MAÑANA MIÉRCOLES RECIBIRÁ EN OSLO EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ, MARÍA CORINA MACHADO

Martes 9 de diciembre de 2025

Por Elizabeth Sánchez Vegas

Hay momentos, pocos, irrepetibles, decisivos, en los que la historia deja de ser una abstracción para reclamar la presencia física de quien la sostuvo con sus manos desnudas, aun cuando esas manos avanzaban sobre un país convertido en territorio minado por la persecución y el intento sistemático de borrarla de la esfera pública. Son momentos en los que un nombre no basta escrito en un pergamino: tiene que ocupar un lugar en el mundo, afirmarse frente a quienes intentaron silenciarla.

Para Venezuela, ese instante tiene un rostro y una dirección: María Corina Machado en Oslo, recibiendo el reconocimiento que ella no pidió, pero que inevitablemente la encontró.

Porque este Nobel no nace de un gesto diplomático ni de la aritmética del poder: surge de un camino largo y áspero donde el miedo, ese animal silencioso que acecha incluso a los más valientes, hizo titubear a muchos, como es natural cuando la oscuridad parece no tener orillas. Ella, sin embargo, avanzó por una vereda que nadie podía trazarle: eligió la palabra sin dobleces, la firmeza, la resistencia, la custodia de la libertad incluso cuando la libertad parecía apenas un eco. Esa coherencia profunda no se improvisa; se cultiva, se encarna y se paga con horas de desvelo y una entereza que se vuelve carne.

Y eso, conviene decirlo sin cortesías, tiene un precio que no se mide en cifras ni en discursos: cuesta vida, cuesta familia, cuesta la serenidad de abrir una puerta sin sobresalto.

María Corina asumió ese costo sin caer en el martirio ni en la complicidad; sostuvo una línea que casi nadie logra preservar cuando la presión se vuelve asfixiante. Ese equilibrio, inusual en tiempos desgarrados, es precisamente la razón por la cual este Nobel de la Paz no admite delegados, sustitutos ni presencias prestadas.

La ceremonia necesita a la persona, no a la sombra; necesita a quien encarna la historia: a ella.

Por eso su presencia en Oslo no sería un gesto personal, sino una reparación colectiva: la prueba luminosa de que la dignidad, cuando se ejerce con perseverancia, no puede permanecer confinada dentro de las fronteras que un régimen levanta para ocultar su propio miedo. Que ella cruce ese umbral, no para escapar, sino para representar a millones, enviaría un mensaje que ningún comunicado diplomático puede igualar: Venezuela sigue viva en quienes jamás aprendieron a rendirse. Y el mundo lo necesita. Lo necesita porque está fatigado de ceremonias vaciadas de significado, de ver cómo las luchas morales se diluyen en tecnicismos, de observar a los opresores escapar mientras las víctimas quedan sin relato. Ver a María Corina caminar hacia ese podio sería recordarle a cada nación que las democracias se reconstruyen con seres humanos que sostienen la verdad incluso cuando la verdad amenaza con quemarles las manos.

Su viaje es una afirmación moral: ninguna dictadura tiene derecho a confinar a una ciudadana para impedir que el planeta la honre. Dejarla ir es un deber. Impedirlo sería una confesión explícita de temor.

Y hay algo más: María Corina no busca este Nobel para ella. Lo busca y lo merece, por quienes murieron esperando justicia, por los presos sin amanecer, por quienes dejaron su casa con la luz encendida, por los niños que solo han conocido la emergencia, por los millones que siguen creyendo, contra toda fatiga, que Venezuela renacerá.

Recibirlo en persona sería el primer acto público de ese renacer. Un ladrillo inaugural. Una señal de que, pese a un cuarto de siglo de devastación, aún existen venezolanos capaces de enfrentar la barbarie sin perder la ternura ni la claridad.

Quien tenga dudas, que la mire. Quien pretenda justificar su ausencia, que intente explicar, sin cinismo, por qué una mujer que ha hecho de la integridad una forma de respiración no debería ocupar el lugar que el mundo entero le reserva. Quien quiera impedir su viaje, que se atreva a escribir su nombre frente a la historia: verá cómo le tiembla el pulso.

María Corina debe recibir el Nobel de la Paz en persona porque el mundo necesita verla, necesita oírla, necesita recordar que aún existen líderes que no se compran ni se quiebran.

