La conjura de los necios

No damos abasto para tantas palomitas como necesitamos. Quién nos iba a decir que uno de los capítulos más descacharrantes de la cifuentada lo protagonizarían los que pretenden quedarse con la silla de la trajinadora de másteres chungos. El reparto del gag cómico con ínfulas de intriga de alta política lo ha encabezado Carolina Bescansa en el papel de autora intelectual de la conjura de andar por casa contra el Jefe del Soviet Supremo. A Íñigo Errejón no queda muy claro si le tocaba hacer de colaborador necesario del jaque o de primo pringado al que meten por medio y acaba pagando el pato. Y Pablo Iglesias hacía César en los Idus de marzo, solo que esta vez Bruto no solo no le atinaba con el puñal, sino que se lo clavaba en el plexo solar propio al tiempo que le daba un tajo al mentado Errejón, que ha salido airoso, dicho sea de paso. El Padrino le ha perdonado el desliz.

Como solía echarse las manos a la cabeza Julio Anguita, aunque él mismo lo practicara con contumacia, la enésima muestra del cainismo ancestral de la izquierda, siempre y cuando consideremos izquierda a Podemos, dado que sus fundadores se hartaron de repetir que no eran “ni de izquierdas ni de derechas”. Eso aparte, las formas han sido un despiporre. Hace falta ser muy torpe (¿o muy maquiavélico?) para difundir urbi et orbi el plan ultrasecreto del complot acompañado de apostillas que son casi más ofensivas que el mismo acto de traición. Fuera de concurso, claro, la cobardía de atribuir la cantada al equipo reclutado para la conspiración contra el amado/odiado líder carismático. Y ahora que lo menciono, caigo en la cuenta de que no es descabellado pensar que el tipo en cuestión esté detrás del psicodrama.

Maldita gente

Sí, ya me lo sé. Luego han llegado los matices, las apostillas, los portantoencuantos, los mohínes porque jolín, me lo sacan todo de contexto, y hasta los borrados avergonzados/arrepentidos de tuits. Pero no cuela. En cuanto rascas con una moneda de cinco céntimos, bajo la piel de todos los apóstoles del viva la gente y demás lemas de catequesis aparece un señorito que desprecia visceralmente al populacho. En menos de 24 horas, dos hediondos ejemplos del neodespotismo morado.

El primero, un tal Miguel Anxo Fernán-Vello, diputado de En Marea, que tras el varapalo —mucho sorpaso al PSOE, pero ¡27! escaños menos que el PP— a manos de Núñez Feijoó, corrió a piar: “Extraño pueblo el nuestro. Esclavos que votan al amo, al cacique, al que manda, a los de siempre. Pueblo alienado e ignorante. Triste”. Como Jack Nicholson en Algunos hombres buenos (cito de memoria): Maldita gente, no se merecen que nos deslomemos por ellos. Y sí, que fue un calentón, que 140 caracteres tal y cual. Pero una parte amplísima de los supremacistas de aluvión, proclamando a coro: “Tiene toda la puta razón”.

De propina, Carolina Bescansa, en el ejercicio de su magisterio sociológico: “Si en este país solo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias sería presidente del Gobierno desde el año pasado”. En otro párrafo, una alusión al reaccionario voto rural. ¿A nadie le suena a aquellos progrefachas que allá por 1931 le espetaban a Clara Campoamor que no se debía permitir el sufragio femenino porque acabarían decidiendo los confesores de las mujeres? Pero no me hagan caso. Ya saben que estas líneas son producto de mi obsesión.

Un bebé en las Cortes

Sí, otra columna sobre el churumbel de la diputada Bescansa. Ovación y vuelta al ruedo para el mago de la propaganda podemita —probablemente, Iglesias Turrión en persona— que atinó con el modo de agenciarse el protagonismo de la jornada de apertura de la nueva temporada del pardillo en la Carrera de San Jerónimo. Nadie se llame a engaño. No hubo nada casual ni espontáneo. El catecismo morado, compendio de todas las demagogias que a lo largo de la historia han sido y siguen siendo, contiene el mapa detallado de los resortes que hay que tocar para obtener la máxima eficacia comunicativa. Y si es necesario utilizar como reclamo una criatura, se utiliza sin el menor reparo.

El triunfo de la estrategia es seguro. No solo por las tiernas imágenes que se consiguen de saque. La parte mollar viene con el debate trapacero que se organiza inmediatamente. Que si igualdad, que si conciliación, que si naturalidad. Cualquiera que entre en ese jardín, como servidor ahora mismo, es susceptible de ser despellejado por las milicias progresís enarbolando argumentos irrefutables. Lástima que uno esté ya muy mayor para comprar esas motos trucadas.

Si algo hizo la escañista Bescansa fue demostrar un desprecio sideral por el trabajo —sí, es un trabajo— de representar a la ciudadanía. Le puede echar toda la música de violín que quiera, que con un bebé en brazos es imposible desempeñar la tarea que le han encomendado las urnas. ¿Acaso si fuera albañil se subiría al andamio con el niño? No, y menos, disponiendo, como ocurre en las Cortes españolas, de un servicio de guardería que ya quisieran las y los currelas de a pie.