Miércoles 28 de octubre de 2020
«Éramos nacionalistas», declaraba Inocente
San José a la periodista Ana Ollo en una entrevista en Navarra Hoy en 1988.
«Además de jugar al fútbol, realizábamos excursiones al monte y
participábamos en el grupo de danzas del Buru Batzar». Señalaba que la
directiva del entonces presidente Ezcurra no les reconocía, sentía la falta de
vínculo, pero «me alegro por el club y sus éxitos, no habrá nadie que
quiera a Osasuna más que yo y todos los que lo fundamos», declaraba como
único superviviente. Eso debió ser en 1920, porque en 1931 estaba afiliado al
Partido Radical Republicano, del que era tesorero.
Osasuna fue el club
de los napartarras, como según Valentín Arteta se denominaba en Pamplona en los
años de su fundación a los primeros nacionalistas vascos. Félix Monreal se
refiere a ellos como filo-vasquistas, y la mayoría de familiares de los
fundadores con los que hemos hablado nos cuentan lo mismo: eran simpatizantes
de esta corriente política.
Muchos de ellos
participaron en diferentes asociaciones de orientación vasquista como Eusko
Ikaskuntza, Juventud Vasca y Centro Vasco de Pamplona o en partidos como PNV o
Acción Nacionalista Vasca (ANV). Antonio Leoz, Francisco Altadill, Txomin
Meaurio, Néstor Aldave, Eladio Zilbeti, Fortunato Aguirre, Martín Goñi, Pablo
Archanco, Cristóbal Manso, Isaac Echauri, Pedro Ardaiz, Estanislao Aranzadi,
Estanislao Goiburu, Severiano Goiburu, Catachú, Cuqui Bienzobas, Oyaneder…
son algunos de ellos. Hay otros muchos que no aparecen en los expedientes de
estas asociaciones, pero son sus familiares quienes confirman su posición
ideológica.
Incluso entre
aquellos que pertenecían a otras organizaciones políticas, fueran de izquierdas
o de derechas, varios, como Domingo Beúnza o Hilario Etayo, participaron en
proyectos culturales vascos o de apoyo al euskera. Durante los primeros años
del siglo pasado simpatizar con la cultura vasca no era una cuestión de disputa
política. Desde El Pueblo Navarro,
periódico de tendencia liberal, Marcos Aizpún animaba y apoyaba la constitución
de Osasuna –realizando convocatorias y avisos–, señalando que en los estatutos
se declaraba apolítico. Y preguntaba a La Deportiva, club adscrito a la
Juventud Jaimista y de tendencia marcadamente conservadora, si ellos podían
decir lo mismo, invitándoles a mostrar sus estatutos.
En aquellas
primeras reuniones celebradas en octubre de 1920 en el Café Kutz, se juntó un
grupo de amigos con la firme voluntad de refundar un club con un nombre nuevo,
en euskera y que su nombre traspasara las fronteras de Navarra. Como es bien
conocido, el nombre elegido fue Osasuna. Eladio Zilbeti, Txomin Meaurio e
Ignacio Perillán elevaron su propuesta a la asamblea del club, presidida por
Eduardo Aizpún. Todos ellos sufrieron represalias tras el golpe de 1936.
Sobre el origen
social de aquellos fundadores, la esposa de Inocente San José dijo de ellos que
eran unos «señoritos». Hijos de familias de clase media-alta en su
mayoría, desahogadas económicamente, muchos de ellos eran estudiantes que acabarían
siendo abogados, jueces, industriales, comerciales e incluso algún biólogo.
Con todo, no
pasarían muchos años antes de que las clases trabajadoras acabaran apoderándose
del fútbol. En la esfera internacional se habían sucedido grandes acontecimientos
históricos tales como la Primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique, la
dictadura primorriverista, la guerra de Marruecos o la llamada gripe española.
Hechos que, más cercanos o más lejanos, sacudieron de algún modo la sociedad
navarra de la época, rompiendo la imagen monolítica de sociedad provinciana que
ofrecían desde sus páginas algunos medios como Diario de Navarra y muy
especialmente quien fuera su director, Raimundo García Garcilaso o El
Pensamiento Navarro.
Y es que, para los
viejos anarquistas argentinos, el fútbol representaba la plasmación de los
ideales y valores sociales más elevados en un juego perfecto. Donde la
solidaridad, colaboración en equipo y sacrificio individual por un mismo
objetivo común tenían su fiel reflejo en el gol como utopía realizada. Las
iglesias protestantes entendieron la importancia del fútbol como elemento de
socialización y formación de identidad. Los hijos de las élites sociales
económicas lo practicaban, y en el marco de fenómenos internacionales como la Revolución
rusa, algunos de estos sectores y personas concretas entran en contacto con
dichos movimientos políticos.