Y porque Venezuela, la dispersa, la herida, la que camina con su bandera guardada en el pecho, necesita ese instante de resurrección civil: verla cruzar el salón, pronunciar su discurso, levantar el galardón no como un punto final, sino como el preludio de lo que viene.

El 10 de diciembre, cuando la luz del escenario la rodee y el mundo contenga el aliento, no habrá propaganda capaz de opacarla ni sombra que logre esconderla. Ese día, el planeta entenderá algo que los venezolanos sabemos desde hace años: la paz verdadera tiene rostro de mujer.

Y esa mujer, que irá, sí, pero también regresará para reconstruir junto a su pueblo la tierra que la vio resistir, lleva un nombre que ya pertenece a la historia: María Corina Machado.

EN DURANGO CON JOXE MARI: “IÑAKI, ESTE MUNDO SE VA”

Lunes 8 de diciembre de 2025

Hemos estado en la Azoka de Durango. Llegamos en tren. Cuarenta minutos de viaje y quince estaciones. Es lo aconsejable. No hay forma de aparcar en Durango estos días.

Recuerdo la primera vez que fui a esta Feria del Libro Vasco en los años setenta bajo el gran pórtico abovedado de la Basílica Andra Mari de Durango. Txomin Saratxaga, uno de los promotores, exponía y vendía sus libros. La Distribuidora San Miguel era una tapadera del EAJ-PNV. Uno de sus vendedores, Ibargutxi, fue asesinado en Tolosa por ETA. Dijeron se habían confundido. Fue terrible.

Leopoldo Zugaza su gran promotor pedía separar el libro de lo audiovisual. Hacerlo en días distintos. Se quejaba porque nunca le hicieron caso. Desgraciadamente falleció. Siempre estaba ideando iniciativas culturales. Una de ellas fue la Azoka y otra el  Photomuseum de Zarautz.

Costaba el sábado llegar al stand. Había mucha gente y mucha gente joven y matrimonios con niños hablando euskera, lo que es una magnífica música ambiental. Saludé a Begoña Errazti y a Martxelo Otamendi. Casi no se podía andar. En el stand de Pamiela, gran stand, se exhibía el libro escrito por Manu Sota narrando un viaje de Nueva York a Idaho en 1938. Fue con el Delegado en Nueva York del Gobierno Vasco en el exilio, Antón Irala. Tardaron cuatro días en autobús en llegar. Hoy pídele algo así a cualquier profesional con un master. En Business y hotel de cinco estrellas.

El libro es una fotografía espléndida de la época y de la colectividad vasca en Estados Unidos. Magnífica. Y está muy bien editado y trabajado por Maitena Iragorri. Con esta editorial presenté mi libro Obediencia Vasca, sobre la crisis entre socialistas y nacionalistas vascos en 1939. Le convendría leerlo a Eneko Andueza que no sabe nada de la historia de su partido.

En el stand estaba Joseba Sarrionandia. Muy amablemente nos explicó el libro “We are plenty in here. Euzkadin eginak” de Simon Sam Gandarias, editado por Sarrionandia. Leyendo el de Manu Sota descubrieron que hablaba de un bertsolari de Elantxobe en inglés y euskera, el bueno de Sam. Y lo han publicado. Es asimismo un libro muy bien presentado y contextualizado con dibujos y fotos. Lo compré.

Enfrente estaba el inmenso stand de Txalaparta. Conté  aquí en su día como Txalaparta es la historia de un éxito y del trabajo de un hombre que vio lejos, Joxe Mari Esparza, de Tafalla, con quien estoy en la foto. Me editó en su día “Llámame Telesforo” sobre la entrevista en su casa que tuve con Telesforo Monzón y el último “¡España. Qué País Mikelarena!” que tuvo la amabilidad de escribirme el prólogo. Cuando he llegado con María Esther le he dicho que mucho stand  y muy largo pero que no veía mi libro, pero sí, allí estaba. Y de ahí la foto.

Cuando salíamos me ha dicho con tristeza. ”Iñaki nuestra generación se lleva el libro. La gente joven solo lee twits”.

El año pasado presentó un atlas con 313 mapas de Euzkadi a través de los tiempos ”Imago Vasconiae” un tesoro para conocer nuestro país. Ya no quedan “locos ilustres” como estos. Y trabaja sobre un libro dedicado a Sabino Arana. Lo que no hacemos nosotros.

