ME lo dijeron tantas veces y tantos profes en mis días de bachillerato que casi llegué a considerarlas mi segunda residencia y, en ocasiones, hasta la primera. Evidentemente, con desplazamiento y estancia gratuitos. Pero mis sueños puede que estén a punto de dejar de ser etéreos nebulares de quien sueña despierta y pasen a ser destino vacacional casi tan común como Laredo, Villarcayo, Ezcaray o Zarautz. Digo casi, porque hay que tener valor, mucha necesidad de alejarse tanto y sobre todo suficiente pasta en bolsillo flojo para pagar la materialización del sueño hecho viaje. A Dennis Tito, el primer turista espacial en 2001, ya le costó unos 20 millones de dólares poder disfrutar de ocho días de vacaciones en una Soyuz viajando fuera de la Tierra. Ser pionero siempre cuesta un plus, pero ahora la enardecida competencia comercial entre agencias para vacaciones y estancias espaciales está ofreciendo gangas casi galácticas para dar el salto estratosférico.
Aunque lo ha retrasado, la Virgin Galactic ofrecía para este mismo trimestre seis minutos de viaje fuera de nuestra frontera atmosférica por unos módicos 250.000 dólares, que al igual que en cualquier viaje a Bali o Canarias podría sufrir incrementos según variaciones del cambio monetario o del precio del combustible. Una nadería. Otra empresa, Orion Span, ofrece para 2022 estancias de lujo para seis personas a 200 kilómetros de la Tierra en la Estación Espacial Aurora, desde donde poder disfrutar de auroras boreales, cultivar alimentos, disfrutar de gravedad cero… Las reservas están abiertas a 80.000 dólares por cabeza para un costo final que rondará los 9,5 millones de dólares, salvo imprevistos.
Escuchaba a dos antiguos compañeros de facultad hablando de sus añorados años juveniles universitarios, “¿Recuerdas cómo corríamos tras las chicas?” “sí, lo que no recuerdo muy bien es para qué”. Viendo ahora cada fin de semana, y especialmente en puentes como este, las kilométricas caravanas huyendo de la ciudad, me hago similar pregunta y obtengo parecida respuesta. También me pregunto si cuando se abaraten los vuelos espaciales e incluso los estratosféricos de larga estancia las caravanas domingueras serán habituales en los aeródromos espaciales y si los jubilados en vez de a Benidorm, a Canarias o a Miami harán cola para ir a la Luna o tal vez más lejos o quizá hasta se planteen pasar largas temporadas con segunda residencia instalada en Marte o en algún exoplaneta habitable.
No sé si entonces comprenderé para qué se van tan lejos. Porque comprendo que el fallecido Stephen Hawking suspirara por ir hacia las estrellas y la ingravidez, pero ¿los demás? Podría ser para escapar de las mentiras de muchos dirigentes o de las calamidades, guerras, enfermedades, injusticias de la Justicia contra las mujeres, asesinatos en los múltiples muros terrestres, injusticias sociales y sobre todo de la rutina, más ahora que en Muerte de la muerte David Wood y J. L. Cordeiro nos vaticinan la inmortalidad para 2045. Pero en ningún caso podríamos huir de nosotros mismos… y para este viaje prefiero viajar a mis nubes privadas. Ida y vuelta gratis, sin caravanas ni sobresaltos.