MI LIBRO: AQUELLA COMIDA EN GUETHARY

Domingo 1 de mayo de 2016

Aquella comida en GuetharyAcabo de terminar un libro con este título. Creo que tiene su interés. Y explico de que va.

En 1988, en los Cuadernos de Sección de la Editorial Eusko Ikaskuntza, publiqué como Separata con Koldo San Sebastián un trabajo sobre «Santiago Aznar y La Crisis del Socialismo Vasco (1939-1946)». Posteriormente Koldo fue encargado por el Consejero de Industria, Comercio y Turismo de 2001, Josu Jon Imaz, de escribir una biografía del citado primer Consejero de ese Departamento. Y así lo hizo y el trabajo fue presentado en el Hotel Carlton, antigua sede de Lehendakaritza donde Santiago Aznar había acudido decenas de veces, en los meses de guerra al Consejo de Gobierno presidido por el Lehendakari Aguirre.

Aquella separata terminaba en 1946 tras presentar el Consejero Aznar al Lehendakari su dimisión después de diez años de pertenencia al primer ejecutivo de la historia vasca y habiendo pasado por las mil vicisitudes de la guerra y el exilio en Europa y América.

Koldo y yo jugábamos con ventaja. Me casé en Caracas con la nieta de Santiago Aznar y además de conocerle y tratar con él en su casa y en el Centro Vasco, dejó a su fallecimiento dos grandes cajas repletas de cartas, apuntes, agendas y folletos de todo tipo. El material era invalorable pero adolecía de estar centrado fundamentalmente en aquellos años 1939 -1946 años en los que pudo conservar sus papeles cerca de él.

Aquel buen trabajo tenía la particularidad de resumir en 49 páginas aquellas luchas políticas en las que la parte nacionalista del Gobierno Vasco ponía como condición a los socialistas su «obediencia vasca». Se conmemoraba en 1939 el centenario de la primera ley abolitoria de los Fueros Vascos fecha que el Lehendakari quiso recordar enviándole una carta abierta al dictador de España, Francisco Franco, amén de otros actos y manifiestos. Con este telón de fondo y con el hecho de la pérdida del territorio como consecuencia de la guerra, con todo lo que ésto supuso de persecución, refugio, exilio, penurias de todo tipo y falta de perspectiva en aquellos años de plomo, se produjeron varios chispazos dialécticos en el seno del Gobierno Vasco que casi dieron al traste con la unidad del ejecutivo que Aguirre mimaba con especial celo, mucho más tras la pérdida de la guerra.

Koldo, como buen cirujano, sometió a la correspondencia entre Consejeros al bisturí del cirujano-historiador para, en esas cincuenta páginas, tener una visión de conjunto de lo que había ocurrido. Y la Separata quedó como un buen aporte para el estudio de nuestra Historia contemporánea.

Pasado el tiempo he vuelto a aquellas cartas para hacer hincapié en las consecuencias que tuvo una comida, con su larga sobremesa, en la localidad turística en Iparralde, Guethary.

Allí Monzón y Nardiz hablaron con desenvoltura de como veían al Gobierno Vasco, su futuro, la «obediencia vasca», y el trabajo de los tres Consejeros socialistas (Aznar, Gracia y Toyos) ante un resabiado dirigente socialista como Miguel Amilibia al que no se le ocurrió mejor cosa que dar cuenta de aquella comida informal a su compañero Sergio Echevarría. Acercó la cerilla encendida al reseco prado y ardió Troya.

Y como a este incendio se le unían otras llamas aquello originó dimisiones, portazos, malas caras, reuniones tensas así como enfrentamientos por lo que Aguirre hubo de emplearse a fondo para restablecer la calma y la armonía dentro de lo posible.

Todo eso está en las cartas que publico en su integridad, sin que el cirujano meta su mano en lo que en un momento determinado escribieron Aguirre, sus Consejeros y los dirigentes socialistas, alguno esperando ocupar el lugar de uno de sus tres compañeros. Condición humana.

Es el valor de este libro que tiene este aporte inédito como la descripción de la salida de los vascos de Figueras a Perpignan, la descripción de cómo funcionaba la Delegación de Bayona, la dimisión de Monzón y la negativa del Lehendakari para aceptársela, las demandas del Comité Central Socialista de Euzkadi para tener más mano en el trabajo con los refugiados y enterarse de qué iba la cosa así como los debates sobre «la obediencia vasca» y los enredos de un Miguel Amilibia implacable.

