Bilbao en el firmamento científico

Los galardonados en su visita en el Museo Guggenheim de Bilbao.

EGURAMENTE, esta semana si se menciona el glamur de las pasarelas casi todos miremos buscándolo en la Bella Easo, porque en Donostia se concita lo más granado del cine mundial con la estela de admiración que dejan tras de sí sus astros rutilantes. La alfombra roja del Zinemaldia es el símbolo de lo que se admira en esas estrellas, belleza, juventud, saber estar, historias y/o realidades interesantes y bien contadas, capacidad de epatar… todo un reclamo para que miremos al cine como parte de nosotros, de nuestro vivir y, por supuesto, de nuestra industria y economía. Si el encuentro fuera de fútbol o de cualquier otro deporte profesional mediático, el impacto de la presencia de sus ídolos creo que sería parecido.

Sucede que si usted pasea hoy lunes o mañana por Bilbao corre el gozoso riesgo de toparse con un grupo de científicos internacionales disfrutando de algunos de los atractivos de la villa de don Diego. Son también estrellas, pero de otro firmamento, el de la ciencia, del saber y del conocimiento que mañana recibirán los premios Fronteras del Conocimiento que concede la Fundación BBVA a quienes se han distinguido por su contribución en algún área del saber. Del saber y del conocimiento, de investigaciones que rompen barreras ampliando fronteras y proyectando luz sobre lo ayer desconocido, para así mostrárnoslo hoy a los demás, al ciudadano del común que, aunque también lo teníamos delante de nuestros propios ojos, no lo veíamos y ellos sí. No son jóvenes ni, seguramente, tan atractivos como los ídolos cinematográficos y su glamur está más ligado al trabajo paciente, callado y, con frecuencia, oscuro de laboratorio, pero todos ellos han dedicado muchos años para encontrar lo que ayudará a la sociedad a avanzar y a mejorar.

Han desarrollado nanometales nuevos que mejorarán las energías renovables e investigado computación cuántica que hará más veloces y eficientes nuestros ordenadores; avanzan en aprendizaje automático hacia la robótica humanizada. Han descubierto receptores sensoriales y reguladores del crecimiento celular, proporcionado más y mejores herramientas para enfrentarnos al cáncer o al envejecimiento. Nos indican cómo prevenir las fluctuaciones macroeconómicas de los mercados y los cambios tecnológicos para evitar que nos lleven a nuevas crisis financieras. Preocupados por el cambio climático, nos explican cómo entender y adaptarnos mejor a las modificaciones ambientales y a cómo conservar la biodiversidad en el medio marino y terrestre. También la nueva técnica musical tintinnabuli como acercamiento sonoro único y espiritual merece un galardón junto a los cada día más necesarios procesos de cognición social para entender mejor a las personas y a nosotros mismos. Y ahora mismo, vistas las soluciones que la ciencia nos está dando contra la pandemia covid19, con las vacunas en especial, también un galardón para un investigador por situar la ciencia en la Historia y en su contexto.

Muchos de estos conocimientos pueden parecer abstractos y de lejana aplicación. Pero recuerdo los descubrimientos sobre reprogramación de células de Shinya Yamanaka galardonados en estos premios Fronteras del Conocimiento de 2010 y que en 2012 consiguió el Premio Nobel; su avance es ya de aplicación cotidiana.

Es el camino previsible para los hoy galardonados en un Bilbao cuajado de estrellas científicas. Bien está que hoy se les concedan galardones y una alfombra roja de reconocimiento, aunque todavía sería mejor que, viendo sus éxitos, en lugar del 1,4% del PIB español se destinara el doble o más para que más estrellas de este fulgor cuajaran el firmamento de nuestras esperanzas humanas.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika

In memoriam

Haití, uno de los apaíses más podres del mundo.

