No sé si se han enterado de la última bronca al fondo a la requetederecha. Es una de esas barrilas que, amén de resultar de lo más entretenidas para quienes las contemplamos con palomitas desde la platea, contienen un retrato fidelísimo de sus protagonistas. Hablamos, en este caso, nada menos que del gran latigador diestro Federico Jiménez Losantos y del caudillín ultramontano Santiago Abascal Conde. ¿En qué pueden haber chocado los dos grandes arietes contra el socialcomunismo separatista? Pues, donde menos se espera: en las vacunas.
Ocurre que, contra lo que pueda indicarnos la intuición, el incendiario radiopredicador turolense es un firme defensor de la inmunización. De hecho, tiene la costumbre de preguntar a sus invitados en estudio si ya ha recibido la pauta completa. Así lo hizo también el otro día con el baranda de Vox, que después de tragar saliva, respondió que esas eran cuestiones personales que no debía revelar. Eso le valió al de Amurrio un chorreo del nueve largo por parte de sus anfitrión, que estuvo a un tris de expulsarlo del estudio. La carambola fue, al otro lado de las ondas, la rebelión de los magufos negacionistas que cada día sintonizan el programa del individuo. Sintiéndose heridos en lo más íntimo por su gurú mediático de cabecera, corrieron a las redes a declarar su resentimiento y a acordarse de toda la parentela del traidor. Como respuesta, Losantos tildó a sus atacantes de “extremistas descerebrados”, “cuatro nazis en paro” y “ultracarcas bebedores de lejía”. A la hora de escribir estas líneas, la gresca sigue. Como en el chiste. ¡Que las lentejas se pegan! ¡Déjalas, a ver si se matan!