Lo que decían María San Gil y Joseba Permach sobre la fusión de las cajas

Está bien que todos se feliciten por la fusión de las Cajas, Bildu incluida. Pero también es bueno recordar el camino de espinas vivido por este proyecto que puso en pie el PNV hace más de quince años. Y por tanto y sería bueno recordar lo que siempre han dicho unos y lo que siempre habían dicho otros. Entre ellos el PP y Batasuna.

El PP en Araba se ha opuesto siempre a la fusión así como en Gipuzkoa. El 29 de julio del año 2005 San Gil basaba su opinión contraria porque «beneficiaba al PNV”. Esa era su corta mirada sobre un hecho tan importante. Dijo más: «pretende dar respuesta a un proyecto de nación «, al de la Euskal Herria de los siete territorios”.

“Cada caja ha crecido en función de las necesidades de cada territorio y con la fusión perderíamos identidad y personalidad”, ase­guró San Gil. La dirigente del PP advirtió de que, por otro lado, se desconoce “en qué va a beneficiar” la unión a los trabajadores y a la obra social de las cajas.

En su opinión, si se produce la centralización en la obra social, “posiblemente” no se tomen las decisiones adecuadas a cada territorio de la CAV. Se mostró convencida de que hay muchas personas en Euzkadi que sostienen esta opinión, pero que no dicen lo que piensan. “En esta sociedad es difícil decir lo que uno piensa y no sólo en materia política No hay esa valentía para poder decir lo que cada uno cree”, aseguró San Gil, tras señalar escuetamente que lo manifestado por la patronal vasca, que ve positiva la fusión “para el desarrollo de todo el sector financiero de Euzkadi”, es “la opinión de Confebask”.

Pero no solo estaba en contra San Gil. Joseba Permach se oponía a un proyecto «mercantilista».

El coportavoz de Batasuna, Joseba Permach, expresó su oposición al proyecto de fusión de las cajas de ahorro vascas al considerar que se planteaba con un “exclusivo objetivo empresarial y mercantilista” y que ha sido diseñado con “secretísimo” y de “espaldas” al País Vasco. Permach y el responsable del área Socio económica de Batasuna, Eusebio Lasa, denunciaron el supuesto “secretísimo” y la ausencia de consultas con que los presidentes de las cajas guipuzcoana, vizcaína y alavesa han elaborado el proyecto de fusión.

Como se ve no eran argumentos de peso y de fuste.

Ahora todos celebran la fusión, pero conviene recordar estas declaraciones.

Es derecho pero no justicia

La jueza Angela Murillo duerme tranquila. Comenta con sus compañeros que la sentencia contra Otegi, Diez Usabiaga y compañeros no es más que la aplicación del Código Penal tomando como base el criterio político que Batasuna es ETA. Sentada la premisa, lo demás es fácil. Y así ha sido. Diez años de cárcel por ejercer la libertad de expresión y de asociación tratando que ese mundo entrara en razón e hiciera política. A Gerry Adams lo han condecorado y M. Guines puede hasta ser presidente de Irlanda, pero aquí seguimos con la lógica militar de los vencedores y los vencidos, sin dar la menor oportunidad a la paz.

Ya sé que Otegi ha tardado la intemerata en darse por aludido y sé también que si ETA hubiera decretado su cese las cosas serian distintas, pero, a pesar de esto, semejante rigor en una sentencia como si Bildu no estuviera legalizada y como si Garitano no fuera Diputado General de Gipuzkoa, llama la atención.

Por eso digo que es derecho, pero no es justicia. Y mucho menos, olfato social. Es propaganda gratis para Bildu, con la épica del encarcelado al que el Tribunal Constitucional sacará de la cárcel tras las elecciones del 20 de noviembre. Al tiempo.

Pero es habitual en este mundo de intereses. Y siempre ha sido así.

En aquel 10 de agosto de 1792, las miradas se fijaban en las elecciones para la Convención. Los jacobinos de Robespierre, los rufianes de Marat, crápulas como Felipe de Orleans, iban a ser derrotados, pero controlaban la Comuna de París y el Comité de Vigilancia, donde se planificaban los asesinatos. ¡La Revolución corría el peligro de caer en manos de los moderados!. La orden fue dada, París se entregó al pillaje.

«Bajo el espantoso recuerdo de los asesinatos de septiembre -escribe M. Mac Donald- se reunieron los electores. Robespierre los condujo por una ruta cubierta de cadáveres: las víctimas de la prisión de Chatelet. El alarde macabro redujo a los electores a la abulia, y el 5-9-1792 eligieron a Robespierre primer diputado por París».

Es importante recordar que cuando Robespierre, modesto abogado bretón, comenzó su carrera como honrado líder radical no se imaginaba que un día el proceso lo llevaría a dar por válidos estos métodos. Se habría quedado en Arras, su pueblo natal, si se le hubiera anticipado que para ser diputado no sólo se prodigaría en asesinatos sino que los utilizaría para doblarle la mano a electores aterrorizados.

