Lunes 24 de marzo de 2025
Caústico, habitual colaborador de esta página, y a quien agradezco sus opiniones, me pide rescatar este recuerdo a la viuda del Lehendakari Agirre. Lo publiqué el 16 de abril de 2020.Aqui está:
No conocí a José Antonio de Agirre, aunque si a su viuda Mari Zabala. Estuve varias veces con ella en su casa de Donibane y en la de Algorta, detrás del ayuntamiento de Getxo. Cuando Carlos Garaikoetxea fue elegido en 1979 presidente del Consejo General Vasco, como primer acto del nuevo presidente le acompañé a dos lugares. A la tumba de Juan de Ajuriaguerra en el cementerio de Ibarrekolanda en Deusto y a visitarle a Dña. Mari Zabala Aketxe, viuda del Lehendakari donde pudimos hablar de muchas cosas. En aquellos tiempos se cuidaban más estos detalles.
El recuerdo que tengo de ella es de una señora muy amable, elegante, familiar y muy fumadora. Eran tiempos en los que fumar no era aparentemente peligroso y ella lo hacía, comentando en la , que José Antonio fumaba mucho, y, en los últimos años con boquilla. Nos dijo que habían estado de viaje de novios en Noruega. En ese año, José Antonio era diputado en el Congreso y luchaba en pleno bienio negro para sacar adelante el primer estatuto de autonomía.
El matrimonio tuvo tres hijos, Aintzane, Joseba e Iñaki y una vida de aventura. En su fuga vía Berlín, Doña María era la Vda. de Guerra, un venezolano de los Andes fallecido, personalidad que le sirvió de tapadera en aquella rocambolesca huida, datos que describe Agirre con humor en su libro “De Gernika a Nueva York, pasando por Berlín” .
La fotografía que ilustra este trabajo es del día en el que en Getxo, en mayo de 1978, se inauguró este recuerdo al lehendakari donde aparece un perfil de Agirre con el mapa de Euzkadi completo. En el acto estuvo el entonces presidente del EBB, Carlos Garaikoetxea, Aurora Vda. de Joseba Rezpola, toda la familia, dirigiéndonos unas palabras, además de Garaikoetxea, el presidente de la Junta Municipal de Getxo que era Peru Garate, muy recientemente fallecido. Tras descubrir el monumento un txistulari y el público entonaron el Himno Nacional Vasco. La Plaza de la Trinidad resultó insuficiente. Para dar cabida a los miles de personas concentradas con muchas ikurriñas, rótulos y estandartes de las Juntas Municipales del PNV.
La víspera, los actos de homenaje comenzaron con una rueda de prensa en el Carlton, antigua sede de Lehendakaritza, donde el europeista Guy Heraud, que había sido candidato presidencial en Francia, explicó el motivo de su visita.
Había venido expresamente a los actos de homenaje. Por la tarde y tras una misa en San Antón, nos fuimos todos a la Plaza Nueva que se llenó de bote en bote y puedo decir que estuvo llena pues se había habilitado una especie de tribuna desde uno de los balcones que dan a la Plaza Nueva y me tocó hablar, y desde allí se veía todo a rebosar, junto a Iñigo Agirre, Eneko Caballero y Guy Heraud.
Previamente, la viuda del Lehendakari saludó desde ese balcón y la plaza se cayó en aplausos. Varios minutos de una ovación tremenda. Por la noche fuimos al Anboto a una cena organizada por la Junta de Begoña que fue la encargada de los actos. Previamente habíamos puesto una placa en la fachada de la casa de la Calle La Cruz, donde Agirre había nacido. La había esculpido el suegro del burukide Rafa Agirre. Esa placa fue destruida por la extrema derecha y posteriormente restaurada. Es la que hay en la actualidad.
En los postres intervino Carlos Garaikoetxea, Rafa Agirre, Juan Ajuriaguerra, Iñaki Olarra, y el profesor Guy Heraud, haciendo José Antonio Durañona de traductor al profesor. En el cincuentenario del primer Aberri Eguna celebrado en Bilbao.