Él ha logrado poner en pie una importante editorial algo que como PNV intentamos en 1979. Teníamos la mejor red de distribución, los batzokis, pero faltó organizarlo todo profesionalmente y con una gerencia vocacional dedicada al libro. Habíamos tenido en el exilio EKIN, GUDARI, EUZKO DEYA. No lo hicimos y el PNV edita poco, casi nada, y a veces de forma mendicante. Las instituciones no ayudan absolutamente nada. Perdimos esa guerra que ha ganado de calle la IA. Iñaki Agirregomozkorta no ha logrado editorial para publicar su trabajo sobre la división del PNV en 1986 con opiniones de las dos partes, mientras Ahoztar Zelaieta tiene en todas las librerías “El Pradalismo.  ocaso de los jobubis”, pero ya no hay nadie que defienda nada o contrarreste sus datos.

Desgraciadamente las instituciones vascas actuales no tienen ese amor por el libro que había en el pasado. No editan nada, no promueven nada, no hay una Editora Nacional para aquellos textos importantes de ser publicados pero con poca demanda, aunque  muy importantes como temas de consulta y cultura. A los actuales responsables no les veo promoviendo nada sino continuamente  asistiendo a entregas de premios y saraos de todo tipo que organizan otros. No se ve una política para el libro vasco y sobre todo para rescatar miles de historias desconocidas y silenciadas, Y si falta pasión, falta todo. Lo mismo pasa con el cine. Cuanto más marginal sea el tema, más les ayudan.

Faltan  los Saratxaga, los Zugaza, los Esparza, los Elosegi…..….

Como me dijo Joxe Mari: “Iñaki.Este mundo se va”.

Y así es. Lo audiovisual, como decía Leopoldo Zugaza, se lo come todo. Es lo más cómodo para consumir.

¿QUE DIRÍAMOS SI ROOSEVELT HUBIERA ACABADO CON FRANCO?.

Domingo 7 de diciembre de 2025

La conferencia de Yalta fue la reunión que mantuvieron antes de terminar la Segunda Guerra Mundial (del 4 al 11 de febrero de 1945) Stalin, Churchill y Roosevelt, como jefes de estado y de gobierno de la Unión Soviética, del Reino Unido y de Estados Unidos y que tuvo lugar en el antiguo Palacio Imperial en Yalta (Crimea). Los acuerdos de Yalta fueron polémicos incluso antes del encuentro final en Potsdam. Al poco falleció Roosevelt y accedió a la presidencia de los Estados Unidos Harry S. Truman.

Los países vencedores, muertos Hitler y Mussolini, con todo su poder militar intacto y con toda su experiencia bélica a punto, consideraron acabar con el franquismo al ser éste un régimen fascista alineado con el EJE. La muerte de Roosevelt, la beligerancia de Stalin y la negativa de Churchill impidieron la acción bélica aunque España fue excluida de la ONU y se tomaron medidas diplomáticas y económicas para debilitar el régimen. El trabajo del Lehendakari Agirre, Antón Irala y Jesús de Galindez fue extraordinario en Nueva York. Por muy poco los aliados no llegaron a intervenir militarmente a pesar del deseo del Gobierno Vasco y Republicano en el exilio, del Lehendakari Agirre, del Euzkadi Buru Batzar, del PSOE y del PC, junto a los vencidos milicianos y gudaris sometidos a la dictadura de un general golpista. Lo que sí lograron en 1946 fue el aislamiento internacional de la dictadura que se fue debilitando al inicio de la Guerra Fría.

Paralelamente entre mayo y julio de 1945, el Gobierno Vasco en el exilio, con el apoyo de los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos (OSS) organizó una unidad de unos 120 vascos entrenándolos en Cernay la Ville, cerca de Paris. El fin era trabajar con un grupo de élite para derrocar la dictadura de Franco y sus generales golpistas. Estaba formado este contingente por antiguos gudaris de la guerra civil y de la Brigada Vasca, que habían luchado en Francia contra los alemanes, pero el proyecto se frustró cuando la administración del presidente Harry S. Truman, preocupada por el auge del comunismo en el contexto de la Guerra Fría decidió dejar de apoyar la lucha armada en España, algo que  querían  nuestros dirigentes y nuestras familias, dando como resultado una feroz y cruel dictadura de cuarenta años. El chavismo lleva ya 25.

