La gran tragicomedia vasca

Cuánta razón tenía La Lupe: “Teatro. Lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”. Aplíquese a cualquiera de los amenizadores de nuestra verbena interminable. Cada quien se sabe su papel y nos lo larga con la misma alegría con que los niños echan pan a los patos. Lo penúltimo -aquí nunca hay último- ha sido la epístola de Eguiguren a los corintios del que es, fue y será su partido, no lo ponga nadie en duda.Tocaba puñetazo encima de la mesa, rasgado limitado de vestiduras y apariencia de Quosque tandem, Zapatero, como si a estas alturas del camino a su debacle al interpelado se le fuera a descircunflejar la ceja por que lo llamen cobarde, gallina, capitán de las sardinas. Cosas peores le llaman en los corrillos de los comités federales. ¿Quiénes? Los mismos, empezando por el fariseo Bono, que se han lanzado a proclamar la gallardía del leonés amortizado.

Show must go on

Desengáñense los que han visto en la carta del presidente del PSE un nuevo acto de pundonor del héroe que se enfrenta a la corriente. Si fuera tal, hace tiempo que le hubieran dado la boleta, siguiendo las normas de la casa del puño y la rosa para con los auténticos disidentes. Esa descarga, convenientemente empapada de patriotismo español (¿o es que nadie ha leído el texto completo?), venía en el guion. El pie se lo había dado el mismísimo Patxi López al declarar, cual si se hubiera caído del caballo camino de la sala 61 del Supremo, que Sortu no es lo mismo que ETA, obviedad que adquirió tintes de esperpento cuando la repitió en gallego el ministro de Justicia español que había llevado a los jueces toda la papela que pretende demostrar lo contrario. ¿Y nadie manda parar la función después de un contradiós así? No; el espectáculo debe continuar.

Y continuó. El secundario de campanillas Basagoiti recitó su parte. La reacción previsible antes de que supiéramos que todo está más trucado que la Bultaco de un quinqui habría sido reclamarle a López que le devolviera el rosario de su madre y que se quedara con todo lo demás. Se conformó, sin embargo, con hacer una de sus gracietas –Batasortu, juas, juas- y fingir que le pedía a su socio que no se despiste, no sea que le vaya a dejar sin su trozo de la makila. Mientras, el proscrito Rufi Etxeberria, que no es ajeno a la tragicomedia y que no se deja preguntar en cualquier sitio, volvía al templo maldito del txori a explayarse tal y como tiene expresamente prohibido por mandato parlamentario rubricado por PSE, PP y la comparsa unipersonal UpyD. ¡Telón!

Demagogias nucleares

Llevo veinticinco años buscando alguien que me explique, sin tratar de llevarme al huerto, las bondades de la energía nuclear. Sigo esperando. Cada vez que he abierto mi mente y mis orejas a los argumentos proatómicos, he tenido la sensación de estar en uno de esos viajes donde te regalan una olla birriosa y un jamón escuálido a cambio de tragarte la chapa de un vendepeines que quiere colocarte una participación en un apartamento en multipropiedad o un electrodoméstico que aspira, hace la comida y saca a pasear al perro. Allá donde esperaba razones fundadas, han intentado colarme torrentes de datos indemostrables con apariencia científica y la descripción fantasiosa de una utopía técnica infalible. En el discurso entusiasta de los propagandistas, Harrisburg o Chernobyl eran detallitos sin importancia, cuando no exageraciones de los enemigos del progreso. Los más cínicos y atrevidos llegaban a decir que cualquier avance en la historia de la Humanidad había tenido un coste, siempre insignificante, de vidas.

Cientifistas fanáticos

A dos centímetros del pasmo, veo que lo que está ocurriendo en Japón (lo que nos cuentan, quiero decir; otra cosa será la verdad) no sólo no ha bajado los humos de los charlatanes, sino que ha provocado que se rearmen y pasen directamente a la ofensiva. Cualquiera que ose mostrar el menor signo de preocupación o inquietud es un patán iletrado sin derecho a vela en este entierro, algo parecido a un pobre e inferior salvaje de una tribu africana que se asustara al ver brotar una llama de fuego del mechero del bwana de turno. Uno de esos fanáticos del cientifismo que -Freud sabrá por qué- gustan de ir de campeones de la racionalidad se chotea de nuestros miedos asegurando que lo de Fukushima no es mucho peor que hacer un vuelo de larga distancia o que beber una cerveza embotellada en ciertas zonas de alta radioactividad natural. Claro, por eso están evacuando decenas de miles de personas. Pero como el gachó sienta cátedra en el MIT de Massachusetts, los de la turbamulta ignorante debemos arrodillarnos ante la voz de la sabiduría.

