuro. La diferencia de este tipo de intelectual con los republicanos de Trump es la capacidad autocrítica que tienen. Un trabajo así no sale de ninguna factoría del partido de Trump.
Dice así:
Este 11 de septiembre, un presidente disminuido presidirá una nación disminuida.
Somos un país que no pudo evitar a un demagogo de la Casa Blanca; no pudo evitar que una turba insurreccional asaltara el Capitolio; no podía ganar (o al menos evitar perder) una guerra contra un enemigo moral y tecnológicamente retrógrado; no puede vencer una enfermedad para la que existen vacunas seguras y eficaces; y no puede confiar en el gobierno, los medios de comunicación, el establecimiento científico, la policía o cualquier otra institución destinada a operar por el bien común.
Una civilización “nace estoica y muere epicúrea”, escribió el historiador Will Durant sobre los babilonios. Nuestra civilización nació optimista e iluminada, al menos para los estándares del día. Ahora se siente como si se estuviera convirtiendo en una senilidad paranoica.
Se suponía que Joe Biden era el hombre del momento: una presencia calmante que irradia decencia, moderación y confianza. Como candidato, se vendió a sí mismo como presidente de transición, una figura paternal en el molde de George HW Bush que devolvería la dignidad y la prudencia a la Oficina Oval después de la mendacidad y el caos que vinieron antes. Es por eso que voté por él, al igual que muchos otros que alguna vez se pusieron rojos.
En cambio, Biden se ha convertido en el emblema del momento: testarudo pero inestable, ambicioso pero inepto. Parece ser la última persona en Estados Unidos en darse cuenta de que, cualesquiera que sean los méritos teóricos de la decisión de retirar nuestras tropas restantes de Afganistán, las suposiciones militares y de inteligencia sobre las que se construyó eran profundamente defectuosas, la forma en que se ejecutó fue una humillación nacional y una traición moral, y el momento fue catastrófico.
Nos encontramos conmemorando la primera gran victoria yihadista sobre Estados Unidos, en 2001, justo después de lograr la segunda gran victoria yihadista sobre Estados Unidos, en 2021. El memorial del 11 de septiembre en el World Trade Center: agua cayendo en cascada en un vacío y luego goteando, fuera de la vista, en otro, nunca se ha sentido más apropiado.
Ahora Biden propone seguir esto con su proyecto de ley de reconciliación presupuestaria de $ 3.5 billones, que Jonathan Weisman de The Times describe como «la expansión más significativa de la red de seguridad de la nación desde la guerra contra la pobreza en la década de 1960».
Cuando Lyndon Johnson lanzó su guerra contra la pobreza, su legislación asociada, desde cupones de alimentos hasta Medicare, fue aprobada con mayorías bipartidistas en un Congreso demócrata desigual. Biden tiene ambiciones similares sin los mismos medios políticos. Esto no va a salir bien.
La semana pasada, Joe Manchin, demócrata de West Virginia, publicó un ensayo en The Wall Street Journal en el que dijo: «Yo, por mi parte, no apoyaré un proyecto de ley de $ 3.5 billones, o en ningún lugar cercano a ese nivel de gasto adicional, sin mayores claridad sobre por qué el Congreso elige ignorar los graves efectos que la inflación y la deuda tienen en los programas gubernamentales existentes”.
¿La Casa Blanca está prestando más atención al mensaje de Manchin que a los informes de inteligencia clasificados durante el verano que advierten sobre la perspectiva de una rápida victoria de los talibanes?
Quizás Biden supone que la legislación, si se aprueba, resultará cada vez más popular con el tiempo, como Obamacare. Ese es el escenario optimista. Alternativamente, podría sufrir una calamidad legislativa como la reforma del sistema de salud de Hillary Clinton en 1994, que habría terminado con la presidencia de Bill Clinton salvo por su fuerte giro hacia el centro, incluido el fin del “bienestar tal como lo conocemos” dos años después.
Incluso el precedente optimista fue seguido por una derrota demócrata en 2010, cuando el partido perdió 63 escaños en la Cámara. Si la historia se repite en las elecciones intermedias de 2022, dudo que incluso los ayudantes más cercanos de Joe Biden piensen que tiene la resistencia para luchar en su camino de regreso en 2024. ¿Ha demostrado Kamala Harris el talento político para recoger los pedazos?
Quizás lo que salvará a los demócratas es que la debilidad de Biden tentará a Donald Trump a buscar (y casi con certeza ganar) la nominación republicana. Pero luego existe la posibilidad de que gane las elecciones.
Hay un camino de regreso desde el borde de este acantilado. Comienza cuando Biden encuentra una manera de reconocer públicamente la gravedad de los errores de su administración. El aspecto más vergonzoso de la retirada de Afganistán fue la incompetencia del Departamento de Estado a la hora de expedir visas para miles de personas elegibles para venir a Estados Unidos. La rendición de cuentas podría comenzar con la renuncia de Antony Blinken.
El presidente también podría aprovechar la «pausa estratégica» que ha propuesto Manchin y presionar a los demócratas de la Cámara de Representantes para que aprueben el proyecto de ley de infraestructura bipartidista de $ 1 billón sin retenerlo como rehén del proyecto de ley de reconciliación de $ 3,5 billones. La infraestructura es mucho más popular entre los votantes intermedios que la repetición de la Gran Sociedad que nunca se suponía que fuera parte de la marca Biden.
Mi sensación es que Biden no hará ninguna de las dos cosas. Los últimos meses nos han dicho algo preocupante sobre este presidente: es orgulloso, inflexible y cree que es mucho más inteligente de lo que realmente es. Esas son malas noticias para la administración. Es una peor noticia para un país que necesita desesperadamente evitar otra presidencia fallida.

