Miserias de un tránsfuga menor

Ya tenía yo ganas de citar a Chesterton en una columna. Sostenía el cínico y brillante carcamal inglés que el periodismo consiste esencialmente en contar que Lord Jones ha muerto a personas que no sabían que Lord Jones estaba vivo. El caso que nos ocupa, afortunadamente, no va de un fallecimiento, sino de otro tipo de tránsito. De transfuguismo, para ser exactos. Que levante la mano aquel o aquella de ustedes que tuviera algún conocimiento de la existencia de un ser humano que atiende por Luis Gordillo. No cuentan los que se dedican a la política vasca ni los sufridos cronistas parlamentarios de la cámara de Gasteiz, que es donde tiene asiento el individuo en cuestión. ¿A que no les suena? De acuerdo, pues este es el momento de explicar a quienes no sabían que Luis Gordillo era el líder de Ciudadanos en Euskadi (jua, jua) que el tipo se ha pasado con armas y bagajes al PP vasco de Iturgaiz (jua, jua, jua).

Entre los aspectos grotescos del caso, se cuenta el hecho de que en la demarcación autonómica, el moribundo partido naranja concurrió en coalición con la achacosa sucursal de Génova en la pérfida Vasconia. O sea, que el fulano cambia de carné pero no le hace falta pasarse al grupo mixto. Se queda donde estaba, en el txikitalde de seis junto a otros cuatro peperos de pata negra y a un tal José Manuel Gil Vegas, que de momento, sigue fiel a Arrimadas y, si no se raja, va a ser el raro de la banda. Lo divertido rozando lo golfo del asunto es que el escapista Gordillo, además de tirar de manual con lo de “los escaños son personales” para mantener el momio, ha tenido el cuajo de afirmar que él no se ha movido. Menudo rostro.

Si eso es rectificar…

Oh, sí, claro, ¿cómo no? Que Podemos ha rectificado y ahora, ante la petición de crear una comisión de investigación sobre Felipe Equis y los GAL, dice que sí, que bueno, que vale, que venga. O sea, que procedería la misma gallardía por parte del columnero —yo— que puso como chupa de dómine a los morados y más concretamente a su desalmado portavoz por haber expresado en primera instancia su negativa a la tal comisión.

Pues miren, no les diré que he abandonado del todo el hábito de comulgar con ruedas de molino, pero que sí que, por lo menos, escojo las que me meto entre pecho y espalda. Y esta no va a ser ni de lejos una de ellas. Porque, en efecto, puede que sea de sabios rectificar, pero también de cínicos, jetas y ventajistas. El caso que nos ocupa es de libro. Primero, porque el volantazo no se debe a una cuestión ética, sino al más despreciable de los tacticismos al comprobar que los propios votantes y simpatizantes estaban entre perplejos e indignados por la postura de la formación. Segundo, porque el giro de 180 grados no solo no va acompañado de una petición de perdón por las vilezas que había escupido Echenique 24 horas antes, sino por nuevas acusaciones de buscar réditos políticos a los grupos que presentaron la iniciativa. Una vez más, cree el delincuente que todos beben en su fuente.

Yo también renuncio

Ea, que no decaiga. Será por sacrificios. A través de estas líneas y para que surta todos los efectos oportunos, hago constar mi renuncia al Nobel de Veterinaria, al Pichichi de la temporada 1997-98 y al Zamora de la 2003-04, lo mismo que al Masters de Augusta y al del Universo, la Concha de plata al mejor actor de menos de 1,65 centímetros con mirada estrábica, el Pelo Pantene ma non troppo, el Torneo Cinco Pedanías de Dominó modalidad Indoor, el subcampeonato (exaequo) intercomarcal de canicas de Alpedrete y, en un alarde de generosidad sin límites, a la medalla de plastilina al mérito agropecuario y al fomento de la cría caballar.

No cuela ni siquiera como mal chiste, ¿verdad? Pues que alguien me explique cómo se le ha podido meter en el entrecejo a Cristina Cifuentes —en lo sucesivo, Cifu la Fantástica— que tragaríamos con su carta de renuncia a lo que ha quedado más que claro que no le pertenece. Y con qué aires, la doña, machacando la patética sarta de excusas de cuarta regional y negando desparpajudamente la evidencia.