No soy un antinuclear visceral cerrado en banda. Admito humildemente que, como en tantas otras cuestiones, carezco de los conocimientos mínimos para tener una opinión sólidamente argumentada. A falta de datos que no apesten a potito ideológico interesado -ya digo que llevo un cuarto de siglo tratando de encontrarlos-, me instalo en algo tan elemental como la prudencia. Con más motivo, si quienes pretenden convencerme lo hacen tomándome por idiota.

Corrupción y debilidad crítica

Se preguntaba el domingo Xabier Lapitz en estas mismas páginas si la prensa exagera la nota con los casos de (presunta) corrupción. Es muy revelador y muy higiénico que un periodista que lleva semanas picando en la misma mina inagotable saque por unas horas la cabeza del agujero y se cuestione -además, en público- si existe alguna posibilidad de que esté cargando las tintas más de la cuenta o de que la actividad que se ha apropiado de la mayor parte de su tiempo le haya hecho perder la perspectiva. La propia disposición al examen de conciencia, que no encontraríamos jamás en el lado de los protagonistas de los marrones investigados, encierra para mi la respuesta a la pregunta de Xabier: la prensa en general no exagera en el tratamiento de los casos de corrupción, y el Grupo Noticias en particular no lo está haciendo con el dossier Urchueguía.

Absorción limitada

¿Por qué, entonces, cuando un medio lleva cuatro o cinco días seguidos informando sobre un determinado asunto, empieza a cundir esa percepción de exceso, de empecinamiento, casi de obsesión? Respondo, no como periodista, sino como lector, oyente y espectador: los consumidores de información tenemos una capacidad limitada de absorción. El buche para digerir novedades da lo que da, y al cuarto o quinto titular sobre lo mismo, nos sentimos abrumados y aburridos, y buscamos un cambio de dieta

Si eso sucede con hechos que están llamados a aparecer en los libros de Historia, es fácil imaginar que corran aun peor suerte lances de la actualidad menuda como las corruptelas de andar por casa. La impunidad de quienes las perpetran se asienta, justamente, en la rapidez con que sus fechorías se convierten en parte del fondo del paisaje informativo. No es ya que el personal conviva con ellas tan ricamente y sin que le provoquen la menor inquietud; es que se queja de que le están dando la murga cuando le vienen con un nuevo cargamento de datos nauseabundos. Luego, ante un encuestador del CIS o en la barra de un bar, nos acordamos de las muelas de la clase política, pasando por alto un pequeño dato: nuestra debilidad crítica nos convierte en cómplices.

La dieta milagrosa de Eider Gardiazabal

A la europarlamentaria socialista Eider Gardiazabal la han pillado con el carrito del helado o, para ser más exactos, con el de transportar las maletas en el aeropuerto. Veinticuatro minutos después de fichar en la cámara de Bruselas para echarse al coleto -«bolsillo de cristal», diría su conmilitón López- los 305 euracos de dieta, la veloz diputada ya estaba en suerte de subirse al avión para regresar a disfrutar de su viernes moscoso. Sendas fotografías publicadas en el periódico News of the world han dejado vergonzante constancia de este trile en dos tiempos que, según la desparpajuda culiparlante, “es una práctica generalizada y legal”. Ahí nos duele: como son los posibles cobradores de viáticos los que hacen los reglamentos, resulta que la sisa semanal está amparada por la legalidad, y a ver quién es el guapo que les echa un galgo a sus señorías de dedos largos y morro de mármol. Lo ético y lo estético ni están ni se los espera en la casa de los Juan Palomos que se fuman un puro -mínimo, Cohiba- con nuestras papeletas de voto. Y si alguien levanta la voz para protestar, se aplica la doctrina Pastor: esto no es más que otro chismorreo interesado.