Al Lehendakari Leizaola le pedimos un mensaje, que gustosamente nos lo hizo llegar desde Paris, donde nos decía que los vascos estábamos en deuda con Agirre. Don Manuel de Irujo no pudo venir desde Iruña y nos mandó este mensaje, que describe de maravilla y con palabras precisas, la importancia del Lehendakari. No me resisto a dejar de transcribirlas. Esta fue la nota:
“Siento no hallarme presente el día del homenaje al Lehendakari. José Antonio era un hombre fuera de serie. El sentido humano, cordial, que sabía dar a sus abrazos, era de esos que no se aprenden en los libros, ni se reciben en la taquilla de una institución de crédito. He conocido a quienes han realizado un largo viaje por el solo placer de escucharle, de oir de sus labios la proyección del futuro, de recibir un abrazo o un apretón de manos suyo. José Antonio era un inestimable capital.
Las circunstancias en las que le tocó vivir no le permitieron aplicarlo a la vida de Euzkadi en la medida en la que pudo desarrollarse en una situación normal. El robusto trazo de su paso por la Presidencia de Euzkadi, hubiera sido mucho más marcado y trascendental en una vida civil, de paz y de trabajo.”
Pero no acabaron los actos en dicho monumento. Por la tarde, en la plaza San Nicolás de Algorta comenzó el mitin de homenaje donde hablaron Eugene Goyhenetxe, profesor de la Universidad de Pau, Guy Heraud que dejó claro que Euzkadi no era una región sino una nación, el joven Gorka Aurre en euskera, el catalán Josep Lluis Carles de Unió, José Ángel Cuerda, Xabier Arzalluz y cerró Carlos Garaikoetxea.
Como se ve, en aquellos años, celebrábamos estas cosas por todo lo alto y con gran entusiasmo, algo que hoy se ha perdido. Nos tocó vivir aquello y lo malo es que en la actualidad, las nuevas generaciones no han palpado, ni sentido este ambiente de continuidad histórica y de reconocimiento a los demás.
Cuatro años después y en el cincuentenario del primer Aberri Eguna, DEIA le hizo una entrevista a la viuda del Lehendakari que la traigo como aporte al conocimiento de la figura de Agirre en el sesenta aniversario de su muerte en Paris. Fue realizada por María Luisa Idoate que recorre toda una vida plena de vicisitudes, alegrías y amarguras; de exilio y esperanzas trasunta de una existencia en la que no había cabida para el odio.
Es este el motivo por el que hemos elegido este texto para hablar de su familia. Nadie mejor que la compañera de toda una vida para hablarnos de la personalidad de un hombre que es historia en nuestro pueblo.
«Recuerda el primer Aberri Eguna como si lo estuviese viendo. La viuda de José Antonio Agirre, con los ojos un poco ensimismados, mira hacia atrás y deja caer lentamente las palabras: «Se celebró en Bilbao en 1932, y como hoy lo recuerdo, fue magnífico. Nadie pensó que llegase a ser lo que fue; la gente se volcó. Se bajó por el Sagrado Corazón hasta Sabin Etxea. Casi estoy viendo aquellos vaporcitos de Bermeo que también participaron…» Mari Zabala vio en aquella primera vez «algo que se podía realizar», un recuerdo imborrable que en los tiempos difíciles le hizo repetir: «Adelante, hay que seguir adelante».
¿Cómo fueron los preparativos?
Después de haber vivido la dictadura de Primo de Rivera, todos los batzokis empezaron a organizarse. La gente tenía entusiasmo porque era tiempo de cambio y podía manifestarse.
¿Qué hacías tú en aquellos años?
Entonces estaba todavía soltera. Vivía en Algorta, cerca de José Antonio. No me casé hasta el año siguiente, hasta el 33, y recuerdo que viví los preparativos con mucha ilusión.
¿Participabas en las actividades políticas de José Antonio?
Seguía los mítines y las actividades de José Antonio pero siempre en un segundo plano.
¿El mejor Aberri Eguna que recuerdas?
El primero, porque entonces me di cuenta que lo vasco estaba vivo y tenía que seguir vivo.
¿Y el más triste?
Hubo un Aberri Eguna tristísimo. Lo pasé en París, en 1960, pocos días después de morir José Antonio. No asistí a la celebración, claro. También hubo otro muy triste: Separados, él en Berlín y todos nosotros en Bélgica, sin saber qué iba a ocurrir.