Una acción, por lo demás, que completa el tristísimo autorretrato que se está currando la individua desde que cayó en este charco. Si todos los hechos que se han sucedido, a cada cual más grotesco, han ido dejando claro que está inhabilitada para seguir un segundo más al frente de una institución pública del relieve de la Comunidad de Madrid, esta penúltima astracanada debería situarla sin remisión en el vertedero de la política. Cualquiera que la apreciara una gota trataría de evitarle la penosa e impúdica agonía que se ha empeñado en protagonizar. ¿Nadie va hacerlo?

Íñigo Alli, qué rostro

Vengo a proponerles una ola gigante por Iñigo Jesús Alli Martínez, quinto culiparlante más pirulero del actual Congreso de los Diputados y recordman sideral de la dureza de jeta. Si los tendrá de titanio el vividorzuelo de UPN, que tras la pillada escandalosa con el carrito del helado, todavía tiene el desahogo de poner cara de cordero degollado y hacerse la víctima.

Qué figura, el regionalista beatón. Sale en los papeles, incluidos algunos de los que le bailan el agua, que el gachó se ha fumado una quinta parte de las sesiones completas de la legislatura y se ha pasado por el arco del triunfo nada menos que 77 votaciones, y todo lo que tiene que decir es que vale, que igual no ha estado muy bien por su parte, pero que, ya si tal, devuelve el dinero. Bueno, ni eso. Solo la parte de la pasta que corresponde a las ausencias que empleó en hacerse un máster para directivos privados de la Universidad del Opus —a 27.900 leureles la pieza, oigan—, pero que se queda con la de las pellas que hizo “para ayudar en casa a mi numerosa familia porque creo en la conciliación real de la vida personal y profesional”. Como lo leen. Imaginen a cualquier currela de a pie faltando al tajo y saliendo por la misma petenera.

Así las gastan los que luego van de la rehostia en verso de la pulcritud moral. Las que habrá soltado por esa boquita contra el rojoseparatismo desde la tribuna de oradores las veces que sí ha tenido a bien fichar en la Carrera de San Jerónimo. Solo Carlos Salvador, su compadre de hemiciclo, le hace sombra en el innoble arte del exabrupto al peso. Retratado queda como el bribón que se embolsa un potosí sin sudarlo.

Felipe al aparato

Se decía que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que Felipe González se dejara entrevistar por El Mundo. Pues ya vemos que no era para tanto. Una tonelada de páginas en la edición del último domingo. No hay enemistad que mil años dure, especialmente cuando ejerce como alcahueta la razón de Estado, esa que hace extraños compañeros de orgía. Por lo demás, y como el otrora llamado Copito de Nieve aclara, desde hace ya un porrón de lunas, ese papel no lo dirige Pedrojota, bestia negra del susodicho.

¿Y dice algo interesante el señor equis?, se preguntarán, seguramente con nulo interés, no pocos lectores que no gastarían un segundo de su tiempo en echarle un ojo a la charleta. La verdad es que casi nada. Que si sigue siendo de izquierdas y sus propuestas son “solidarias, progresistas y de lucha contra la injusticia”. Que si en lugar de Rajoy, cedería gustoso el paso a un sustituto. Que si con ETA se cometió algún error, pero que menudencias menores. Que si a él mismo le acusaron de corrupción y todavía hay quien dice que es millonario…

Para qué les voy a seguir contando. La ciencia tiene un gran desafío: averiguar de qué material está hecha su jeta y replicarlo para hacer objetos indestructibles sobre los que resbale lo que le echen. En todo caso, y sobre la cuestión candente, me permito pedirles que se queden con esta frase: “Catalunya está más cerca de perder la autonomía que de ganar la independencia”. Es una versión de otra de su compadre Cebrián: “Con el 155, el debate no sería cuándo se va a lograr la independencia, sino cuándo van a recuperar la autonomía”. Del enemigo, el consejo.