Comparte lo que importa


ES el lema de Manos Unidas para este año. Pocas cosas pueden importar más que tener agua potable, alimento y vivir en paz. Pero…

Quiero pensar que en el paraíso imaginado se comparte alimento, agua potable y la compañía en paz. A veces, entre las ensoñaciones humanas se encuentra el regusto por volver a ese idílico paraíso terrenal en donde podía cogerse de aquí y de allá lo necesario para vivir sin que nadie pasara ni hambre ni sed ni soledad. Pero en este paraíso terrenal solo creen quienes se durmieron en las clases de geografía, porque aquí y ahora, millones viven bajo la guerra que engorda la bolsa de otros, y más millones -prácticamente los mismos- pasan hambre y sed mientras otros son atendidos por obesidad debido a sobrealimentación.

Anteayer derribaron un F16 al poderosísimo ejército israelí arrasador de vida y pueblos. Un avión de estos costaba en el 2000 unos 19 millones$;hoy sus descendientes tecnológicos F22/F35, sin mejoras, rondan los 196 millones$, con un costo de vuelo de 25.000$/hora. Sumen tripulación, mecánicos, hangares, armamento, mantenimiento… Dividan el precio final de uno de estos monstruos bélicos por 365 días y si en Camboya una persona con un dólar puede comer arroz al menos una vez al día, calculen cuantos miles de camboyanos que hoy viven en la hambruna podrían levantarse cada día en la seguridad de tener alimento y agua potable. Podrían incluso permitirse el lujo de un trozo de carne a la semana. Sepan que se han fabricado/vendido y cobrado más de 4.500 aviones F16.

La guerra que generamos los países ricos, pero también el despilfarro de lo que importa. Porque un 20% de los alimentos que se ponen en el mercado mundial se pierden o desperdician;la población mundial con recursos consume un 10% más alimentos de los que necesita, con la obesidad como “epidemia del desarrollo”, y otro 10% se estropea o se tira a la basura. Según HISPACOOP, en 2013 cada hogar español de media tiró a la basura al año 76,5kgs de alimentos, y los restaurantes desperdiciaron 63.000 toneladas/año de comida. Ni en Camboya ni Somalia, según el Parlamento Europeo en nuestro propio corralito de opulentos 80 millones de europeos viven por debajo del umbral de pobreza mientras se tira casi la mitad de los alimentos que se mercadean. Junto a la guerra, el sistema actual de producción de alimentos es otra arma cargada contra el hambriento, porque según la Universidad Aalto (Finlandia), en Europa produce pérdidas equivalentes a 27 metros cúbicos de agua potable, 0,031Ha de tierra fértil y 4,3kg de abono por habitante y año. Todo un derroche que redunda en hambre para 1.200 millones de personas, sed a 800 millones y daños al medio ambiente, quizá irreparables. Pero claro, también genera pingües beneficios a unos pocos. En medio quienes ni somos de estos pocos ni pasamos hambre podríamos hacer mucho más para compartir, pero con frecuencia vemos estas desigualdades vitales como una insignificancia ajena y lejana. Lo peor es que en Europa nos está brotando coraza de abundancia en partidos y grupos ultraderechistas/fascistoides que el compartir lo conjugan exclusivamente en primera persona nacional. Mal camino para acceder al paraíso terrenal.

Discursos vacuos

OTRO DISCURSO REY
Ni una palabra de corrupción, ni de las 60 mujeres asesinadas por parejas y hasta 16 veces cito la palabra unidad de España.

Como a muchos/as ciudadanos, no me suelen interesar ni un comino los discursos oficiales del rey ya que por principio suelen ser tan evanescentes y vacíos de contenido real como la propia monarquía, que solo habla en serio a la hora de cobrar comisiones y a final de mes por unos servicios que muchos consideramos tan innecesarios como sus discursos florero. Dóciles tertulianos en complaciente exégesis hermenéutica llenarán de sustancia estos vacuos discursos reales, palabras reales grandilocuentes de quien no toca el suelo con los pies.

Pero en esta ocasión sí escuché al borbón Felipe VI. También un parado que ilustra su opinión: nada por aquí, nada por acá, mostrando sus manos vacías de soldada como el insustancial discurso real. Castillos en el aire, me decía un pequeño empresario, porque aunque los exégetas borbónicos vean hermosas palomas en las manos del prestidigitador real, a los autónomos (verdaderos generadores de empleo) emprendedores la mención real a la economía, solo les recuerda a la de bancos o de grandes empresas, pero no a la de quienes aun trabajando duro mal-llegan a fin de mes o a la de quienes no han accedido a su primer empleo (él lo tiene asegurado de cuna) o han tenido que emigrar por miles a países que otorgan esperanza de encontrarlo; tampoco recordó a quienes se quedan sin vivienda por la rapiña de los ricos, ni de los pobres de solemnidad.

Con solemnidad citó la rectitud, pero se “olvidó” corrupción, aunque tengamos una recua de corruptos con su hermana en lista de espera judicial. Una vecina nacionalista-española estaba exultante con el ¡Arriba España! real, pero un moderado nacionalista-vasco moderado me recuerda que Felipe dijo muchas veces España y alabó otras tantas su unidad (hasta 16 veces) y grandezas patrias; usó palabras altisonantes sobre la diversidad de los pueblos de España, pero no mencionó Cataluña, ni se esforzó en esbozar un guiño para atraer a quienes trató como súbditos, sonando amenazadora su apelación permanente a la ley.

Impresionante tramoya real, palacio, tapices, artesonados…, mucha lejanía y demasiada prosopopeya, con utilización repetida de expresiones ternarias de solemnidad como progreso político-cívico-moral/diálogo-concertación-compromiso/rigor-rectitud-integridad…; suenan bien, pero remarcan su lejanía personal del pueblo y la grandilocuencia que no necesitamos desde el jefe del Estado.

Citó el terrorismo sufrido en París, como su padre el de ETA, pero ni una palabra para las 60 mujeres asesinadas por razón de ser mujer, un terrorismo que desde 2003 suma más de 800 víctimas, tantas como las asesinadas por ETA en 40 años. Así la igualdad de oportunidades puede esperar más allá del googlediano 2095.

Lástima de esos 13 minutos perdidos escuchando el discurso real; palabras de rey, palabras hueras