¿Alguien piensa que de haber procedido Roosevelt o Truman contra Franco, la mayoría de nuestro pueblo hubiera dicho que no lo hicieran y  que lo importante era dialogar con Franco y dejarle hacer?. Ningún demócrata lo hubiera admitido. ¿Y por qué hoy, medios de comunicación, como ocurrió aquí hace poco con el presunto espía ruso Pablo González y con la Izquierda caviar que apoya la invasión de Putin a Ucrania está en contra de cualquier acción del presidente Trump contra la dictadura de Maduro (ya llevan 25 años), con el estúpido argumento de que quiere el petróleo del país en el que fueron acogidos los vascos en 1939?. Y que conste que a Trump yo no le votaría nunca pero el pueblo venezolano lleva 25 años sojuzgado por la dictadura de Chávez y Maduro gracias a la debilidad de la acción internacional que cree que las cosas se resuelven con comunicados de condena, mientras recordamos muy débilmente que el golpe de Chávez mató a Gaizka Etxearte, miembro de nuestra colectividad vasca.

2.200 GENERALES

ELA y LAB, que creen que los derechos humanos son a la carta, apoyan a Maduro, un régimen que no tiene sindicatos libres. Imposible mayor  incongruencia. Bildu va a la toma de posesión y a las elecciones amañadas de  Maduro y sigue sin condenar a ETA, y les gusta la dictadura venezolana. Y algunos medios consideran que robar unas elecciones como hizo Maduro el año pasado, es lo lógico porque lo consideran representante de su izquierda   antiimperialista cuando es una dictadura y preside un narco estado y ellos siguen apoyando a Putin y sus bombardeos en Ucrania.  Todos estos pacifistas a la violeta desvían la atención hacia la amenaza del posible uso de la fuerza de los Estados Unidos hablando del imperialismo yanqui. Nada dicen del imperialismo chino, ruso o iraní aliados de un Maduro que da el pego con sus actuaciones circenses, su mal uso del inglés y sus falsos mensajes de paz, mientras sigue reprimiendo a dos vascos, se ha cargado todos los medios de comunicación libres, tiene más de 2.500 presos políticos, ha arruinado al país, ha expulsado con la emigración a  ocho millones de venezolanos, no paga las pensiones de nuestros mayores ni de los venezolanos, y mantiene un ejército represor con 2.200 generales, triplicando el de Estados Unidos con 800 o multiplicando por diez a los 227 generales en activo en España.

Que la IA y ciertos medios defiendan una Venezuela de fuerzas armadas corroídas y corruptas para sobrevivir y reprimir cuando no se dedican a distintas prácticas delicuenciales, especialmente de extorsión a comerciantes y trabajadores, donde equipos y armas se oxidan y vuelven inservibles por falta de mantenimiento y que tenga 2.200 generales sin tropas, pero eso sí, generales del dólar y el euro, señores de la corrupción y de la burocracia, las aduanas, las inspecciones, las entradas y salidas de las cárceles, las importaciones de insumos a los hospitales, generales estrategas del chanchullo, las comisiones, el lavado de activos, las narco amistades y la construcción de narco refugios como denuncia el editor Miguel Henrique Otero con razón. Pero eso no existe a la hora no de informar neutralmente sino de desinformar sobre lo que está pasando en Venezuela de manera continua por parte de EITB que jamás saca la opinión de nadie de la colectividad vasca en una televisión vasca. Las crónicas de su corresponsal que además lo hace  desde Argentina, son absolutamente chavistas. Y a eso lo llaman equidistancia cuando deberían describirlo como defensa de una dictadura.

ANÁLISIS DE LA CRUZ

En política, las sociedades no siempre cambian de idea: a veces cambian de conversación. Eso es exactamente lo que ocurrió en Venezuela. Durante un cuarto de siglo, el chavismo-madurismo logró imponer un marco narrativo en el que la polarización era método, la resignación era cultura y el miedo era política pública. Pero en noviembre de 2025, ese país dejó de hablar en voz baja. Y lo que dice ahora no deja espacio para matices: nueve de cada diez venezolanos rechazan al régimen, a sus líderes y al mundo que construyeron. La última encuesta nacional lo confirma con una claridad casi brutal. En democracia, 90% nunca piensa igual sobre nada. En dictadura, solo ocurre cuando la población deja de temer. Y cuando eso sucede, la ventana de lo políticamente posible se desplaza como una compuerta liberada.