Y termino con tres aportes importantes de cartas escritas por Aguirre a Irujo y a Lizaso en 1943 resumiendo lo vivido aquel año de cambio de la década del treinta al cuarenta resumiendo sin florituras lo que habían vivido aquellos meses antes de abandonar Paris por la entrada de los alemanes, pero año y medio después, así como el super resumen de la odisea del Lehendakari en Alemania cuando logró huir de la Gestapo y del franquismo. Casi la conclusión del libro tiene los fuegos artificiales de este buen análisis presidencial. Es Aguirre, como digo, en estado puro, con su evidente capacidad política que se palpa en cartas que él seguramente nunca pensó las airearíamos como es la obligación de la historia y por eso lo hacemos. Aguirre no solo es San Aguirre, sino el político Aguirre que por cierto en su trabajo de apagafuegos sale en todas las cartas muy bien parado. Y, en momentos, dando un puñetazo en la mesa.

Además del valor histórico de los datos aportados, las cartas tienen el inmenso valor de conocer el aporte personal y talante de cada uno de los implicados, la mano izquierda de José Antonio Aguirre, el por qué llamaban a Santiago Aznar «el diplomático», las malas pulgas de Amilibia, el siempre cabreado Toyos, la perplejidad de los Consejeros, el frenazo de Monzón y Nardiz, y el inmenso caudal de datos que aporta una carta oceánica del Lehendakari al Comité Central Socialista de Euzkadi, a la manera del Gran Capitán, detallando todos los trabajos, todo lo hecho en pro de los gudaris y refugiados en los campos de concentración, refugios y centros asistenciales de aquel Gobierno al garete en el exilio en 1940 pero que daba sopas con honda a todos los republicanos que andaban a pelea diaria y con la mayoría de sus exiliados sin asistencia ni referencia alguna.

En el capítulo de Biografías publico diez de las personas que salen en este libro destacando la antológica carta de despedida que le envió el Lehendakari Aguirre a su Consejero Aznar tras aceptar la dimisión de éste en 1946 y tras haber logrado que las maniobras de Prieto y Joyos no prosperaran a la hora de invalidar la existencia del Gobierno Vasco en el exilio.

Como se ve es una gota en el océano de lo que pasó en aquellos años tan singulares para unas personas que jamás pensaron iban a verse envueltos en semejantes vivencias formando parte de aquella tragedia y que, creo, conviene conocer.

 

 

UNA ASIGNATURA PENDIENTE

Domingo 1 de mayo de 2016

Caja de Ahorros Vizcaina 001Fue muy meritoria la iniciativa del Parlamento Foral Navarro de reconocer y poner una placa en recuerdo de todos los alcaldes, concejales y cargos públicos perseguidos y fusilados por los militares sublevados hace ahora ochenta años. Quizás el Parlamento Vasco y Eudel debería tomar una iniciativa parecida. Es una asignatura pendiente.

Me ha venido ésto a la memoria al haber fallecido el jueves 22 de abril Joseba Solabarrieta. Tenía 93 años y era uno de los hijos del alcalde de Ondarroa de 1931 a 1936. Y permítanme contar aquella historia paradigmática.

Es una más de las centenares que vivió nuestro pueblo y que se están disolviendo en la niebla del paso del tiempo.

Con el arquitecto Bastida, amigo del ministro Prieto, y gentes del pueblo, el alcalde, sacó adelante la dársena interna que convirtió a Ondarroa en unos de los puertos punteros del Cantábrico. Pero estalló la guerra y aquello cambió su vida.

Las tropas sublevadas avanzaban. El 1 de octubre se aprobó en el Parlamento de Madrid el primer Estatuto de Autonomía. Había que elegir un presidente que formara ese gobierno y, a falta de posibilidad de elección popular, se   convocó a todos los representantes de los ayuntamientos vascos para que se eligiera un Lehendakari. De esta manera fue designado José Antonio de Aguirre y Lekube, antiguo alcalde de Getxo y diputado en Cortes. Solabarrieta estuvo votando aquella histórica jornada del 7 de octubre en la Casa de Juntas de Gernika.

Sin embargo, José M. Solabarrieta ya no pudo volver al pueblo del que era alcalde, a la localidad que presidía y que se encontraba a unos pocos kilómetros. Estaba el primero en la lista para ser fusilado. Mientras Aguirre era nombrado Lehendakari en Gernika, en Ondarroa se reunió el ayuntamiento de forma fraudulenta, bajo la presidencia de Juan Bautista Beitia, que constituyó un nuevo ayuntamiento: el Ayuntamiento franquista. Aquel robo iba a durar cuarenta y tres años.

Todos los funcionarios del ayuntamiento en nómina fueron destituidos. La   orden argumentaba lo siguiente: por «completa depuración de los funcionarios y empleados públicos, mediante la renovación absoluta y la sustitución de los desafectos, por quienes por su constante patriotismo y sana ideología no infundan la menor sospecha sino todo lo contrario, es decir, una adhesión franca y manifiesta hacia el Movimiento salvador encaminado a la regeneración de España».

Y cayó la larga noche de la dictadura y represión. Se abolió el Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia por «provincias traidoras», se eliminó la   autonomía y se aprobó un decreto ignominioso de responsabilidades políticas   para quienes no se sublevaron ni conculcaron la ley.

