Al habla, el penúltimo quiroguista vivo, con Fito poniéndome la banda sonora: hay que ver qué puntería, no te arrimas a una buena. Quién me mandaría a mi, habitante de las antípodas ideológicas, meterme a cantaor de las virtudes de la sombra de una sombra que está batiendo plusmarcas de torpeza política. Una detrás de la otra, siempre empeorando la anterior y dejando margen para que la siguiente metedura de cuezo sea más profunda. La excelencia aplicada a la ineptitud, y me llevo una, tal es el camino que parece haber emprendido la presidenta digital del PP vasco en las semanas previas a la que debía haber sido su consagración y puesta en órbita ya sin las muletas heredadas de su (ínclito) antecesor. No es improbable —más bien al contrario— que a pesar del bochornoso espectáculo, aún salga elegida a la búlgara. Pero aunque la refrende el setecientos quince por ciento, hasta el que reparte las cocacolas sabe que su liderazgo será de blandiblub. Una pena.
Dirán ustedes que ya son ganas de meterme en casa ajena y de enternecerme con lo que debería alegrarme, como muestra que es de la debilidad de quien representa buena parte de las cosas a las que me opongo. Ocurre que uno es raro, y aunque solo sea por puro fair play, desearía tener enfrente un adversario con cierta solvencia. Palabra que leyendo entre líneas determinados discursos y actitudes de Arantza Quiroga anteriores a su comportamiento autolesivo, llegué a pensar que era la persona adecuada para encarnar la derecha españolista civilizada que entiendo que necesita el ecosistema político vasco. Ahora mismo tengo mis más que serias dudas.