¿Qué significaba el Aberri Eguna para José Antonio Agirre?
La fiesta de la esperanza en el día de la Resurrección. Porque esto de la fiesta de la Resurrección hoy ya se nombra poco. Ya lo dice en su libro: la fiesta de la esperanza, pero celebrada desde y en todos los lugares. En la cárcel, en el exilio. Porque no todos los Aberri Eguna han sido felices.
¿Cómo os conocisteis?
En realidad desde siempre, porque vivíamos muy cerca. Yo entonces tenía 15 años. Sus hermanos estaban también en el mismo colegio. Era el típico conocimiento de la gente que vive en un sitio pequeño. Un trato de amigos, con temporadas mejores y peores. Figúrate que él era del Athletic y yo del Arenas. El día que había partido nos mirábamos desde lejos y con cierta simpática tensión, según el resultado. Entonces se estilaban las cuadrillas de chicos y chicas, por separado. Paseabas, te encontrabas, cruzabas algunas palabras. No era como ahora, que vais todos juntos y las chicas están en cualquier parte, igual que los chicos.
¿Cómo era aquella Mari de 15 años?
Era eso, una chica de 15 años. Poco preocupada de las cosas trascendentales. Tengo muy buenos recuerdos del colegio, de las amigas. Era una vida fácil y normal en una chica de entonces.
¿Y él?
Optimista, muy optimista. Tenía una fe enorme en nuestro país, en nuestro pueblo. Era de carácter fuerte y yo también —¿verdad, Aintzane?—, pero no tan consecuente como él.
La viuda de José Antonio —como prefiere que se la conozca— ya no participa en los Aberri Eguna. Como el cuerpo le pide tranquilidad, dice haber pasado la «antorcha» a los hijos. Aunque reconoce que se preocupa mucho más que antes por todo lo que sucede, y, como siempre, prefiere permanecer en un segundo plano.
¿Un segundo plano deseado, Mari?
Siempre permanecí en un segundo plano, y creo que así estaba bien. José Antonio tenía mucha personalidad y yo también. Yo mandaba en casa, pero no fuera. Cada uno a lo suyo. Eran otros tiempos.
Pero su actividad política influiría de algún modo en tu vida…
Él nunca hablaba de política en casa. Era familiar, alegre y cariñoso. Sobre todo alegre. Nunca nos enterábamos de sus preocupaciones. Su aspecto de hombre público sólo lo notábamos por la cantidad de visitas.
¿Quieres decir que nunca os hablaba de política?
En casa, de la política no se hablaba nunca, pero se sentía. El era optimista, pero optimista por disciplina, y gracias a esto conseguía no comunicar sus preocupaciones a otros. Era lo positivo en todo, con una gran fe. Los hijos se criaron en un ambiente de gran tolerancia. Era muy abierto en todo y esto se comunica. A los chicos les hablaba en euskera, pero no se lo imponía. Estaba tan convencido que simplemente lo transmitía. Tú sabes distinguir a un convencido del que no lo es.
Acostumbrada a esta imagen familiar, Mari recuerda que se sorprendió el día que le oyó dar un mitin durante el Estatuto de Estella: «Estuvo muy acertado y aquel día me sorprendió, porque me di cuenta de la capacidad que tenía para arrastrar a la gente. Tenía carisma con la gente, hablaba mucho y era muy simpático. Pero en casa era ante todo padre y marido».
¿Llegaste a sentir celos de la política?
No, celos nunca, porque sabía que estaba entregado a ella. Pero algunas veces me parecía excesivo que se entregase tanto. ¡Dios mío, lo que trabajó aquel hombre! Sobre todo por las noches, le gustaba trabajar de noche, y eso que se levantaba temprano. Siempre leyendo o escribiendo. Le gustaba mucho escribir y leer. Libros, libros y más libros. A su regreso pensaba entregar su representación y dedicarse a escribir. Sobre todo temas históricos. Nos decía que no teníamos una historia escrita por los vascos sino por sus enemigos.
¿Y soledad?
Soledad, tampoco. Él viajaba mucho, pero yo sabía el porqué. Me quedaba un poco apenada, pero sabía que era su gran ilusión.
