Domingo 15 de junio de 2025
La corrupción en España tiene una coreografía perfectamente ensayada: cae el asesor, dimite el político menor, se allana una sede de partido en horario de máxima cobertura. Pero el poder permanece intacto. El poder verdadero. El que no se sienta en el Congreso sino en los consejos de administración. Ahí donde no se entra con orden judicial, sino con trajes a medida y comisiones “de éxito”.
¿Se atreverá alguien a registrar la sede de Acciona? ¿A inhabilitar a Ferrovial, Sacyr, ACS, OHLA o FCC para contratar con el Estado tras pagar mordidas, sobrecostes y favores políticos que luego se cobran en diferido, vía BOE?
No lo harán. Porque saben lo que significa abrir esa puerta: destapar que no hay separación entre política y negocio, sino una continuidad estructural. Las constructoras no financian la política, la diseñan. No solo construyen infraestructuras: construyen poder.
En España, la cleptocracia no se oculta. Se regula. Se licita. Se firma. Las mordidas no aparecen en bolsas de basura, sino en pliegos de condiciones. Las empresas que pagan comisiones no son desviaciones del sistema: son el sistema.
Por eso las UCO no entran en las torres acristaladas. Por eso los jueces no embargan planes urbanísticos. Porque el dinero no deja huellas cuando se camufla de inversión estratégica, de colaboración público-privada, de modernización.
Y así seguimos: procesando a intermediarios mientras se premia a quienes pagan el soborno con contrato público incluido. Inhabilitamos al alcalde, pero no a la constructora que lo tentó. Despedimos al asesor, pero no cancelamos la adjudicación amañada.
Lo que no se dice en voz alta es lo que más importa: si mañana se aplicara la ley de contratos con la misma firmeza que se aplica al pequeño comercio o al migrante sin papeles, medio Ibex quedaría fuera de la obra pública.
¿Y entonces qué? ¿Quién construiría los hospitales, los trenes, las macroprisiones, los peajes de sombra, los cuarteles de la Guardia Civil?. La respuesta da miedo y el Sistema es cobarde. Y por eso nadie hace la pregunta.
La verdadera impunidad no es la que se oculta. Es la que se institucionaliza. La que se respeta. La que nadie se atreve a interrumpir. La que huele a cemento fresco y a poder bien distribuido.
Todo esto que reproduzco está en clave de presunción. ¿No es así?