Nos la tienen jurada”

De hecho, eso es casi tal cual lo que ha venido a decir Gardiazabal, que en lugar de agachar las orejas, reconocer que había sido cazada con las manos en el frasco de Nocilla y prometer que no lo iba a volver a hacer, se ha hecho la ofendida con hedionda teatralidad. De saque, achaca el sofocante episodio a la persecución de una convecina de covacha parlamentaria no muy proclive a este europeísmo de cucuflú que nos han encalomado. Joroba, claro, que alguien rompa la crematística omertá de los escaños ocupados, con honrosas excepciones, por una mezcla de meritorios, mindundis y material de desecho de las respectivas políticas interiores de los 27 estados adheridos a la cofradía. Mayor Oreja, Iturgaitz, Vidal Quadras, López Aguilar… No hace falta seguir, ¿verdad?

No contenta con esa pobretona manera de llamarse andanas, la eurocobradora de dietas obtusas ha añadido que su celérico y temprano viaje post-embolso aquel 28 de enero estaba motivado por una reunión de trabajo. No vayan a la hemeroteca. Ya les cuento yo de qué se trataba: el primer acto de celebración del 125 aniversario del PSE, presidido por Patxi López y con la presencia estelar de Alfredo Pérez Rubalcaba. O sea, que los 305 euros que Eider Gardiazabal Rubial apañó en Bruselas fueron en pago por hacer bulto en un sarao de su partido. ¿Cómo se consigue un curro así?

Vales por votos

Se van a morir de envidia quienes lean estas líneas en Noticias de Navarra, que por los malvados efectos colaterales de la división administrativa quedan excluidos de participar en la tómbola que se acaba de sacar de la sobaquera el ocurrente gobierno de este lado del paraíso. El invento se llama Plan Compra Aqtiva, así con q de quilombo, supongo que por no tomar partido identatitario por la c o la perversa k. Lo de Compra tiene toda la pinta de ser polisémico. En la lectura inocente, se trataría de lo obvio, pues la iniciativa con forma de rifa se anuncia como una forma de incentivar el consumo. Basta echar un ojo al calendario -¡anda, si tenemos elecciones en nada!- para olerse que el auténtico mercadeo que se busca es el de votos. Nada nuevo, por otra parte. En muchos lugares de Latinoamérica sigue siendo práctica habitual canjear planchas o tostadoras por el compromiso de introducir en la urna la papeleta del generoso obsequiante. Es un trapicheo del quince, pero por lo menos, el trueque es un quid pro quo limpio y directo. Aquí, tal vez por nuestra larga tradición de sortear desde cerdas en Santo Tomás a cestas de navidad a beneficio del viaje de fin de curso a Salou, pasando por viviendas de protección oficial, los pisamoquetas de Lakua han optado por la fórmula de la lotería. Ha debido de ser idea del sector vasquista.

Hagan juego

Atentos, futuros agraciados de esta pelotilla, que hay medio millón de euros en juego. ¡Guau! ¿Toditos para una sola persona? No me sean egoístas… ni ingenuos. Demasiado dinero para un solo voto. La tasa oficial que han estimado los justiprecistas de López para cada sufragio, basándose seguramente en sí mismos, oscila entre 50 y 100 euros, que son las cantidades nominales de los vales de compra que se pondrán en juego. Eso sólo es para nota, pero el cum laude llega en el brillante método pergeñado para repartir los aguinaldos. No hay que adquirir papeletas ni apuntarse en una lista. Se trata de que la fortuna nos pille en el mismo instante en que estamos ejerciendo el cívico derecho y deber de consumir. Quien dice “la fortuna”, dice una de las 24 personas “debidamente acreditadas” que se patearán las calles y entrarán por sorpresa en un comercio “elegido ante notario” para soltarle la choja a la persona que en ese momento esté apoquinando.

Tan patético, paternalista y naif como suena. Sería para descogorciarse de risa si no fuera porque todo lo que se le ocurre al actual Gobierno vasco para atajar la crisis del comercio es montar un casinillo.

Cuando ETA quiso matar a Patxi López

Tengo muy frescos en la memoria aquellos días de junio del año pasado. Dos noches de insomnio mediante, acababa de tomar la decisión de cambiar la cómoda chaselongue de la radio pública en que me iba atrofiando por un futuro excitantemente incierto. Como si adivinaran lo que pasaba por mi cabeza y quisieran reafirmarme en mi resolución, mis todavía jefes me vinieron con el encargo de entrevistar a determinado político socialista el domingo, día 20. Sabiendo los decibelios que alcanzaban mis gruñidos cuando barruntaba que querían meter las narices en mi territorio y conscientes de que ni una sola vez en todo el curso había aceptado nada que me oliera a imposición, me lo pidieron como favor personal. Era mi flanco débil, pues el comité peticionario estaba compuesto por gentes a las que apreciaba sinceramente y que en los nueve meses anteriores habían respetado -contra lo que ya era habitual- la integridad del viejo MQP. Total, que a la cuarta acometida, me avine a hacer esa entrevista, dejando claro que iba a ser a mi modo, lo que se tradujo en que el invitado, alguien por el que también siento simpatía y que nunca deja una pregunta sin responder, me reprochase amistosamente al terminar la charla: “Me has metido las gomas hasta el fondo, ¿eh?”