A pesar de todo, Mari, aunque José Antonio se dejase el trabajo en la puerta de casa, aunque no comunicase sus preocupaciones, llegó un momento en que la política te dio de lleno. Hasta el punto de tener que huir con la casa encima y conocer palabras como campos de minas y exilio. En estos tiempos difíciles, ¿apareció también la palabra miedo?
Sí, hubo momentos de miedo. Los que más recuerdo son los de la guerra: aquella inquietud de que se acercaban por momentos. Aquel barco que nos sacó de Estocolmo. Todavía puedo ver cómo atravesamos aquel campo minado. O los momentos en que estuvimos separados, él en Berlín y nosotros en Bélgica.
¿Y momentos de alegría?
¡Uff, tantos! Cuando nacía un hijo, cuando veía que él actuaba bien, cuando le eligieron presidente del primer Gobierno vasco… Bueno, entonces sentí alegría y preocupación al mismo tiempo.
Mari, ¿te consideras una persona optimista?
No, optimista no. Yo diría más bien realista.
Sin embargo, recuerdas más momentos buenos que malos, das la vuelta a lo negativo, sacando lo positivo… ¿No será que a fin de cuentas te contagió aquel optimismo del que hablas?
No, la verdad es que éramos dos polos opuestos, pero nos complementábamos muy bien. Él me enseñó todo lo bueno que me queda. Si no fuera por José Antonio, yo sería completamente distinta. En la vida te pasan tantas cosas que te van formando. Y si tienes a tu lado a una persona como él —y no es por ensalzarlo—, bueno en tantos aspectos, te deja necesariamente mucho de bueno.
Y tú, ¿le influiste de algún modo?
Yo, en lo que más le pude ayudar es en distraerle de alguna preocupación, en llevar la casa con orden, en contarle las cosas que yo veía y él ,procesaba.
Luego, aunque no comunicaba sus preocupaciones, tú las conocías…
Sí, claro.
Mari Zabala da el «pego». A primera vista, incluso hablando con ella, es lo más parecido a una balsa de aceite: tranquila, de gesto suave y media voz. Cuesta creerle cuando confiesa que es una persona terriblemente nerviosa. Quizá —como ella dice— las cosas que han ocurrido en su vida tengan mucho que ver con esta falsa imagen de calma.
¿Qué hechos marcaron más tu carácter?
La guerra, la novedad del exilio, los cuatro años en América. Aprendí bastante de todo esto.
¿Qué supuso la guerra?
Una tristeza terrible, fue algo inesperado. Pero estas situaciones, cuando uno es joven se llevan mejor y esperas que van a acabar pronto.
Termina la guerra, ¿qué piensas entonces?
Que hay que seguir, seguir hacia adelante. A pesar de las amenazas, que las tuvimos, cuando casi nos secuestran .Fueron años de muchísima violencia, sin derechos humanos, con persecución y tratando de llevar siempre una antorcha encendida en aquella inmensa oscuridad. Y lo hizo.
¿En el exilio?
El exilio supuso un cambio de vida radical. No sentí miedo. Simplemente me preguntaba qué iba a ser de nosotros. José Antonio repetía que se había perdido la guerra en parte, pero que todo se arreglaría, cuando finalizase la guerra mundial. Cuando yo me preguntaba qué iba a pasar, me contestaba: «Para adelante, hay que seguir adelante». Salimos de aquí las dos familias, con nuestros padres, y vivimos en París hasta la invasión alemana. Figúrate si fuimos privilegiados que pudimos huir a Estados Unidos, después de un viaje de película y lleno de riesgos de todo tipo. Un Lehendakari disfrazado de panamelo, con una Sra. con hijos pequeños, con la Gestapo por detrás, en el Berlín de Hitler y con todos los falangistas tratando de hacerle lo que le hicieron a Companys.
¿Piensas que fuisteis privilegiados huyendo entre obuses y campos de minas?
Sí, hemos sido unos privilegiados. Dicen: ¡Lo que pasasteis, lo que sufristeis! Y qué, ¿qué pasamos? Sustos, sólo sustos. Se puede decir que fueron sustos. Y eso que no soy optimista. Reconozco que he tenido una vida interesante, como pocos, y en los recuerdos guardo lo mejor. Y sobre todo mucho agradecimiento al pueblo vasco y a tantas gentes buenas que hay por todas partes.
