Fin del maratón inaugural

Se acabó la fiebre de “inauguritis” preelectoral. Después de mirar una fotografía de autoridades y políticos disfrazados de obreros (se notaba demasiado el disfraz) en el aeropuerto de Castellón mi perplejidad iba en aumento conforme leía la noticia correspondiente;  el presidente autónomico, imagino que con su cohorte de aplaudidores y beneficiarios, inauguraba un aeropuerto que ni está terminado ni tiene licencia ni aviones; “mientras llegan los aviones los ciudadanos podrán pasear por él” dicen que dijo el presidente con socarronería popular.

Según la nueva normativa, entre la convocatoria de elecciones y su celebración queda prohibida cualquier inauguración de obras o proyectos… sin perjuicio de que puedan entrar en funcionamiento en este período. Así que en la práctica, este abril es un mes “inhábil” electoral, por lo que todos se han lanzado como alma que lleva el diablo al corte de bandas.

El presidente del Gobierno inaugura la llegada del AVE a León antes de que llegue el tren, en Sevilla una circunvalación donde no se trabaja, en Tudela el Teatro Gaztambide aunque desde 262 butacas de gallinero no se vea el escenario… lista interminable, porque Castellón no es una isla ni un ejemplo aislado, sino el modelo habitual de inauguraciones preelectorales, donde el caso es tomar posición en los tacos de salida para las elecciones.

Es fácil realizar un viaje virtual por todas las obras a medio terminar, in-inaugurables, inútiles primeras piedras, presentación de proyectos… donde cabe igual un semáforo o un teatro que un tramo de autopista sin licitar. Cualquier adoquín es materia de inauguración… o si no hay nada nuevo se reinaugura el mismo adoquín. “Os prometí un hospital, y aquí está su maqueta”, la frase es de un presidente autonómico mientras tomaba posesión electoral de un hospital “de papel”.

 Y en el evento concejales, alcaldes, diputados, presidentes, ministros y la reina. No molestaría esta cascada de propaganda partidista si no estuviera pagada con dinero de todos ni se tuviera que rehacer casi todo lo inaugurado.

La modificación de la Ley Electoral pergeñada entre los grandes partidos, que ahora se les vuelve en contra, modifica el tempo de la actualidad política, pero lo peor es que esquilma nuestros ya exangües bolsillos en beneficio de quienes repetirán el mismo sarao inaugural dentro de cuatro años. Para este empacho de corte de cintas no necesitábamos ley nueva, y nos hubiéramos ahorrado el atracón de inauguraciones con burla al ciudadano pagano.

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