LLORAR y recordar a nuestros muertos es algo que nos distingue a los humanos. En este camino de llanto y recuerdo nos ha colocado el 11-S de 2001 en Nueva York casi como el único día D de la memoria. Ciertamente, 2.996 víctimas en un día en un ataque terrorista no son para olvidar. Menos aún porque lo pudimos ver en directo. Pero quizá nuestra memoria debiera ser más generosa en el recuerdo global de todas las víctimas.

En toda guerra o enfrentamiento armado suelen darnos el número de fallecidos y presentar esa cifra como categoría, cuando en realidad debiéramos reflexionar y considerar que un solo muerto ya es demasiado.

Ante esta necesidad de reflexión la realidad es que mientras leen en público in memoriam los nombres de los fallecidos en NY, muy pocos tienen un momento similar para otras víctimas del mismo conflicto. Según la ONU, desde 2001 en Afganistán han muerto más de 38.000 ciudadanos entre civiles y militares a consecuencia del enfrentamiento bélico latente; pero según Amnistía Internacional podrían rondar los 150.000 fallecidos; sí, incluidos niños, mujeres y civiles sin relación con las acciones de guerra.

Y no podemos olvidar a las 24.779 personas que los talibanes han asesinado en acciones antigubernamentales durante estos cuatro lustros de Libertad Duradera. Por olvidar, da la impresión de que los propios americanos han desmemoriado del recuerdo a sus 2.465 soldados muertos en una batalla fatua perdida de antemano y a la que quizá solo fueran reclutados para que las empresas armamentísticas, constructoras y extractivas de su país consiguieran pingües beneficios. Tampoco es que la coalición internacional tenga mucha memoria para sus 1.144 víctimas (34 españoles). Serán cosas del goteo de muertes, porque para ser noticia todas deberían haber sucedido el mismo día.

Transitando de la guerra y del terrorismo a la realidad de la vida, o mejor de la muerte, no veo un in memoriam parecido para las 659.000 víctimas (1.200 cada día) desde el 14 de marzo de 2020 en EE.UU. a causa del covid-19. En este mismo país fallecen al año a consecuencia del tabaco 480.000 personas, unas 1.300 al día, pero no hay un monumento en su recuerdo. Evidentemente no mueren por un ataque terrorista, pues las tabacaleras son empresas legales y fumar es libre, pero también mata mucho para beneficio de unos pocos, o sea, como las guerras

Elevar el 11-S a recuerdo solo neoyorquino no nos puede hacer olvidar la otra gran intervención americana en este mismo día de 1973 en Chile en el golpe de Pinochet para derrocar el gobierno legítimo de Allende. El cobre chileno era mucho más importante que el bienestar y la vida de sus ciudadanos. Así que entre setiembre y diciembre de ese año detuvieron a 250.000 personas (el 2,7% de la población) y durante los 17 años de dictadura pinochetista, apoyada sin titubeos por EE.UU., fueron asesinados parapolicialmente más de 2.125 personas, hubo 1.102 desaparecidos y se exiliaron 200.000 chilenos. Chilenos in memoriam del 11-S.

Y en la memoria también los muertos en Barcelona en 1714 al final de la guerra de Sucesión, lo que dio origen a la Diada; hay que recordarlo porque de lo contrario conseguirán que hablemos y aceptemos el 11-S americano con víctimas solo de un bando.

Lo contradictorio de una fecha tan necrológica como el 11-S quizá sea que este mismo día de 1906 Mahatma Ghandi inició su movimiento de No Violencia. Lo dicho, un solo muerto ya era una demasía.

@nekanelauzirika nlauzirika@deus.eus

Jaizkibel, 25 años a la espera de la igualdad

Las y los intgrantes de Jaizkibel

La igualdad de hombres y mujeres no es un quimera, ni una espera sine die, sino una realidad que debe exigirse día a día en todas las situaciones sociales, también en el ámbito festivo. La compañía mixta Jaizkibel lleva desde su fundación hace 25 años tocando con la aldaba a la puerta a la igualdad, pero las otras 21 compañías siguen impidiendo que las mujeres puedan desfilar como soldados en las fiestas de su Hondarribia. La pandemia, por segundo año consecutivo, no ha permitido que tenga lugar el precioso Alarde de la villa marinera, pero ni esta ausencia puede hacernos olvidar que la compañía Jaizkibel sigue esperando desfilar en el batallón de la igualdad. El 8 de septiembre siempre está en mi memoria ¡Gora Jaizkibel!

