No es solo Andoain…
Con toda la razón del mundo, nos pasamos la semana anterior echándonos las manos a la cabeza y desgañitándonos por la indignante respuesta del Gobierno español y sus mariachis mediáticos a la sentencia europea sobre las torturas (perdón, malos tratos) a Portu y Sarasola. Imposible no encabronarse ante el ministro Catalá en plan chulopiscinas, menospreciando la enésima condena por lo mismo y, sobre todo, barritando que por la multa no había problema, porque iba a salir del pastizal que debían los torturados (perdón, los maltratados). Y qué decir de esas vomitonas de los cavernarios que fingían rasgarse los correajes porque, en su versión, los magistrados de Estrasburgo se ponían tiquismiquis por colocarles unas hostias de nada a dos terroristas.
Esos argumentos infames sin matices se contrarrestaron desde la mayoría política y social vasca, como no cabía otra, con la denuncia de tamaña iniquidad en las reacciones y, por descontado, del propio hecho que daba lugar a lo demás, es decir, las torturas. Un bonito cuento dentro de lo terrible del asunto, si no fuera porque una parte no pequeña de los denunciantes tendría bastante que callar. Y se lo ilustro con un ejemplo con nombre y apellido. El pasado sábado, José Antonio López Ruiz, más conocido como Kubati, asesino de Yoyes y de (por lo menos) otra docena de personas, pontificaba sobre la cuestión en un acto celebrado en Irun y tuiteado al minuto desde la cuenta oficial de Sortu. Esa es nuestra cacareada normalización. Un matarife múltiple da lecciones de dignidad ante el aplauso de unos y el silencio asqueroso de muchos otros.