JOSÉ Miquel Arenas, Valtrónyc en el pseudónimo artístico, se ha fugado, probablemente a Bruselas, donde al parecer habría pedido ayuda legal a los mismos abogados que defienden a los exconsellers catalanes, refugiados políticos en Bélgica. Los cito como refugiados sintiendo en el cogote el miedo real de que en esta supuesta democracia liberal pudieran aplicarme la ley orgánica 4/2015 de 30 de marzo de protección de la seguridad ciudadana, ley mordaza nacida para perseguir la movilización social;denunciada en mil foros, probablemente no la modifique ningún gobierno venidero, porque el poder homogeneiza sutilmente el pensamiento. Se la aplicaron al periodista Raúl Solís, a la tuitera Cassandra, al cantante Cesar Strawberry, a Tris Alba, A Eduard Biosca y a 1.200 personas a las que multan cada día por ella, como se lo han hecho al huido y represaliado sociopolítico Valtrónyc el rapero, condenado a tres años y medio por sus canciones. Picada por la curiosidad he leído sus letras;no me quiero engañar, la mayoría no me gustan, pero en la retranca y sal gorda de casi todas ellas sí percibo la espita-desfogue de la rabia y el cabreo contenidos de un ciudadano que se siente sometido, engañado y domeñado por los poderosos, los bienpensantes, bancos rescatados, fuerzas policiales, políticos pesebreros, gobiernos inquisitoriales, poder judicial “segúnparaquién” y, como aglutinador global, por esta monarquía de puteros, cazaelefantes y comisionistas. Serán letras de mal gusto, pero ¿delito? Ante todos estos casos de libertad de opinión, de expresión humorística, de información y de manifestación, la Fiscalía en nombre de la llamada Justicia actúa con prontitud y eficiencia consiguiendo condenas ejemplares. ¡Cuídeme yo de llamar feo a un policía o recauchutada a la reina!
Frente a esta eficiencia recuerden los aplausos a Vera y Barrionuevo y los (auto)indultos ¡a los míos! o los diez años ¡diez! en dictar sentencia en el caso Gürtel. Y a saber si irán a la cárcel y de ir, ¿cuántos años? En la otra acera de los citados tenemos juicios en Altsasua por peleas con guardias civiles fuera de servicio o en Pamplona contra jóvenes de Irún que destrozaron algunos bienes públicos, a los que aplican severísimas leyes antiterroristas, mientras observamos exculpaciones de infanta “ignorante” o ausencia total de inculpación a Jiménez Losantos cuando propone bombardear Cataluña, con los no independentistas incluidos. Al tiempo, vemos en las revistas del coure a Urdangarin paseando por Suiza con su condena firme de seis años, mientras se encarcela preventivamente a catalanistas y a otros (casi 600 días los de Altsasu) o se aplica la cárcel ipso facto a Valtrónyc.
De niña veía detener y multar a personas mayores tan sólo por decir Gora Euskadi, por reunirse en asambleas obreras, no levantar el brazo ante la rojigualda, escuchar radio pirenaica o contar chistes anti-régimen. Si te detenían tenías que demostrar tu inocencia. Me dijeron que en democracia sería al revés, que serías inocente hasta que no demostraran tu culpabilidad. Al parecer me debieron engañar en la patraña de la Transición.
Lo tomo de Valtrónyc: “Él (rey o cualquier otro poder de este Estado) respetuoso con la Constitución, en cambio los derechos humanos se los pasa por los cojones”.
Justicia de varas muy aleatorias.