En puridad la Revolución Francesa, la de los derechos del hombre, había nacido con la ilustración para morir cuando hombres bien intencionados fueron arrastrados junto con rufianes sórdidos a aplastar la disidencia y enaltecer el crimen. Ironía sangrienta: el contenido de la revolución se había desvanecido, y sin deberle nada a ella, los primeros ideales reaparecieron en la humanización del Derecho.

Comprendió el movimiento democrático posterior que el Derecho era un refugio y no una argucia. Cesare Beccaría había elevado el Derecho Penal a la condición humana con instituciones como el debido proceso, la presunción de inocencia, la igualdad en el juicio y el derecho a la defensa. François Marie Arouet, alias Voltaire, había demolido los abusos del absolutismo. Brissot, Robespierre, Marat, Danton, fanáticos de aquellos precursores, descubrieron que el Derecho obstaculizaba su justicia sumaria. Desde entonces muchos se distribuyen, según la posición que ocupen, en el campo de los rábulas o en el de los leguleyos.

En fin. Dentro de poco esto se habrá superado y solo habrá sufrido el concepto de la justicia.

Nuestro Fortunato

Dicen los franceses que para comer con el diablo hay que llevar una cuchara muy grande. Sin embargo es una cucharilla lo que aportó Roberto Jiménez, secretario general del Partido Socialista de Navarra, para pactar con Yolanda Barcina, gran jefa de UPN. Y así le va. La portugaluja, que ha hecho del antivasquismo y del antinacionalismo su seña de identidad, ha cerrado un pacto con Rajoy que refuerza la plataforma de la derecha dura en la Comunidad Foral. Y al pobre Jiménez no le ha quedado más remedio que protestar haciendo pucheritos. ¿Qué pensaba este buen señor? Al sentarse en la vicepresidencia perdió la oportunidad de gobernar limpiamente con NaBai y ahora se ha convertido en un patético bastón de una señora que le tirará como un kleenex en la mejor oportunidad.

La política debe ser ¡demasiado camisón para Petra! para éste socialista de tan cortos vuelos. Ya lo acreditó en una buena entrevista que le hizo el periodista Javier Encinas en DEIA el domingo 24 de julio. «Este no es el gobierno que me hubiera gustado, pero no había otra alternativa mejor que esta». ¡Claro que la había! Y hará bien NaBai en agudizar las contradicciones de este pacto. De hecho, UPN no condenó el 75 aniversario del golpe militar de 1936. «Nuestra posición es muy clara -dijo Jiménez- ya que los muertos del 36 los puso la izquierda, la UGT, las juventudes socialistas, el PSOE…». Es verdad, pero omitió al nacionalismo vasco que fue triturado por Mola y sus secuaces. Seguramente Jiménez no tendrá ni idea de quien fue Fortunato Aguirre y los cientos que como Fortunato perdieron su vida aquellos días aciagos. Por eso quiero dedicarle éste recuerdo a quien fuera uno de los fundadores de Osasuna, padre del Estatuto de Estella y alcalde de esta localidad por el PNV.

Fortunato Aguirre había nacido en Arellano en 1898 y se estableció en Estella instalando un taller mecánico. Contrajo matrimonio y tuvo una hija. Viudo, se casó con Elvira Aristizabal en 1929 con la que tendría cinco hijos. En 1931 fue elegido concejal de Estella y lo primero que hizo fue lograr se aprobara éste acuerdo:

«Por feliz imposición de la omnínoda voluntad del pueblo soberano ha sido derrocada la monarquía borbónica en España. La conculcación sistemática de los derechos individuales, el desconocimiento del formidable problema ibérico, con sus diversos hechos diferenciales y sobre todo los continuos y reiterados vejámenes a la dignidad humana durante los años de la oprobiosa Dictadura, de la que justamente acabamos de salir, labraron su tumba y cavaron la fosa que acaba de ser enterrada para siempre.

Sobre esa fosa, al calor de la tierra removida y tan fructíferamente abonada estos últimos años por los sinsabores, lágrimas y hasta la sangre de tantas y tantas víctimas, ha brotado fuerte como un roble y erguida como un ciprés, la República federal española.

Nosotros los navarros, que fuimos sin duda alguna los que más ostensiblemente sufrimos los efectos desastrosos de los desaciertos borbónicos, debemos congratularnos cordialmente del advenimiento del régimen republicano federal, porque de él esperamos confiadamente, libertad, comprensión, justicia y orden, esto es, dignidad sin desprecio a las creencias trascendentes y justicia redentora para Navarra, que es y debe ser el amor de los amores de todos los navarros.

Por todo ello, el concejal que suscribe, en esta primera sesión ordinaria del primer Ayuntamiento estellés de régimen republicano, tiene el honor de someter a la aprobación de V. E. la siguiente proposición:

1° Que se acuerde por V .E. un acto de adhesión a la República federal, porque esperamos que será una República reparadora de injusticias y reconocedora de los sacratísimos derechos de Navarra, tan mermados y escarnecidos por los gobiernos de la fenecida monarquía.

