Policías tramposos

Supongo que el origen de la indignidad que vengo a contarles está en lo melindrosos que nos ponemos con las palabras para no llamar a las cosas por su nombre. Esa prevención que daría para un tratado de psiquiatría hizo que hace unos años en una ley aprobada en el Parlamento vasco se denominase “Víctimas de vulneración de derechos humanos en contexto de violencia de motivación política” a quienes en lenguje simple y directo debería haberse nombrado como “Víctimas de abusos policiales y parapoliciales”. Porque se trataba de eso. Una vez que había legislación abundante y clara que reconocía a las víctimas de ETA y otras organizaciones terroristas, hacía falta que se reconociera oficialmente a las miles de personas que habían sufrido la violencia de uniformados o de grupos que actuaban al amparo de estructuras del Estado.

Emboscados en esa ambigüedad semántica y en algún otro agujero del texto legal, 510 miembros de diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad han tenido el rostro de solicitar ser reconocidos como víctimas del confuso epígrafe. O, dicho más llanamente, como víctimas de las tropelías cometidas por sus propios compañeros o quizá por ellos mismos. Por fortuna, la comisión encargada de la evaluación y valoración de las peticiones está formada por personas que, además de no haber nacido ayer, tienen acreditados quintales de experiencia y prestigio. Así que no ha colado. Los desparpajudos peticionarios están empezando a recibir la resolución denegatoria correspondiente. Irá redactada, imagino, en la fría terminología burocrática, que no incluirá la mención a su carácter miserable.

Echenique tapa los GAL

Llevo años sosteniendo que la indignidad y la falta de escrúpulos de Pablo Echenique están a la altura de la que exhiben los mayores tipejos de la política española, esos cuyos nombres ni siquiera hace falta escribir. El mejor pocero de almas no acabaría jamás de llegar al fondo de la miseria (in)moral del número tres de Podemos. Quede para la antología, aún incompleta, su más reciente fechoría verbal. Asegura el gachó que no hay que darle importancia al documento de la CIA que desvela que Felipe González promovió la creación de los GAL porque —agárrense— “Todo el mundo sabe lo que pasó”.

Lo que han leído es la desparpajuda justificación del portavoz plenipotenciario de la formación morada para negar su apoyo a la creación de una comisión de investigación sobre los hecho o, incluso, a la petición de comparecencia de González en la cámara. Al escuchar semejante vomitona de cinismo, resulta imposible no recordar que hace apenas cuatro años, su señorito y tocayo Pablo Iglesias le espetó a su ahora socio de gobierno, Pedro Sánchez, que Felipe Equis tenía el pasado manchado de cal viva. Y es verdad que está uno acostumbrado a toda clase de desvergonzados cambios de discurso en función del asiento que se ocupe, pero confieso que pocos me han provocado tanta repugnancia como esta vileza de Echenique.