La historia del Sinaia y la retirada de su calle en Madrid

Viernes 10 de septiembre de 2021

Escribí el otro día un post sobre las dos lanchitas, la Donibane y la Bigarrena, que saliendo de Baiona llegaron a Venezuela en un hito increíble hace 82 años. A raíz de eso hablé con Arantza Amezaga que acaba de terminar su segundo libro, una historia novelada, dedicada al terrible y rocambolesco viaje de El Alsina donde fueron judíos, vascos, republicanos, Monzón y hasta el ex presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, dejando en el puerto de Marsella a gentes con el pasaje en regla gracias a las sucias maniobras del policía Urraca. Y hablando de la necesidad de tener una colección de relatos sobre los barcos del exilio ese día me había llegado un comentario sobre la travesía del Sinaia, un viaje en barco de exiliados republicanos que huían de la Segunda Guerra Mundial. Había en él nacionalistas vascos y catalanes.
Me gustó el triste relato que se producía en el momento en el que el PP le quitaba su calle en Madrid. La historia, cuyo autor desconozco es ésta.
Se la quiero dedicar al alcalde que hace de Madrid la ciudad que enaltece el Fascismo. Esta es la (breve) historia de un barco, el Sinaia.
Era un buque de pasajeros de bandera francesa contratado para llevar a México a los refugiados republicanos aceptados por Lázaro Cárdenas. El 25 de mayo de 1939 embarcaron en él 1599 personas, unas 300 familias que venían de los campos de concentración. Niños, mujeres y hombres bregaron en los muelles, como los afganos en el aeropuerto, por embarcar hacia una vida lejos de la guerra.
Iban hacinados, se sobrecargó, como los aviones que hemos visto estos días,
El capitán era sinvergüenza, gentuza que se quedó con parte de la ayuda que debió llegar al pasaje, pero ocurrió algo.
A bordo viajaba parte de la élite intelectual española, lo mejor del país, los que querían un país moderno pero acabaron construyendo el gran México dinámico de los años 50. Junto a obreros y gente de toda condición viajaban las mejores mentes de España y se organizó la vida en el barco.
Cuando cundía el desánimo, de alguna parte, sonó “Suspiros de España”. Lo estaba interpretando la Orquesta Sinfónica de Madrid, exiliada en gran parte con sus instrumentos como casi único equipaje. Los hoy supervivientes, entonces niños, tienen marcadas a fuego las lágrimas del momento.
Se organizaron exposiciones, conferencias, fiestas con lo que había. Era la Guerra de la sonrisa contra el miedo sobre el abismo del desarraigo y el dolor.
Allí viajaban José Gaos, Manuel Andújar, Pedro Garcías… y Ramón Gaya.
Siempre he pensado que fue el hombre más triste del mundo aquel el 25 de mayo de 1939. Había perdido a su mujer, Fe Sanz, en el bombardeo franquista contra la población civil de la estación de Figueras. Su hija, de dos años, sobrevivió. Él, junto a los escritores de la revista Hora de España cruzó los Pirineos con el ejército republicano y fueron internados en el campo de concentración de Saint-Cyprien. Allí nuestros vecinos los rodearon de alambradas, los sometieron al hambre, el frío y los piojos. Cuando salió fue a Cardesse, donde estaba la casa de su amigo el pintor inglés Cristóbal Hall, que se hizo cargo de su niña.
Había perdido su familia, su país, su idea de un futuro y tantas cosas más.
En aquel barco se editó “Sinaia. Diario de la Primera Expedición de Republicanos Españoles a México” dirigido por Isidoro Enríquez Calleja, del que se publicaron 18 números gracias a un mimeógrafo. Estaban camino del exilio y editaron una revista para su gente, con la que dieron consejos, consuelo en forma de textos de todo tipo. Gaya escribió este maravilloso artículo, que deja ver que hay una fuerza interior capaz de superar todo cuando la vida se debe abrir camino.
En aquel barco murieron al menos dos exiliados y nació una niña a la que pusieron Susana Sinaia Caparrós.
Tras 19 días durísimos llegaron a Veracruz, donde los recibió el Secretario de Gobernación junto a 20.000 personas apiñadas en los muelles. En su discurso dijo.
“No os recibimos como náufragos de la persecución dictatorial a quienes misericordiosamente se arroja una tabla de salvación, sino como a defensores aguerridos de la democracia republicana y de la soberanía territorial, que lucharon contra la maquinaria opresora al servicio de la conspiración totalitaria universal. El Gobierno y pueblo de México os reciben como a exponentes de la causa imperecedera de las libertades del hombre. Vuestras madres, esposas e hijos, encontrarán en nuestro suelo un regazo cariñoso y hospitalario”
Ayer el Ayuntamiento de Madrid retiró la placa que daba una calle al Sinaia y volvió a colocar la del Crucero Baleares, el barco más sangriento de la Guerra, aquel que disparó sobre la carretera mientras la gente huía de Málaga. Junto a los aviones nazis e italianos mató a unos 5.000 civiles desarmados, muchos de ellos niños, que huían a Almería. El cuadro se pintó tras el bombardeo de Guernica, pero aquella tragedia, La Desbandá está ahí.
Sobre la retirada de la calle. Cada uno sabrá cuál es su barco.