La casa del alcalde fue saqueada. La zapatería desvalijada. Todas sus   pertenencias incautadas, su fábrica de conservas ocupada, su   tienda y su pequeño banco desbaratados, sus acciones y participaciones en los pesqueros y astilleros, bloqueados. El alcalde y su familia se quedaron con el cielo arriba y la tierra abajo. Como muchos. Y en esa orgía de latrocinio, violencia y muerte,   sus propios compañeros de corporación, obedeciendo una orden militar, le usurparon su mandato popular.

Había llegado a Ondarroa la cruel dictadura del general Franco, mientras la mujer del alcalde, caminando por monte, y entre peñas, se vio forzada a dejar su propio pueblo.

Franco, aquel militar sanguinario, tenía que demostrar por la fuerza que la culpa de su propia sublevación la tenían los «rojo-separatistas». A tal efecto el 9 de febrero de 1939 redactó una ley de responsabilidades políticas. Su preámbulo aclaraba que su objeto no era otro que «liquidar las culpas de este orden contraídas por quienes contribuyeron con actos u omisiones a forjar la subversión roja, a mantenerla durante más de dos años y a entorpecer el triunfo del Movimiento Nacional. Se traducirá en efectividades prácticas las responsabilidades civiles de las personas culpables».

«Los Tribunales compuestos por militares, magistrados y Falange española   actuaran con arreglo al ritmo del Movimiento Nacional».

“También se aplicará a las personas que después del 18 de julio se hayan opuesto al Movimiento Nacional con sus actos o con su pasividad».

Seguidamente se declaraban fuera de la ley a todos los partidos políticos y sociales que integraban el Frente Popular, «las organizaciones separatistas y todas aquellas que se hayan opuesto al Movimiento Nacional».

No contento con ésto, nombraba uno a uno todos los partidos entre los que se encontraba el «Partido Nacionalista Vasco, Acción Nacionalista Vasca y Solidaridad de Trabajadores Vascos». En el capítulo segundo quedaban «Incursos en responsabilidad política y sujetos a sanción los que habían   desempeñado cargos o representaciones de carácter público o privado».

El propio Francisco Franco firmó esta ley en Burgos, una ley de   responsabilidades políticas que era un decreto personal, donde de un plumazo quedaron derogadas el resto de las leyes.

Lógicamente con semejante amenaza, que costó la vida a tanta gente, nuestro alcalde lo tenía claro y comenzó a preparar su viaje a Venezuela. Recuperó a sus hijos que estaban, como “niños de la guerra” en Bélgica, y con ayuda del Gobierno Vasco preparó su viaje a Venezuela. En aquella época la guerra mundial ya se había iniciado en Polonia. Francia estaba a punto de caer y la amistad de Franco con Hitler era tan manifiesta que no auguraba nada bueno.

En enero de 1940 reclamó Solabarrieta de la Caja de Ahorros Vizcaína que le fueran devueltos los depósitos que mantenía en la institución financiera. El Contador de la Caja le remitió a la ciudad de Larressore, donde vivía con su familia, la siguiente respuesta:

Bilbao 24 de Enero de 1940

Sr. Don José María Solabarrieta

Maison Deudarieta

LARRESSORE B.P. (FRANCE)

Muy Sr. nuestro:

Acusamos a Vd. recibo de su atta. 12 del corriente, debiendo manifestarle en su contestación, que no nos es posible acceder a sus deseos, debido a que   el saldo que arroja su cuenta está bloqueado.

De Vd. atto. ss.ss.

Jamás le devolvieron lo que era suyo. Aquel latrocinio de Bancos y Cajas de Ahorro, sigue impune. La BBK sigue teniendo esa deuda. Es otra asignatura pendiente.

La guerra mundial era un hecho. Francia estaba dividida. Las comunicaciones eran penosas pero a sus 56 años, con su mujer y cuatro hijos, el alcalde se fue a Marsella. ¿Qué podía hacer ante tan incierto presente, sin posibilidad de volver a Ondarroa y con el estallido de una guerra mundial?.

Llegaron a Marsella. El barco era un carguero francés, el ‘Comissaire   Rammel’, cuyo cometido era recoger a la tropa francesa, a cuantos marinos se encontrasen en Tahití. Debía pasar el canal de Panamá en un viaje complicado con Italia en guerra, viajando sin luces y con las provisiones que cargaron en Argel, muy medidas, para llegar cuanto antes.

Además de la familia Solabarrieta iban otros vascos como el cartelista del   nacionalismo Nik-Kintana, los Arozena, Burgaña, Landa, Salutregi, Berroeta y   Albert. Berroeta que se pasaba el día sacando fotografías, pero todos decían que aquel trasto no tenía rollo.