Joyas anegadas en llamas

A estas alturas del calendario a más de uno/a la palabra verano le sonará tan lejana como cercano el comienzo del trabajo con las vacaciones ya esfumadas.

Los ecocidios están siendo interminables en todo el planeta.

Para muchos llegará el dilema de si continuar teletrabajando, volver al curro presencial o compaginar ambos; y, aunque el desempleo haya descendido en el Estado en 83.000 personas, no nos engañemos, porque la afiliación a la seguridad social ha perdido más de 121.000 y peor aún en la CAV, donde hay 3.000 personas más en paro que en julio, esto con ERTEs todavía coleando; si sumamos los despidos programados y paros por problemas de suministros en algunas empresas, lo laboral es la preocupación prioritaria de casi cualquier currito.

Además, como cada setiembre, el gasto escolar se echa encima, con una media de 1.889 euros por alumno/curso, cíclico quebradero de cabeza posvacacional. Y tras el verano vacacional toman cuerpo un tercio de los 125.000 divorcios anuales en España, que no será asunto de todos, pero sí de bastantes. Por otra parte, la pandemia covid sigue vivita y mortificando a todos como preocupación cotidiana.

Por si estos asuntillos no fueran suficiente fuente de agobio popular cercano, tenemos el criptograma, prácticamente indescifrable para el vulgo, del recibo de la luz ascendiendo a los cielos. Ya sé que las compañías eléctricas, como Iberdrola en julio a sus 600.000 accionistas, pagan jugosos dividendos que enjugan muy bien los descalabros de la factura lumínica; pero los no-accionistas lo vemos más oscuro y miramos culpabilizando al gobierno, a sabiendas de no ser el culpable, pero como saco de las quejas está más cerca que el fondo de inversión qatarí.

Con tantas y tan acuciantes preocupaciones cercanas, hablar de las lejanas se nos antoja tan etéreo como el desperdicio del agua de lluvia en el océano. Y sin embargo están ahí, tan reales como el paro o la subida del precio de la luz. He visto de cerca arder 22.000 hectáreas de bosque y prado en Ávila, sí, veintidós mil campos de fútbol calcinados; una nadería comparadas con los 2,3 millones de hectáreas de bosque perdidas en 2020 en Amazonía, la mayoría por incendios provocados.

También nos pillan lejos los desastres del huracán IDA o la inmensa masa de agua caliente cercana a Nueva Zelanda que está provocando megasequías en Chile y Argentina, surtidores tradicionales de muchos de nuestros cereales, por ejemplo. Son nuestras joyas en llamas, o no todas en llamas, porque algunas joyas también están anegadas en las lluvias torrenciales consecuentes a una DANA (vulgo, gota fría) que cada vez con mayor frecuencia y virulencia azotan zonas más amplias de la península Ibérica. Y en el recuerdo para no perder, el funeral programado del Mar Menor.

La lista de ecocidios vía contaminación, calentamiento global y cambio climático podría ser interminable. Interminable y continuada, porque seguimos contaminando o no damos importancia a que otros lo hagan, urbanizando lo inundable, plastificando urbi et orbe, sobreexplotando acuíferos, esquilmando los océanos, deforestando… tal vez porque creamos que la catástrofe esté lejos en el espacio y en el tiempo; pero al mismo tiempo los medios especulan y preocupan al ciudadano con la posibilidad de que a partir del 2135 el asteroide Bennu pueda chocar con la Tierra y que el 24 de setiembre de 2182 su probabilidad de choque sea de un temeroso 0,037%.