Durante años, muchos venezolanos dudaban en decir lo que sabían. El régimen era percibido como corrupto, abusivo y violento, pero decirlo podía costar empleo, libertad o vida. En 2025, esa muralla psicológica ha caído. Un dato lo sintetiza todo: 90,89% del país afirma que el régimen de Nicolás Maduro es una organización narcoterrorista. No un gobierno autoritario, ni un desvío del socialismo sino un cártel político-militar que se apoderó del Estado.

Esto no es un giro ideológico: es un veredicto. Cuando una sociedad coloca a su élite dirigente fuera de la categoría de “adversarios” y los describe en  la categoría de “delincuentes”, la política deja de ser negociación posible y se convierte en administración de un final inevitable. La encuesta revela otro quiebre histórico: 89,09% apoya las acciones de Estados Unidos y del presidente, Donald Trump, con relación a Venezuela. En cualquier otro país latinoamericano, este sería un dato escandaloso. En Venezuela, lo consideran  terapéutico.

La intervención externa, antes considerada un tabú, pasó de ser un planteamiento marginal a convertirse en una opción discutida abiertamente. La mitad de la población respalda la expulsión del país de forma directa de Maduro y su círculo de poder, y una quinta parte avala incluso bombardeos focalizados. Nadie quiere que acabe como Gadafi o Sadam Hussein y de hecho, el gran valiente, negocia su salida y la de los suyos. Para entender lo que esto significa, conviene recordar que la política exterior latinoamericana tradicionalmente se ha definido por una combinación de orgullo soberano y antiimperialismo ritual. Pero ese credo muere donde nace el hambre. En países donde el Estado deja de proteger, la legitimidad se traslada a quien puede hacerlo.

En las transiciones latinoamericanas -de Pinochet a Patricio Aylwin, de los militares brasileños a Fernando Cardoso- el fantasma de la violencia siempre fue un obstáculo, una excusa y, a veces, una profecía. En Venezuela, ese fantasma se esfumó: 93,69% cree que no habrá una guerra civil si el madurismo cae. Las transiciones se miden tanto en legitimidad institucional como en legitimidad simbólica. Y las urnas del 28 de julio de 2024 -a pesar de haber sido negadas por el narcorrégimen- dejaron una onda expansiva que no se disipó. En el consulado de Bilbao ganó González Urrutia-María Corina Machado con un 90%.Yo voté ahí.

Hoy, 90,08% reconoce a Edmundo González como presidente legítimo del país. Y 84,49% celebra el Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado y el premio Sajarov del Parlamento Europeo. Lo veremos el miércoles 10 de diciembre en Oslo en esa ceremonia de entrega del Premio Nobel.

La dinámica es clara: Venezuela redefinió la frontera entre lo aceptable y lo repudiable. El chavismo-madurismo quedó fuera; la oposición democrática quedó dentro. El marco de lo políticamente posible se movió por completo: la compuerta se cerró sobre el régimen y se abrió para sus adversarios. En una nación que tenía dos relatos compitiendo por la verdad, solo uno sobrevivió.

El dato más contundente no es político; es emocional. 81,97% siente esperanza por las noticias recientes sobre el país. La esperanza es más que un sentimiento: es una orden social. Indica que la transición no es una opción; es una expectativa. El país ya no debate si el chavismo-madurismo caerá, sino cómo, cuándo y bajo qué términos será sustituido. Y lo hace con una claridad que evoca los momentos decisivos de las transiciones ibéricas y del Cono Sur en los años setenta: el consenso es tan amplio que la negociación dejó de definir la salida y pasó a limitarse a los detalles.

En un país donde nueve de cada diez ciudadanos piensan lo mismo, la política deja de ser aritmética y se convierte en geología: la placa tectónica de la opinión pública está empujando hacia un nuevo orden. La pregunta ya no es si el chavismo-madurismo caerá. La pregunta es cuál será la forma institucional, internacional y moral que adoptará lo que venga después.

Estemos pues atentos al miércoles 10 de diciembre y sigamos el discurso de la Premio Nobel de la Paz, no de la Guerra.