Degustemos la miel y dejemos en paz a las abejas. Investigadores del Hospital Ramón y Cajal han registrado el primer caso conocido de una mujer fallecida por anafilaxis tras la aplicación de apiterapia, práctica de medicina alternativa que utiliza la toxina de la abeja inoculada directamente por su picadura en la piel. Los expertos en alergias la consideran una práctica tan insegura como no recomendable ya que su impredecibilidad produce riesgos superiores a los supuestos beneficios. Pero sigue utilizándose porque es legal.
El Colegio Médicos de Barcelona ha inhabilitado a un colegiado por aplicar a enfermos oncológicos el métodoHamer o Nueva Medicina Germánica, carente de evidencia científica y basado en culpabilizar al enfermo de sus propias dolencias, animando al tiempo al paciente de cáncer a abandonar los tratamientos terapéuticos validados por los científicos.
La multinacional Procter&Gamble promociona con cierto éxito un champú “sin gluten”. En la desorbitada cruzada de estrategia comercial contra la celiaquía, este champú es literalmente una tomadura de pelo, absurdo seas o no celíaco, porque el gluten solo afecta a los celíacos cuando lo ingieren.
Falacias y timos abundan en Internet con su oferta cuasi infinita de tratamientos y medicamentos fuera de cualquier seguridad científica probada. Es un enganche perfecto para hipocondriacos angustiados, ingenuos y crédulos. Aunque ningún sitio de Internet, ni el más confiable, garantiza que un médico te recete sin verte personalmente.
Como la homeopatía. En España su principal empresa comercializadora factura 20 millones anuales, en Francia 370 millones. No importa que hace 13 años The Lancetpublicara evidencias científicas irrefutables en contra de la eficacia de la homeopatía. Debiera dejar de gastarse tiempo y dinero en demostrar que es una terapia cuando dos siglos después de Hahnemann no se ha conseguido. Pero al parecer “cuanto más se diluyen las pruebas a favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, aunque sus métodos pseudocientíficos estén más cercanos a la superstición que a la curación. Veremos cómo se ajusta esta realidad a la normativa europea que entrará en vigor en agosto para los productos homeopáticos, sean con o sin indicación terapéutica y sus condiciones de prescripción y dispensación, composición y principios activos. Venderse o no en farmacias, como fármaco o no, he ahí la cuestión, una dura batalla comercial, como si la salud fuera secundaria.
Como cada año, los fieles de Culiacán (México) han homenajeado a “Jesús Valverde”, conocido como “El bandido de Sinaloa”, “Ángel de los pobres” o “Santo de los narcos”, un Robin Hood que dicen robaba a los ricos para dar a los pobres. Sus atropellos y asesinatos, por los que fue ajusticiado hace 109 años, no son óbice para que ahora sea venerado como auténtico homeópata social en olor de “santidad laica”.
Todo quedaría en anécdota jocosa si no murieran niños/as por otitis o por no vacunarse contra el sarampión, por abandonar su tratamiento de quimioterapia oncológica o por buscar el beneficio de las abejas en su aguijón en lugar de en su miel.
Charlatán, comercial avispado o truhán, es fácil pregonar productos milagro, placebos como mucho, sin comprobación científica ni terapéutica al estilo “robinhoodiano” de Jesús Valverde cuando la angustia de la salud empuja a ser ingenuamente crédulos. Veremos en qué queda la regulación comercial de productos homeopáticos.