Y luego, América…
Entonces le ayudé bastante, porque yo sabía inglés y él tuvo la fuerza de voluntad de aprenderlo. Yo también aprendí mucho en la vida práctica. Sobre todo en lo que se refiere a la apertura de americanos para acoger a personas de mentalidades completamente distintas. En el 46, cuando regresamos a París, volvió a nacer la vida. Sentía un gran optimismo por la victoria de los aliados.
Mari dice que la memoria le hace algunas jugarretas, pero lo cierto es que no le bailan los años ni los recuerdos. A lo mejor no recuerda algo que le pasó ayer, pero aún puede ver cómo sudaba su madre de miedo la primera vez que subió a un avión.
¿Qué piensa Mari Zabala del hoy?
Todo ha cambiado mucho, quedamos los viejos y es normal que todo cambie.
¿Y de todo lo que está ocurriendo, de lo que pasa?
¿De lo que pasa? Eso me pregunto yo: ¿Qué pasa? Somos tan pocos y tan mal avenidos… Si todos pensamos lo mismo, si queremos lo mismo, habría que limar muchas cosas en la sociedad vasca.
Mari, ¿qué te ilusiona hoy? ¿Sigues repitiendo aquel viejo dicho: «¡Hay que seguir adelante!».
Me ilusiona el seguir adelante, el que haya paz, y todas esas cosas que se van consiguiendo poco a poco y que son muy importantes, aunque a veces no se tengan en cuenta.
¿Y qué te entristece?
La violencia y toda esa intolerancia: Cosas que impactan aún más a la gente mayor.
¿Algún miedo?
Miedo, no, pero sí cierta preocupación ante la sombra de un golpe.
¿Y fuera de la política?
En la vida se tiene miedo a muchas cosas.
Mari Zabala, o, como ella prefiere, la viuda de José Antonio, vive con los recuerdos en su sitio cálido y los retratos que les regalaron los amigos al casarse colgados en la pared.
Cuadros que salieron enrolados al exilio. Uno en cada tabique: «El de José Antonio tiene una luz muy difícil para las fotos».
Y por cuarta vez repite que ya basta, que con todo lo que nos ha contado «haréis una cosa pequeñita, ¿no? .Que no sea muy grande, de verdad. Y Ángel Ruiz de Azua pide una última foto, delante del retrato. Pero no es la última, porque los disparos se repiten. Una más. A ver, otra, sólo otra. Mari protesta: «Pero, ¡qué horror!, otro rollo. Con lo caras que están las fotos». Y en la misma puerta del ascensor: «Cuidado, dale a este botón, que si no bajas hasta la bodega». Repite: «Una cosita corta ¿eh?». Siempre intentando mantener ese segundo plano, ese hueco escondido y ese cada cual a lo suyo.
Gracias Iñaki. Junto a un gran hombre, una gran mujer. Ni detrás ni delante. Juntos.
Entrañable crónica.
Una señora tan discreta que mucha gente desconocía que vivía aquí. Una vida de película. Tenemos que ser, como ella, realistas. Todo ha cambiado mucho, pero no dejaremos de celebrar el día de la Resurrección. Eso, por nada y lo tenemos cerca. Mis aitas también se casaron en Begoña, y lo hicieron un 14 de Agosto. Cuidando el detalle, beti.
Dejando asuntos políticos aparte y ahora que el matrimonio es casi considerado como una aberración, tomemos la palabra quienes hemos tenido la suerte, como José Antonio y Mari, de que la cosa no sólo sea tan terrible como se la pintan a la juventud casadera. Se puede dar lugar a un núcleo familiar que sirve de apoyo y refugio y da estabilidad emociona. O sea que tener perros es guachi pero tener hijos, nietos y todo eso pude dar más sentido a la vida que hacer fit boxing, cycling, dar la vuelta al mundo en patinete o ser influencer. Leo lo que he escrito y siento que me pueden lapidar por ello ésos y ésas que no se soportan más allá de de unos pocos meses o añitos. Las fotos de arriba son un símbolo de todo el rollo que he soltado. Posdata: Mis aitas también se casaron en Begoña, se dejaron el pellejo para comprarse un pisito después de la guerra civil, mi aita trabajaba 10 horas al día, a mi ama le habían quitado los fascistas su plaza de magisterio y sacaron adelante tres hijos.