Qué y por qué

¿Qué hecho tan importante ocurría ese domingo 20 de junio de 2010 para que alguien, allá en lo alto, se empeñase en que había que contrarrestarlo con las declaraciones de aquel político? Han venido después tantos capítulos de la novela, todos con la vitola de históricos, que es probable que muchos no recuerden que en esa fecha se escribió uno de los iniciales y decisivos. En el Palacio Euskalduna de Bilbao la izquierda abertzale ilegalizada presentó, junto a Eusko Alkartasuna, un documento en el que por primera vez se apostaba por las vías exclusivamente políticas. El lenguaje no era tan contundente en el rechazo de la violencia como el que hemos escuchado después -ni siquiera se mencionaba a ETA-, pero la declaración marcó el comienzo de lo que todos esperamos que sea el camino sin retorno.

Y aquí viene lo que no me cuadra. Acabamos de saber, gracias a las acostumbradas filtraciones de lo supuestamente no filtrable, que para la víspera, 19 de junio, ETA tenía previsto asesinar al lehendakari Patxi López. Sólo un bendito error logístico lo impidió. ¿Cómo casan el mismo fin de semana dos acontecimientos de tan macabro signo opuesto organizados, si hacemos caso a la doctrina oficial, por la misma banda terrorista? Hagan sus cábalas.

La igualdad no era esto

Aunque estas líneas se publican cuando el calendario marca el nueve de marzo, las estoy escribiendo el ocho, a punto de naufragar en un mar morado de excelentes intenciones que volverán a convertirse en calabaza en cuanto den las doce. Cada página de internet a la que entro me recibe con una ventana emergente, generalmente patrocinada por una entidad pública, donde un lema más o menos brillante comparte espacio con una fotografía en la que aparecen -qué obviedad, ¿no es cierto?- mujeres. Los publicistas saben lo que tienen que vender en cada campaña. Esta vez no toca mostrar escotes tentadores ni delantales de cuadros o manoplas que sacan del horno el asado de rechupete del que van a dar cuenta el marido y la prole. El atrezzo es otro: carpetas, ordenadores, teléfonos móviles, batas blancas, y algún buzo con casco a juego para que no se diga. En el casting han tenido suerte por un día las actrices y modelos a las que no llaman para los anuncios de coches o colonias. ¿Cuela? Me gustaría conservar la ingenuidad y el entusiasmo suficientes para decir que sí. Sería muy reconfortante no sentirse un vinagre que le saca faltas a todo y poder disfrutar de la emoción reivindicativa… pero no.

Algo ha fallado

Trato de compartir y apoyar en la medida de mis posibilidades los encomiables mensajes de estas veinticuatro horas. Sin embargo, la realidad me desmiente a cada rato. Formo parte de la generación que dio por seguro que vería con edad suficiente para disfrutar de ello el fin de la desigualdad de sexos o, por lo menos, sus aledaños. Era cuestión, pensábamos, de dar un poco la murga en la escuela y de cuidar cuatro detallitos más. Poco a poco veríamos cómo los niños y las niñas sobre quienes habríamos dejado caer la lluvia fina y constante de valores chachiguays irían adoptando de modo natural los comportamientos igualitarios.

Menudo fracaso. Basta mirar lo que confiesan sin rubor en las encuestas o, más descorazonador aun, poner la oreja en las conversaciones de cualquier cuadrilla de quinceañeros, para comprobar que no solamente no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido media docena de casillas. Lo más parecido a una equiparación que se ha logrado es que ellas sean tan machistas como ellos, aunque ni siquiera se lo planteen. ¿Dónde ha estado el fallo? Probablemente en no ver que estábamos luchando contra una fuerza infinitamente más poderosa de lo que creíamos. Las campañas, los eslogans, los buenos propósitos, los ochos de marzo… están muy bien. Pero parece que no son suficientes.