Al ritmo que caminamos veo dudoso que Bennu encuentre entonces joya alguna que arrasar, aunque mantengo mi voto-esperanza de equivocarme en la predicción.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika

El mundo nunca parece suficiente

NO ES MALA LA AMBICIÓN PARA MEJORAR, PERO LAS AMBICIONES SIN FILTRO… SON EL CAMINO A LA CODICIA

El 29 de julio agotamos las reservas naturales de la Tierra para este año

NO copio al super-007, sino solo recuerdo que el 29 de julio agotamos las reservas naturales de la Tierra para este año; no puede producir ni recuperar más, así que a partir de ese día vivimos en préstamo ecológico, vamos, una hipoteca más, que de no atajar a tiempo nos llevará al ecocidio.

Mª Luisa le advertía con fina ironía a su marido que cuando se quedara viudo esperaba de él que con su nueva esposa tuviera suficiente confianza, pero no las confianzas que con ella. Singular y plural, ni son iguales ni se parecen. Quizá ambición y ambiciones entren también en esta semántica diferenciada del mismo fonema. No es mala la ambición para mejorar, pero las ambiciones sin filtro…

Los tambores de guerra sonaron durante la Guerra Mundial africana hasta 2003 durante 30 años, con 16 facciones armadas en litigio y más de 5 millones de muertos; los rescoldos siguen sin apagarse del todo como consecuencia de la codicia hacia sus recursos naturales, petróleo, oro, platino y coltán a la cabeza. La maldición del territorio rico en materias primas, todos las quieren, pero no tanto a sus ciudadanos.

En Afganistán, encrucijada geoestratégica, pasa otro tanto. Vemos su crisis humanitaria, pero cuando se atempere, porque solucionarse es complicado, seguirán teniendo 300.000 hectáreas de adormidera y el 70% de la producción mundial de opio que origina 400 millones de euros al año que muyahidines antes y ahora talibanes se embolsarán; de hecho, pueden surtir de «amapola», tanto legal e ilegal, a todo el planeta. Si sumamos que poseen hierro, cobre, cobalto, gas, tierras raras, uranio y sobre todo litio, esencial para las nuevas superbaterías, tenemos en Afganistán el cóctel perfecto, porque además está en plena ruta comercial del camino de la seda que quiere abrir China. Añadan el condimento religioso y que la mayoría de afganos serán excluidos (sobre todo, excluidas) de los beneficios de sus reservas naturales valorados en tres billones de euros, para entender que el avispero no ha hecho más que empezar a zumbar. El imperio americano, el soviético, el británico, el zarista y hasta Alejandro Magno fracasaron en este rico país de cuya riqueza son apartados la mayoría de sus habitantes. La mitad de su población es pobre, un 30% pasa hambre y el 60% está en desempleo. Las ambiciones de quienes fijan sus ojos de codicia y afilan sus garras sobre Afganistán no valoran esto, sino el opio y el litio que tan pingües beneficios pueden darles.

Más cerca tenemos las ambiciones en el Mar Menor; sobresaturación inmobiliaria, campos de golf donde no hay agua suficiente, sobreexplotación de acuíferos legales e ilegales para una agricultura desaforada que utiliza pesticidas y abonos nitratos que terminan eutrofizando el lago que deja 70 toneladas de peces muertos, aguas contaminadas y colmatación preocupante. Poco importará este ecocidio a quienes se lo han llevado caliente en euros o royalties; me temo que lo seguirán haciendo.

Más cerca el runrún de la tercera dosis de la vacuna contra el covid cuando no ha terminado de administrarse la segunda, ni se ha demostrado que haga falta y haya países que no han inoculado ni al 1% de su población; claro, son pobres y no pueden pagar, mientras a los ricos sí se les va engatusando con la necesidad de la tercera dosis porque sí pueden pagar. Ambiciones de comerciantes codiciosos.

Para estos grupos, multinacionales o corporaciones rapaces el mundo nunca parece suficiente para llenar sus ambiciones. Lo trágico es que nos hayan hecho creer que sus ambiciones insaciables son la medida del progreso, como si su codicia nos hiciera ricos a todos.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika