El plástico nuestro de cada día

Como muchos otros ya he vuelto de mis periplos veraniegos digamos que vacacionales y aunque no me deje arullar por la nostalgia en demasía, sí que echo la vista a la pasada canícula por si la reflexión me sirviera para enmendar el futuro. Así que en esta corta pero complaciente retrospectiva me veo dedicando un pequeño tiempo a observar cosas que habitualmente me pasan desapercibidas o al menos a escuchar a quien me indica en donde debo fijarme para poder ver lo que hay al otro lado del espejo.

Me acerco a una charca que conocía de pequeña, antes rebosante de chapoteos de pececillos, chotacabras al atardecer, ranas croando, alguna que otra culebrilla y cigüeñas en busca del almuerzo. Ni los veo ni les escucho, quizá por los motores de los coches que pasan cerca o quizá porque ya no los haya, pues en la superficie lo que se observa es una buena capa de algas … claro, los abonos nitrogenados generosamente esparcidos terminan en el humedal y la eutrofización (así lo llama mi experto acompañante) hace el resto; si añades pesticidas y herbicidas al gusto, el cóctel resulta un sinvivir. Aunque no sea especialmente campestre, también echo en falta los soliloquios lumínicos nocherniegos de las luciérnagas, pero en la zona han puesto farolas hasta en los nichos de los búhos. Así que, Iberdrola 1-luciérnaga 0.

Podría contarles muchas más de estas minimalistas observaciones de una ciudadana amapola de asfalto, pero como seguramente ya se las sabían y no podemos, yo al menos no, ponerlas coto, me había decidido contribuir en algo a que no emperorase mi entorno disminuyendo mi cuota de consumo de plástico. Mi intento era bueno, lo prometo, pero una quincena después claudico: he vaciado tres cubos de basura-plástico frente a uno de orgánico y otro de papel. Si compro pan me lo dan en una bolsa de plástico microperforado, las madalenas cada una en su bolsa embolsadas por docenas en otra, las patatas en una malla de plástico y las frutas en bolsitas de plástico, los yogures y otros lácteos en botes plásticos, leche en tetrabrick con aluminio muy lustroso, cada pedido de embutido me lo ponen en un taper de plástico, me cuesta encontrar un refresco en botella de cristal, las legumbres y el arroz también en bolsas plásticos, añadan los sprays que usamos para laca, cremas, insecticida y pinturas. Sumen todas sus propias dosis de plastificación dependencias. No sé si será posible sobrevivir sin plásticos, quizá sí, pero este verano yo no lo he conseguido.

Me dicen que la isla de plástico en el Pacífico sigue creciendo, que prácticamente en todos los pescados que comemos hay microplásticos, que la cadena trófica podría ensartarse con poliestirenos, que el 1 de agosto los humanos (unos mucho más que otros) hemos agotado todos los recursos naturales que la Tierra es capaz de producir en un año; es decir , que desde ese día vivimos de prestadillo, hipotecados, comiéndonos/bebiéndonos el futuro … claro un futuro que estamos escamoteando a nuestros hijos.

Como no conozco la solución, para el panem nostrum quotidianum hago la ruta del cubo de plástico de cada día, hasta que pronto sean dos al día.

@nekanelauzirika