Con el riesgo de ser interceptados y hundidos por algún submarino o atacados por algún acorazado arribaron a Panamá.

Estuvieron tres días en aquel país soportando un calor húmedo atroz.   Afortunadamente un   mutrikoarra, les arregló los   papeles.

Siempre hay un vasco providencial en cada sitio. Éste era medio contrabandista, ex-pelotari y relacionado en una serie de negocios.

Logró que un pequeño barco holandés que iba costeando el continente les sacaran de allí. Pararon en Barranquilla (Colombia), para llegar de noche al puerto de la Guaira en el litoral venezolano.

Como era de noche se veía mucho movimiento. Aquello parecía un país pujante. Al día siguiente contemplaron un panorama totalmente distinto. Casuchas que llamaban ranchos y un paisaje desolador muy distinto al que habían dejado. Pero no les importó. Allí otro vasco animoso y original, de Getaria, Silvestre Isasti, les invitó a un vermouth y con aquel traguito empezó para el alcalde de Ondarroa la vida en el trópico. Era el 24 de junio de 1940, día de la batalla de Carabobo que selló la Independencia de Venezuela de la monarquía española.

Joseba (GB) hijo del alcalde iniciaba una nueva vida en el trópico donde viviría cincuenta años. En el Centro Vasco de Caracas, pueblo grande, conoció a Esther Aznar, hija del Consejero de industria Santiago Aznar. Y allí se casaron y rehicieron la vida de unos exiliados aventados de su patria.

Es una de las muchas historias desconocidas. Lo que está pasando con los refugiados sirios, no es ajeno a la historia de nuestro pueblo. Y conviene recordarlo.

EL PROBLEMA ESTRUCTURAL Y VITAL DEL PARTIDO SOCIALISTA DE EUSKADI

Viernes 29 de abril de 2016

Eduardo Madina(Comprimida)Todas las encuestas anuncian un serio batacazo del PSE el 26 de junio. A pesar del trabajo loable de Idoia Mendia buscando su nicho electoral diferencial, el intento  de mejorar resultados, es cada vez más difícil. Pierde votos en cada elección, y no porque pacte con el PNV, sino porque su electorado no lo ve como un partido útil y representativo de los socialistas vascos. ¿Qué aportan?. Muy poco.

El PSE tiene un problema de fondo. Es una sucursal de un partido de ámbito español, en poco se diferencia en las esencias patrias con el PP, y sus líderes más notables huyen del país para hacer carrera en Madrid.

Y mientras no tengan dirigentes de valía trabajando en Euzkadi y  que la gente  no vea que se toman en serio lo vasco, siendo su ámbito de actuación lo vasco, poco va a hacer más que languidecer. La gente no quiere turistas ni cucos que cogen aquí los votos y se lo llevan a la Villa y Corte para hacer pasillos y medrar.

Es el ejemplo claro de Eduardo Madina, como antes lo fue de Ramón Jauregui, Txiki Benegas o el propio Patxi López que tras haber sido Lehendakari prefirió ser cuatro meses presidente del Congreso de los Diputados español a ejercer un liderazgo moral en Euzkadi.

Eduardo Madina es un tipo sólido. Tanto Pablo Iglesias como Susana Diez han dicho que es un líder extraordinario y que con él se puede hablar y hacer política. No lo dudo.

Pues bien. Pierde la secretaría  general del PSOE y su única ambición es que le coloquen en la lista de Madrid para el Congreso. No en la de Bizkaia para el Parlamento Vasco, que no saldría, porque a fuerza de ir perdiendo presencia el PSE corre el riesgo de convertirse en una fuerza minoritaria, testimonial y no sacar ni uno  en Bizkaia, y como el  hombre quiere asegurarse la plaza en Madrid  toca la puerta y Sánchez  le coloca el siete. Y no sale. Ni saldrá.

En esta guerra de sombras va  Susana Diez  y dice que hay que tenerlo en cuenta cuando sabe que  demasiado acuerdo  cremallera que tienen  internamente hace que las dos bajas, (Chacon y  Lozano) al ser mujeres, van a ser ocupadas estas plazas  por mujeres. Y Madina no saldrá. Pero por si acaso no viene a Euzkadi.

¿Porque Madina, si es tan vasco, no opta por el Parlamento Vasco y aporta todo su conocimiento político a Euzkadi?. ¿Por qué se le ha quedado pequeña y él quiere solo lo español?. Pues  parecería  que sí.

Pero eso va en detrimento de su partido que ve que sus gentes más válidas huyen de la política vasca y de su  trabajo en este pequeño país de Europa. Y eso la gente lo nota, lo sabe y les da poco a poco la espalda.

Madina no saldrá en Madrid, y no saldrá en Euzkadi, porque a pesar de haber nacido aquí lo de él son los grandes horizontes de la meseta.

Pero que luego no se quejen.