PSE-EE, 25 años

25 años de la convergencia (ejem) de PSE y EE, el tiempo acaba embadurnando casi todo de una gruesa capa de melaza. De saque, confieso que me enternece la conmemoración. ¿Desde hace cuánto que nadie repara en ese par de letras que arrastra el partido actualmente liderado por Idoia Mendia? Apuesto a que si salimos alcachofa en mano a preguntar a los viandantes, con suerte, solo alguno de los más viejos del lugar sabría situar la coletilla en su contexto. Es el signo de los tiempos, pero también en este caso, la constatación de que aquel episodio no se cuenta entre los que han quedado en el acervo colectivo.

Yo mismo, que me precio de buena memoria, tengo un recuerdo nebuloso de aquellos días de 1993 en que, cautivas y desarmadas, buena parte de las huestes de lo que fue una formación revolucionaria en muchos sentidos se entregaron con armas y bagajes a un partido instalado en la oficialidad. No se olvide que por entonces el PSOE más hediondo resistía numantinamente en Moncloa los envites del joven Aznar y que el PSE, nave nodriza, sesteaba plácidamente en el bipartito que gobernaba casi todas las instituciones importantes de la demarcación autonómica.

¿Cómo pudo ser que muchas de las personalidades políticas más brillantes y atrevidas —cierto, y también con menos tirón electoral— de las dos décadas anteriores acabaran entrando por su propio pie en la organización que, por decirlo suavemente, no había sido ajena al GAL? Aquí la respuesta es la del bribón Rato: es el mercado, amigo. Euskadiko Ezkerra debía 800 millones de pesetas, un pastón, y el PSE se hizo cargo de la deuda. Lo demás es literatura.

Ciaboga

Cabalgaban a galope tendido (vale, trote cochinero) las tropas contencionistas del adelantado Don Francisco, batiendo el aire vascón con su desgarrador bramido —¡raca-raca, raca-raca!—, cuando los cielos se abrieron y de ellos descendió un rayo escocés que al tocar tierra se convirtió en urna. En el mismo instante en que los valerosos hidalgos de la unción bi-tricolor se aprestaban a pasar por sus aceros a la enésima bestia secesionista que Belcebú había puesto en su camino, los detuvo a puro grito un heraldo llegado de los cuarteles de invierno de Patxinia.

—Órdenes nuevas. —informó a los confundidos y decepcionados combatientes— Por lo visto, los augures que leen los posos de las encuestas y la bilis de los votantes dicen ahora que con todo ese rollo de los diques y los muros, vamos de culo. ¡Volvemos a ser vasquistas! Por lo menos, hasta el domingo por la noche. Cuando termine el recuento, ya dirá Don Rodolfo si nos toca vestirnos de abertzales o de transversales. Tened los dos trajes preparados, por si acaso. El de frentistas, no, que esta vez no sumamos ni de coña.

—Entonces, ¿qué hacemos con esa? —preguntó uno de los avinagrados soldados señalando la urna envuelta en la cruz de San Andrés— ¡No podemos dejarla sin castigo! ¿No ves que es la viva imagen de Urkullu con falda de cuadros y gaita al hombro? ¡Seguro que lleva tatuada en la nalga la marca de la pepsicola!

—Ya lo sé. —contestó el mensajero— Y si te descuidas, un mensaje de Arnaldo grabado de extranjis en la cárcel esa que parece un photocall, pero ya os he dicho cuáles son las consignas. Si no lo creéis, aquí tenéis la prueba.

Según lo decía, desplegó una página del diario de confianza donde se leía: “El Gobierno vasco pone a Escocia como ejemplo para hacer el referéndum”. Y debajo: “López defiende un referéndum si es previo acuerdo”.

—Joder, pues era verdad. —se oyó una voz— Otra vez vasquistas. Qué sinvivir…

Margarito López

Siempre parece imposible que el huésped de Ajuria Enea supere sus récords sucesivos de canelismo político, pero lo hace sin despeinarse. Y esta vez, además, avisando de antemano para que la cantada tenga aun más eco, como si en el fondo disfrutara haciendo el pardillo en público. Con asesores así, quién necesita enemigos. El martes por la tarde las cejas enarcadas llegaron al techo de las redacciones al recibir una convocatoria en la que se informaba de que su excelencia coscojalera iba a dirigir un mensaje al mundo sobre su postura respecto al conflicto en el metro de Bilbao.

Más allá de la estupefacción ante lo que suponía pasarse por el arco del triunfo a su consejero y a la panda de ineptos que han convertido en un mal tren chuchú lo que fue un notable servicio público, los alucinados plumillas empezamos a cruzar apuestas por el disfraz que llevaría en la comparecencia. Dos o tres almas cándidas barruntaban que saldría de bombero conciliador. Los demás, que conocemos el paño, estábamos convencidos de que aparecería aviado de pirómano, con una tea y un bidón de gasolina en ristre.

Con López pensar mal y acertar es todo uno. Ahí que se plantó el faro de Portugalete a advertir a los malvados sindicalistas de que se les caería el pelo si por su culpa un solo ciudadano se quedara sin su talo, su txakoli o el calendario de la BBK el día de Santo Tomás, aberri eguna de la transversalidad. Para que luego se dude del vasquismo del PSE. Del socialismo, mejor no hablamos, con servicios mínimos del 95 por ciento y la amenaza de mandar a Lanbide a los levantiscos para que Gemma Zabaleta los remate con la mano izquierda.

Podrá contar a sus nietos que una mañana heroica fue como el campeón Pepe Blanco o la lideresa Esperanza Aguirre. O mejor, como el modelo de ambos en las escabechinas obreriles, Margaret Thatcher. Desde ayer Patxi es Margarito, caballero de latón, que a hierro no llega.