Lunes 19 de diciembre de 2011
Donde mejor se ve un debate de Investidura no es desde el escaño o desde el palco del hemiciclo, sino en casa viendo la tele. Sobre todo por el sonido. Te evitas la saludadera, y estás más cómodo. Escribo ésto tras la primera, intervención de Rajoy. Lo esperado. Rebajas y petición de unidad. Ninguna alusión a un problema que tiene ante sus narices como es la implicación de la hija y el yerno del rey en una serie de delitos. Al parecer, tanto Rajoy como Zapatero hablaron de este vidrioso tema el pasado jueves cuando el primero fue a visitarle a La Moncloa. Pero nada se dirá en público. Y es urgente regular esta forma de actuar impune.
Mucho menos cuando la operación cortafuegos, tras un mes con la Casa Real noqueada, ya ha empezado. La Razón titulaba el domingo con un patriótico: «Los españoles con su rey». Se le ve a éste encima de una gran bandera española que cubre la portada, para anunciar que han hecho una encuesta y que el 8l,3% apoya el papel del monarca y “un contundente 88,2% aprueba su decisión de apartar a Urdangarin de los actos oficiales». Y si es así y si el rey le ha apartado por falta de ejemplaridad, ¿por qué no se cayó del Christmas navideño?.
En el otro extremo, El País ha encontrado la coartada. «La Casa del Rey pidió a Urdangarin que buscara, trabajo fuera de España» para decir internamente que un amigo del rey, el conde de Fontao, analizó en 2006 las actividades del yerno y llegó a esa conclusión. En otra página Metroscopia decía que el 89% de los preguntados aprobaba la decisión de apartar al yerno del Rey de la agenda oficial. Ninguna pregunta sobre la Infanta, ninguna pregunta que pusiera en cuestión esa milonga insufrible da que la Monarquía es la Institución más valorada por los españoles, ninguna pregunta sobre el delito que supone el encubrimiento que es un delito.
Se ve que el PP y el PSOE y los medios, que siempre han apoyado el juancarlismo, han metido la marcha atrás y se van a centrar únicamente en Urdangarin. Posteriormente y tras el debate de Investidura harán un apaño con la información de las cuentas y aquí paz y luego gloria.
Más en sintonía con la realidad y la demanda de información Deia se preguntaba en portada si peligraba la corona de Felipe VI diciendo que “las graves derivaciones del caso Urdangarin pueden pasar factura al heredero del rey y a la propia monarquía”. Es verdad. La magia se ha acabado.
Y para hablar de ésto me invitaron a La Noria este sábado. Y fui. En ETB, nunca hablan de estas cosas y La Noria es el programa de opinión política más visto por la ciudadanía. A él han acudido Artur Mas, Bono, Rodríguez Ibarra, Montilla, Anguita y ésta semana le achacaban a Rubalcaba no haber ido en campaña y haber perdido una oportunidad de oro. Tiene un seguimiento millonario.
Me avisaron que saldríamos al aire a eso de las once de la noche. No fue así. Fue pasada la medianoche porque, malpensado de mí, cuando diseñaron el programa no pensaron que iba a comenzar la operación Cortafuego.
El caso es que llegué, y me llamaron al maquillaje. Allí le saludé a Celia Villalobos que dejaba el programa al haber sido elegida vicepresidenta primera del Congreso. Llegó de diputada a Madrid en 1986 y ha sido alcaldesa de Málaga y ministra de sanidad. Se expresa en lenguaje llano, pero me parece una mujer bastante vulgar. Esposa de Arriola, el consejero áulico de Aznar y Rajoy, el de “Váyase señor González” y el de la teoría de la crispación. Y me pasaron a la sala donde estaban María Antonia Iglesias, Carmen Enríquez que ese día había escrito un artículo ditirámbico en La Razón, Mariángeles Alcázar, experta en chismes de esa Casa y una escritora de apellido Vallejo. En la otra parte Alfonso Rojo a quien conocí en Guinea, María Antonia y yo. EI panel estaba muy descompensado. AlIí no estaba ni Pilar Rahola, ni Verstrynge, por poner a dos republicanos sino estuve rodeado de supermonárquicos y juancarlistas. Yo era el único patito feo.
En el saludo le dije a Jordi González, que es un buen profesional, que gracias a Urdangarin el ABC dejó de llamarme Ignacio. Y cuando pude esgrimí mi teoría. La de los restantes panelistas era la de centrarse en Urdangarin de quien María Antonia dijo que era un ladrón. La mía es que la ocasión hace al ladrón, independientemente de que el muchacho había roto el saco con su avaricia. Y saqué la Constitución hablando de la “irresponsabilidad” del monarca. Siempre en Madrid saca de quicio que un nacionalista esgrima la Constitución. Y en ella dice claramente que la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, caso único en Europa. Di a entender que la Corte es el patio de monipodio, el rey ha hecho de su capa un sayo, ha sido imposible investigar nada, la prensa y los partidos le han protegido, ha existido impunidad e inmunidad y en eso llega un jugador de balonmano y cae en la trampa y hace lo que el suegro, pero sin inmunidad. Y cuando se dan cuenta le dicen que ponga agua de por medio y César Alierta le hace Consejero de Telefónica, donde ya estaba Fernando Almansa, que fuera Jefe de la Casa Real. Una mano lava la otra. Y la Infanta está más implicada que el yerno, pero de lo que se trata es que ésto no le salpique en nada. Y por eso nadie se cae de la tarjeta de Navidad, a pesar de que el propio rey y el jefe de su casa Spotorno, hayan dicho que la conducta de Urdangarin no ha sido ejemplar.
