Hace unas semanas husmeaba-buscaba en Internet alojamiento para las vacaciones;desde entonces todas mis ventanas digitales están repletas con información precisa de casas en la zona, características y precios que yo indiqué. Big-data turístico inmobiliario.
Recientemente rastreé información en internet sobre isoflavonas para un artículo acerca de la menopausia. Mi correo electrónico y ventanas digitales rebosan de comercializados con flavonoides. Big-data sanitario.
Desde que pago con tarjeta recibo en mi día habitual de compras la información precisa de precios, del pescado y carne que me gustan, de mi helado preferido… saben hasta cuántos somos en casa;como si llevara un geo-localizador incorporado. Big-data alimentario.
Si voy a la peluquería, tienda de ropa o de calzado… cada vez que busco información o pulso un “me gusta”. Me he convertido en una emisora de datos de información sobre mí misma que alguien (máquina me imagino) analiza, acumula, integra y rebota en forma de ofertas publicitarias, comerciales, ideológicas, políticas, de salud… Siempre saben todo ( o casi) de mí y me ofrecen anticipadamente lo que saben me interesa.
Tengo una vecina muy dada a las devoluciones tras su arrepentimiento por compras algo compulsivas. Está localizada como cliente potencialmente problemática y en una conocida tienda de ropa interior femenina le denegaron la devolución de sus adquisiciones, no en Bilbao, sino en París. Big-data comercial.
Parecería inocuo y todo bajo control, pero el reciente fallo de seguridad de Facebook ha dejado con el culo al aire la intimidad de 50 millones de usuarios, que al parecer protegemos poco nuestros datos personales. Como dice Yuval Harari, el cotilleo y mutuo intercambio de información entre humanos impulsó que el homo erectus se transformara en homo sapiens hacia el homo deus;pero bien pudiera ser que en este caminar, junto a las grandes oportunidades de avance científico-tecnológicos nos quedemos sin intimidad ni libertad, viajeros confiados montados en el Big-data hacia el orwelliano “1984”.