Y fueron lo felices que se puede ser mientras se tiene salud.
Mari y José Antonio también fueron felices a pesar de sus dramáticas circunstancias. Y buenas personas que es lo más importante.
Parece que ya se fue el prior de El Valle de los Caídos, buen paso…, ahora lo que hay que hacer es que los benedictinos salgan ya definitivamente de allí, lo siguiente que las familias que quieran recuperar a sus muertos puedan hacerlo, y después, pues seguir el mismo modelo de los campos de exterminio nazis…, montar allí un museo contra las guerras, dictaduras, golpes de estado y fascismo, junto con otro que abarque cómo se construyó El Valle de los Caídos (tanto técnicamente, como el que se hizo con prisioneros de guerra republicanos), y luego otro que abarque la historia de la II República, el golpe de estado, la guerra civil, la dictadura y la transición (por lo menos…), esto por supuesto hay que hacerlo con un consenso democrático y siempre siempre de la mano de historiadores (si aparte de afear al franquismo por sus hechos, hay que afear en ocasiones al bando republicano por sus hechos, pues si se trata de historia, se hace…), y siempre con la idea de que una cosa así, no vuelva a ocurrir nunca.
Y de esta forma se de un paso importante hacia la normalización democrática con el resto de Europa.
Por supuesto, esto no es el fin, pues aún hay que anular las condenas políticas del franquismo, rescatar de las cunetas a los muertos cuyas familias quieran, todavía hay placas, calles, monumentos, plazas y edificios con los nombres de fascistas que deben ser desmantelados, recuerdo a las víctimas, y un relato académico (hecho por historiadores), consensuado y democrático, de lo que fue la II República, el golpe de estado, la guerra civil, la dictadura y la transición (por lo menos…), que debe ser aceptado por medios de comunicación, políticos, profesores (de colegios y universitarios) y ser impartido en España y explicado al mundo, advirtiendo también del revisionismo histórico (por supuesto siempre puede haber gente que no lo admita, pero eso pasa en todos los países y son minorías).
De cualquier forma, la ida de este señor abad pro franquista (sino me equivoco), es un buen paso en la dirección correcta, va muy lento, y hay cosas que nunca se podrán hacer para vergüenza de España como el no haber juzgado a los verdugos del franquismo, pero se avanza.
(Los padres españoles hablan a sus hijos en Español, sin imponerles. ¡Maravilloso!).
(Los padres catalanes hablan a sus hijos en Català, sin imponerles. ¡Maravilloso!).
(Los padres gallegos hablan a sus hijos en Galego, sin imponerles. ¡Maravilloso!).
(Los padres gibraltareños hablan a sus hijos en English, sin imponerles. ¡Maravilloso!).
(Los padres finlandeses hablan a sus hijos en Suomi, sin imponerles. ¡Maravilloso!).
(Guraso euskaldunek Euskaraz hitz egiten diete seme-alabei, inposatu gabe. Zoragarria!).
EAJ/Kristau-Demokrazia: Familia, Lana, Segurtasuna, Demokrazia.
Mari Zabala, Joxe Antonio Agirrerekin bizitza bat.
Mari Zabala, apareció esporádicamente en diversos mitines con presencia de su esposo Joxe Antonio Agirre y también en actos del PNV. La viuda de Agirre representó «el cierre de una historia en la que miles de vascos se exiliaron de la barbarie sanguinaria del régimen terrorista de Franco».
EAJk Mari Zabala bere familiarekiko eta fede katoliko-jeltzalearekiko zuen fideltasunagatik nabarmendu zuen.
La jeltzale Mari Zabala, siempre reivindicó Paz y Democracia para la Nación Vasca y el Reino Español.
Goian Bego Mari Zabala andre jeltzalea.
https://youtu.be/sACaKp7nnaM?si=4VZ5wu8Tukyxwmq1
Quema de libros durante el franquismo, algo bastante lógico sabiendo lo ocurrido, como tantas otras cosas esto no ocurrió solo en la Alemania nazi, pero en España es poco conocido… (al final como dicen en el programa, los franquistas tuvieron 40 años para borrar las pruebas de sus crímenes).