Pero claro. Decir esto siendo interrumpido, a las doce y medía de la noche, hora y media más tarde de lo que me dijeron y con contertulios tan plegados al juancarlismo y con un Jordi González poco beligerante, a pesar de la claridad del reportaje previo, me hace pensar que hasta a La Noria ha llegado la operación Cortafuegos. De todas maneras me agradó que una señora del público, ante el poco tiempo que tuve para rebatir tanto cortesanismo, moviera la cabeza afirmativamente y respaldando mi argumentación. Siempre se agradecen estas cosas.
María Antonia Iglesias, a quien conozco desde su época de directora de informativos de TVE en tiempos de González y de García Candau, y con quien he trabajado mucho, en este tema es radicalmente monárquica. Dice que el país no está para ruidos y sabiendo que el invento no se sostiene ella lo apoya, como muchos españoles, como mal menor y está furiosa con el yernísimo por haber puesto en peligro la “ejemplaridad y credibilidad” de una monarquía parlamentaria sostenida por el silencio, como le enseñé a Jordi González, ya que me llevé la Constitución y mi libro donde hace dos años denunciaba esto. Lo ojeó pero no lo nombró. En fin, que España es así, señor mío.
Al salir hablé con Alfonso Rojo de la precariedad de los periódicos digitales, con María Antonia de la situación política y con Carmen Enríquez de su embelesamiento con la monarquía. Me dijo que era yo quien había cambiado y que las Infantas debían buscarse la vida ya que no tienen ningún estatus
Le expliqué el motivo de mi cambio una vez más y le pregunté para qué las Cortes fijan a la Casa Real un presupuesto de 8,2 millones de euros. El rey gana cien veces más que el presidente del gobierno. Saludé a Jimmy Giménez Arnau y a Pilar Rahola.
Y el domingo, ésto fue el sábado, como tenía la mañana libre ya que la huelga de Iberia restringía los vuelos y no tenía cupo y tenía que volver o en autobús o en tren, decidí hacerlo en tren. Y como la mañana estaba fresca y luminosa, desde el hotel, a mitad de La Castellana, hasta la Thyssen llegué andando en media hora. Fue un bonito paseo donde vi como en el Museo de Cera de la Plaza Colón estaban haciendo el agosto con la imagen de Urdangarin, y su inmediato desplazamiento.
Es curioso como llevando tantos años en Madrid no había tenido oportunidad de visitar el Museo Thyssen Bornemisza en el Palacio de Villahermosa al lado del Congreso. Es una colección magnífica con pinturas del Renacimiento y el Clasicismo, y pintura veneciana del siglo XVIII. Hay apartados dedicados a la pintura flamenca y alemana así como presencias puntuales de la pintura francesa y española. Lo más destacado es la pintura holandesa reunidas por la familia Thyssen a lo largo de dos generaciones. Vale la pena y el museo estaba lleno.
De allí, al pasar por el Palace, le pregunté al portero, a quien conozco de siempre, por donde se iba a la Plaza de Carrasco, donde empieza el Rastro. Me lo indicó y por la calle El Prado, pasé Santa Ana y llegué a la Plaza Mayor, vi la animación que había en los tenderetes puestos con arreglos navideños, músicos callejeros, mimos y bajé por el Arco de Cuchilleros y llegué a la Plaza de Carrasco. Recordaba el Rastro con más cacharrería y en el suelo. Ahora es un inmenso Mercadillo con ropa de los que hay en todas partes pero con muchísima gente. Saludé a un matrimonio de Eibar que había visto La Noria y la señora me dio toda una clase de teoría republicana, también a un matrimonio gipuzkoano, un palestino, y mucha gente. Madrid es una ciudad acogedora, tranquila y muy de aluvión donde la gente trata con amabilidad, salvo excepciones. El Madrid de los Austrias es bonito y animado. Me fui a la calle Cayetano a ver pintura y comí en el restaurant cubano de la calle el Prado, el Tocororo, tamales y arroz a la cubana con una piña natural exquisita. Y todo por doce euros.
Y algunos tenderetes con literatura, banderas, insignias y fotografías republicanas. Madrid fue la última ciudad en caer y quiso ser la tumba del fascismo, aunque la conjunción de armamentos, ayuda nazi y fascista y aislamiento internacional, lograron aquel nefasto parte de guerra del Generalísimo. «Vencido y desarmado el ejército rojo….» Pero en sus calles vuelve a enarbolarse la bandera republicana con naturalidad. E irá a más.
A las cuatro cogí el tren Alvia en Chamartín. Tardó cinco horas en llegar a Bilbao, pero no me quejo. Pude leer, ver una película que pusieron, observar el paisaje, tomarme una cerveza, hablar por el móvil, sacar correos. En veinte minutos llegamos a Segovia, en hora y media a Valladolid, en dos horas y media en Burgos, en tres y veinte a Miranda y a las nueve menos cuarto en Bilbao. Fuera hacía mucho frio, dentro la temperatura era perfecta. Y el costo, 75,70€. En Chamartín le había visto a Txema Oleaga que me dijo que hasta Burgos iba en tren y en Burgos cogía el coche para llegar a Bilbao y hacerlo aun más corto. Lástima que seamos los últimos en tener la Alta Velocidad, porque lo demás es comodísimo. Incluso el control de entrada que se limita a las maletas y no te hacen quitar el cinturón, la chaqueta y los zapatos. Una cosa más que he refrescado en este viaje.
Hace unos días Chirac,ex presidente de la REPUBLICA francesa,era declarado culpable de malversación de fondos públicos…parece qué en todas partes cuecen habas y no por eso piden piden el cambio de régimen.
Hombre, el impresentable Oleaga tomando un coche en Burgos, que quiere llegar cuanto antes.
Qué asco.