2° Que se acuerde asimismo otro acto de adhesión a nuestro sacrosanto régimen foral, comprometiéndose solemnemente la corporación a recabar insistentemente y con toda energía la reintegración plena del mismo.

y 3° Que de ambos acuerdos se dé traslado a la Excelentísima Diputación Foral, al Excmo Sr. Gobernador Civil y al Excmo Señor Presidente del Gobierno Provisional.

No obstante V. E. resolverá.

Estella a veinte de abril de 1931.

Fortunato Aguirre Luquin».

El ayuntamiento de Lizarra estaba constituido por una mayoría de derechas monárquicas y una activa minoría del PNV. Más inteligente y dinámica ésta, se había impuesto en cuanto a la dirección política del municipio, personalizada en el alcalde Fortunato Aguirre. Desde esta representación formó parte de la Comisión de alcaldes de Navarra que, en unión de los restantes vascos, gestó el Estatuto cuya magna asamblea presidió en Estella en 1931.

Un hecho significativo retrata su carácter. Habíase convocado en el Ayuntamiento de Lizarra la reunión de los siete alcaldes mayores de Navarra, en acto de solidaridad con los municipios vascos en la rebeldía civil mantenida en protesta contra la política del gobierno en verano del año 1934. El gobernador de Navarra, siguiendo órdenes del ministro de la Gobernación, Salazar Alonso, mandó por telégrafo al alcalde de Lizarra que suspendiese la reunión. Agirre contestó por igual procedimiento, remozando la tradicional fórmula de la democracia foral vasca: «Se obedece, pero no se cumple.»

Había en aquella ciudad una guarnición militar de unos dos mil quinientos hombres, comprendidas las secciones de ametralladoras. Entre las colaboraciones impuestas al Ayuntamiento estaba la del arrastre de la munición, que llegaba para el cuartel facturada por ferrocarril, desde la estación a los parques. En un envío recibido a primeros de julio de 1936, al autorizar su conducción el alcalde, observó que la munición contenida en aquella remesa no era la del reglamento, cuyas características y modalidades conocía bien, por haber sido sargento en el ejército.

Suspendió la entrega de la expedición y puso el hecho inmediatamente en conocimiento del gobernador civil, el cual, previa consulta al ministro de la Gobernación, ordenó al alcalde que entregara la munición a su destino.

Así lo efectuó, aunque guardando una amarga reserva contra lo ordenado y cumplido, reserva bien razonable, puesto que el miércoles 16 de julio tenía noticia de que el general Mola, acompañado de otros militares, entre ellos los mandos de las guarniciones de Gasteiz, Logroño e Iruñea, se reunía en los claustros del Monasterio de Iratxe, a dos kilómetros de la ciudad, a las 11 de su mañana, con algunos jefes y oficiales de la guarnición de la misma, significados fascistas.

Aquel alcalde, consciente de su responsabilidad, a la vista del hecho, enjuició inmediatamente su posible trascendencia y se dispuso a detener y conducir en calidad de presos a los reunidos. A ese fin reunió la Guardia Civil bajo el mando del jefe de policía, requiriendo el auxilio de la guardia civil, a cargo de un capitán, celoso republicano, comunicando, entretanto al gobernador, por teléfono, su propósito, con la seguridad del éxito de su ejecución. Podía hacerla, puesto que dos días antes había sorprendido una reunión de fascistas en Lizarra, a los que apresó y condujo a la cárcel, no obstante haber sido recibida a tiros la guardia municipal que realizó el servicio.

El gobernador, previa consulta al ministro de la Gobernación, ordenó, intimidando al alcalde, que disolviera la concentración de fuerza, abandonando su propósito por haberle asegurado el ministro que Mola era un general adicto a la República y obediente al Gobierno.

Desconocedor Irujo de lo que en Lizarra sucedía, se hallaba en Madrid en funciones parlamentarias. Al iniciarse una sesión de la Comisión de Obras Públicas, de la que era presidente Indalecio Prieto, éste le dio la noticia, que a él había llegado, de haberse detenido al general Mola en Iruña.

Irujo se apresuró a comunicar a sus compañeros de minoría la nueva que reputaba de extraordinaria gravedad, dado el ambiente cargado de aquellos días. José Antonio Agirre, al cruzarse en los pasillos con el jefe de Gobierno, le rogó información de aquella noticia, que aquél rechazó de plano, contestando a Agirre lo mismo que el gobernador de Navarra había comunicado al alcalde de Lizarra: que Mola era un general leal a la República y que recoger aquellos infundios era labor demoledora para el prestigio del gobierno.

Es excusado decir que tanto aquel gran alcalde, como el capitán de la Guardia Civil y el jefe de Policía Municipal de Lizarra caían asesinados el 29 de septiembre de 1936.

Entiendo que Jiménez no conozca la historia de Navarra. Honor a nuestro Fortunato a los 75 años de su vil asesinato.