Coincidencia o no,
llama la atención que en fecha tan temprana como 1919, el primer presidente de
la Sportiva fue Augusto Vizcarra, perteneciente al Partido Comunista y que tras
la guerra del 36 tuvo que exiliarse. Seis meses después fue sustituido en la
presidencia por José María Navaz. Su familia lo señala como uno de los primeros
colaboradores en la fundación del Partido Comunista en Navarra. Tampoco es de
extrañar, ya que en Madrid estaba en contacto con la vanguardia política,
teniendo entre sus amistades a intelectuales tales como Luis Buñuel o Federico
García-Lorca.
Hay otros casos
como Carmelo Monzón, directivo del club y hermano del líder comunista Jesús
Monzón, persona referente de la izquierda en Pamplona. En enero de 1928, Jesús
sería el presidente del Comité Pro-Federación Navarra de Fútbol, al mismo
tiempo que era vicepresidente de la Federación Navarra de Pelota. También
participó en las pruebas de selección para ser árbitro de fútbol José Javier
Villafranca, nacionalista en su juventud y posteriormente comunista. Por su
parte, Jesús Monzón acudía a las primeras reuniones del Comité Pro-Federación
como representante del Indarra y se encargó de elaborar los primeros estatutos
federativos. Le sustituiría después Pablo Archanco, fundador de ANV. Además,
los hermanos Vicente y Francisco Rey, masajista y jugador respectivamente,
fueron militantes comunistas, como el portero Filomeno Urdíroz lo fue también
de las Juventudes Socialistas Unificadas.
Crear la
Federación Navarra de Fútbol no supuso problema alguno para Jesús Monzón. Sin
embargo, para fundar el Partido Comunista en Pamplona en aquellos años, tal y
como reconocería a un amigo, «para eso sí se requerían agallas».
Por lo tanto, es
de justicia reconocer el esfuerzo que realizaron los fundadores por respetar la
pluralidad ideológica. Filiaciones políticas de todo tipo convivieron sin
ningún problema durante los primeros años del club. A partir de la guerra y de
la instauración de la dictadura esta característica primigenia desaparecerá. Y
es precisamente ese afán por silenciar la historia de los represaliados, o la
ausencia de su relato, uno de los acicates que ha impulsado el trabajo que está
desarrollando Osasunaren Memoria. La desidia posterior de las diferentes
direcciones del club no podrá restar significado ni al testimonio de Inocente
ni a su amor por Osasuna. No en vano, lo más importante para él era juntarse
con los amigos y que todos los partidos terminaran con una merienda.
Navarra y Osasuna
¿siempre p’alante? Tras el golpe militar de 1936 contra la República, en el que
Pamplona fue epicentro del mismo, varias personas que participaron en la
fundación de Osasuna o estuvieron relacionadas con el club en sus primeros años
fueron asesinadas, encarceladas o forzadas al exilio.
Fortunato Aguirre,
Natalio Cayuela, Ramón Bengaray, Alberto Lorenzo, Eladio Zilbeti y Filomeno
Urdíroz fueron asesinados. Otros sufrieron penas de cárcel y exilio, como
Carmelo Monzón, Txomin Meaurio, Juanín Bilbao, Francisco o Vicente Rey.
Terminada la guerra, alguna publicación dio noticia de la muerte de cuatro o
cinco jugadores «caídos por Dios y por la patria», pero nunca se supo
más de las personas que antes mencionábamos. Afortunadamente, los recientes
estudios publicados sobre Osasuna con ocasión de su centenario han arrojado luz
sobre esta parcela que ha permanecido oscura más allá del fin de la dictadura
franquista, rescatando la memoria de aquellos primeros osasunistas.
Quien fuera
presidente del Frente Popular en Navarra, miembro de Izquierda Republicana y
directivo de Osasuna, Ramón Bengaray Zabalza, solía cantar siempre que podía la
jota «Navarra siempre p’adelante», ya fuera en celebraciones privadas
o incluso al termino de mítines republicanos. Ese espíritu es el que siempre
alentó a Osasuna, «Osasuna, Beti Aurrera». La recuperación de la
trayectoria vital de Ramón Bengaray en un libro recién publicado así como la de
tantas y tantas personas asesinadas y represaliadas en Navarra, es un trabajo
arduo de investigadores, asociaciones e instituciones. Desde esta tribuna,
lanzamos la siguiente pregunta: ¿el Club Atlético Osasuna, en el año de su
centenario, tiene pensado reconocer a estas personas y reparar, en lo posible,
su memoria y aportación al club? La respuesta debería ser afirmativa. Hay un
año por delante que no podemos dejar pasar.
*Mikel Hualde
Alzueta, Esther Aldave Monreal, Jaxinto Gómez Viniegra, Josu Chueca Intxusta y
Eduardo Martínez Lacabe son colaboradores del Proyecto Ramón Bengaray. Osasuna
y República.