Si eso es rectificar…

Oh, sí, claro, ¿cómo no? Que Podemos ha rectificado y ahora, ante la petición de crear una comisión de investigación sobre Felipe Equis y los GAL, dice que sí, que bueno, que vale, que venga. O sea, que procedería la misma gallardía por parte del columnero —yo— que puso como chupa de dómine a los morados y más concretamente a su desalmado portavoz por haber expresado en primera instancia su negativa a la tal comisión.

Pues miren, no les diré que he abandonado del todo el hábito de comulgar con ruedas de molino, pero que sí que, por lo menos, escojo las que me meto entre pecho y espalda. Y esta no va a ser ni de lejos una de ellas. Porque, en efecto, puede que sea de sabios rectificar, pero también de cínicos, jetas y ventajistas. El caso que nos ocupa es de libro. Primero, porque el volantazo no se debe a una cuestión ética, sino al más despreciable de los tacticismos al comprobar que los propios votantes y simpatizantes estaban entre perplejos e indignados por la postura de la formación. Segundo, porque el giro de 180 grados no solo no va acompañado de una petición de perdón por las vilezas que había escupido Echenique 24 horas antes, sino por nuevas acusaciones de buscar réditos políticos a los grupos que presentaron la iniciativa. Una vez más, cree el delincuente que todos beben en su fuente.

Echenique tapa los GAL

Llevo años sosteniendo que la indignidad y la falta de escrúpulos de Pablo Echenique están a la altura de la que exhiben los mayores tipejos de la política española, esos cuyos nombres ni siquiera hace falta escribir. El mejor pocero de almas no acabaría jamás de llegar al fondo de la miseria (in)moral del número tres de Podemos. Quede para la antología, aún incompleta, su más reciente fechoría verbal. Asegura el gachó que no hay que darle importancia al documento de la CIA que desvela que Felipe González promovió la creación de los GAL porque —agárrense— “Todo el mundo sabe lo que pasó”.

Lo que han leído es la desparpajuda justificación del portavoz plenipotenciario de la formación morada para negar su apoyo a la creación de una comisión de investigación sobre los hecho o, incluso, a la petición de comparecencia de González en la cámara. Al escuchar semejante vomitona de cinismo, resulta imposible no recordar que hace apenas cuatro años, su señorito y tocayo Pablo Iglesias le espetó a su ahora socio de gobierno, Pedro Sánchez, que Felipe Equis tenía el pasado manchado de cal viva. Y es verdad que está uno acostumbrado a toda clase de desvergonzados cambios de discurso en función del asiento que se ocupe, pero confieso que pocos me han provocado tanta repugnancia como esta vileza de Echenique.

Un gobierno a la greña

Entre drama y drama, sigue uno casi con jolgorio la comedieta bufa de la bronca nada sorda que se traen los dos socios del gobierno español. Como a la fuerza ahorcan y la alternativa es la que es, no parece ni de lejos que el intercambio de bofetadas vaya a producir que el pacto estalle a corto plazo, pero da toda la impresión de que el espectáculo continuará en bucle, provocando momentos de hilaridad entreverada de sofoco.

Se me dirá que estas fricciones son absolutamente normales en un ejecutivo de dos o más colores y, efectivamente, cabe citar ejemplos muy cercanos —los gabinetes de la demarcación autonómica y la foral— donde vuelan las cargas de profundidad y hay morros para desayunar con frecuencia. Pero no recuerdo yo que en estos casos se haya llegado a los niveles de falta de respeto, inquina indisimulada y deslealtad abierta que vemos en la gresca entre PSOE y Unidas Podemos. No es ni medio normal que un vicepresidente acuse de machista frustrado a un compañero de banco azul, como ha hecho Iglesias con el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Y menos, que el insultador profesional Echenique haya acudido a ayudar a su jefe en la paliza dialéctica con un regüeldo todavía mayor.

Pero de lo suyo gastan. Leo que el vituperado Campo, después de haber filtrado la colección de membrilleces de la ministra Montero en la Ley de Libertad Sexual, ha bajado la testuz y se apunta a un pelillos a la mar por el bien de la causa. Sin duda, Redondovich, el capataz del patrón Sánchez le ha recordado las normas de la casa de la sidra resumidas en el viejo pero vigente axioma de Guerra: el que se mueve no sale en la foto.

El digno Echenique

Rastreen por ahí, que con un poco de paciencia y otro de suerte, quizá encuentren en una esquinita remota de la actualidad volandera la noticia de la ratificación de la multa a Pablo Echenique por no haber dado de alta en la Seguridad Social a su antiguo asistente personal. Cierto, no lo negaré, son mil eurillos, una minucia en el ránking de las corruptelas. Ni comparación con las millonadas que nos han rapiñado los profesionales del choriceo. Pero reflexionen media gota si esto va solo de cantidades afanadas. A ver si estamos diciendo sin decirlo, o sea, cobarde y vergonzosamente, que no está tan mal robar un poquito si hay quien roba a granel. O si reclamamos, poniéndonos dignos, el derecho de según quién a pasarse por el forro las obligaciones y, en el caso que nos ocupa, para más recochineo, a fumarse un puro con lo que se va proclamando y exigiendo a los demás.

Y ojalá la cosa se quedara ahí, en una disculpa difusa a modo de despeje a córner. Sin si ven el modo en que las pulcras y puras terminales mediáticas progresís han contado la vaina, comprobarán cómo han pretendido deslizar la culpabilidad hacia el empleado. Fue el cuidador del señorito Echenique, vienen a decirnos, quien, como trabajador por cuenta propia, debió haberse hecho cargo de la inscripción y las cotizaciones correspondientes. Qué mala suerte, la del pobre diablo; todo quisque es falso autónomo, salvo justamente él, que de entre todos los contratadores en negro fue a dar con uno con salvoconducto para hacer lo que salga de la sobaquera. Mal por el empleador fulero pillado en renuncio. Peor por quienes justifican su conducta trapacera.

¿Hasta cuándo, Errejón?

En mala hora Iñigo Errejón quedó a dos puntos y medio del líder supremo en la votación interna de la semana pasada. Lo suyo era palmar por goleada, siguiendo el pronóstico general, por mucho que ahora salgan Nostradamus retrospectivos a proclamar que lo veían venir. El severo correctivo previsto habría dejado al número dos de Podemos como el Pepito Grillo de tamaño pin o llavero que Pablo quiere. Siempre que esté claro que el macho alfa es él —a Vistalegre I nos remitimos; la terminología es suya—, Iglesias está dispuesto a permitir una disidencia de bolsillo que le sirva a un tiempo para vender la imagen de la deseable pluralidad y como escupidera. Insisto en pedirles que repasen los presuntos “debates en abierto” para comprobar el reparto de papeles: el de la coleta da, el de las gafas recibe.

Pero de pronto, cuando las propuestas —que en realidad, son los nombres— se someten al escrutinio anónimo de los militantes (o como se llamen), David está a punto de dejar grogui a Goliath. De hecho, a efectos prácticos, lo hace. Casi todos leemos la derrota por la mínima como una victoria. También parece verosímil pensar que muchos de los votos no vienen solo de errejonistas sino de antipablistas. Se revela la toxicidad del kaiser morado y sus adláteres: producen damnificados a un ritmo endiablado.

Ahí es donde cobra sentido lo de la mala hora que anotaba al principio. El jijíjajá se va tornando en purga inminente. Los palmeros de Pablo, empezando por Echenique, se lanzan a Twitter bajo el lema #AsíNoIñigo. El pelo de la dehesa estalinista. ¿Hasta cuándo seguirá bajando la testuz el señalado como traidor?