EN GURIEZO (3)

Domingo 2 de julio de 2017

Leonardo Salazar, jefe de la Intendencia del Ejército de Euzkadi, escribió un relato de como fue la evacuación de Bilbao. De su cuaderno sacamos lo relativo a Trucios que lo publicaremos este fin de semana. Es lo más directo que se tiene de como funcionó aquella evacuación hace 80 años.

Leonardo Salazar, natural de Muskiz, del PNV, era un hombre práctico y en aquellos momentos de confusión se ve su capacidad de organización.

He aquí la tercera foto de aquello:

“Por la tarde me personé en Guriezo para comprobar “de visu” si la citada granja reunía condiciones para Parque Central de Intendencia y pude ver que no era posible establecer allí todos nuestros servicios. Poco después fui a Laredo y solicité permiso del apoderado de la Fábrica Salvarrey para hacer uso de sus almacenes y fábrica con destino a la Intendencia Militar de Euzkadi. Este Sr. que me estaba muy agradecido por haber puesto en marcha su fábrica, varios meses parada por culpa del Departamento de Comercio de Santander, aceptó encantado sobre todo si se tiene en cuenta que pretendieron requisársela para montar unos talleres de carga de proyectiles. La Fábrica en cuestión constaba de dos amplísimas naves. Una de ellas destinada a almacén y la otra a fábrica propiamente dicha. En ésta elaboraban conservas de pescado a la vinagreta, en aceite y en tomar para los ranchos en frío del Ejército de Euzkadi. Trabajaban unas 80 mujeres, en dos turnos, y fabricaban diariamente unas 30.000 raciones. Cuando visité la fábrica se encontraban ya allí las muchachas que trabajaban en los talleres de raciones en frío de la A. de Urquijo, con sus máquinas cortadoras y unos 1.200 jamones que pudieron recogerse en la Fábrica “Pichichi” de Bilbao. Recomendé al encargado del taller que tuviera cuidado con los jamones y que, con las chicas a sus órdenes, ordenara un poco el taller por si podíamos continuar preparando las “bolsas” de ranchos fríos.

El día 19 de junio permanecí aún en Balmaseda. A las doce del mediodía se presentó Rezola, acompañado de Vicente de Urkiola y comió con nosotros. La comida fue espléndida, preparada precisamente por los padres de Urrutia, que se hallaban refugiados en un caserío cercano. Lo magnífico del día, el paisaje que se divisaba desde nuestra mesa al aire libre y las excelencias de la comida y el vinillo nos hizo olvidar por un momento que acabábamos de perder Bilbao y que nuestros enemigos se paseaban por las calles que nosotros habíamos dejado poco antes. Joseba quedó muy satisfecho de la comida y poco después partía para Trucios.

Aquella noche ordené la evacuación del Castillo de la Piedra y salimos para Guriezo. Dormimos dentro del coche y al amanecer los alrededores del “Castillo” parecían un campamento de bohemios. Camiones, camionetas, coches y el personal de Intendencia, bajo el arbolado que rodeaba la finca, ofrecían un blanco seguro a la aviación facciosa. Desayunamos y comimos al aire libre y cursé las oportunas órdenes para que al anochecer comenzara el traslado de los víveres y efectos a Laredo. Ese día se hizo una relación del personal que allí nos hallábamos y observamos la falta de un gran número de soldados, clases y oficiales del Batallón de Intendencia. Desgraciadamente pudimos comprobar que, por cumplir con su deber y acatando las órdenes recibidas, no pudieron salir de Bilbao y fueron hechos prisioneros por los fascistas. El Comandante del Batallón, Angel de Urrutia, a quién tenía en gran aprecio y estima cayó también en manos del enemigo. Noticias facilitadas por un obrero del taller de reparaciones que logró evadirse de la Villa después de un mes, confirmaban su prisión. Según este obrero a los soldados y oficiales de Intendencia los utilizaban en la carga y descarga de buques en los muelles, trabajo que ejecutaban cuando el enemigo tomó Bilbao.

Los convoyes de víveres a los Depósitos del frente se efectuaron esa noche desde Guriezo; pero carecíamos de pan, vino y aceite. Conseguimos evacuar gran cantidad de carne en conserva; bacalao, garbanzo, arroz, café, azúcar y leche condensada. El pan para la tropa, que se fabricaba en la Harino-Panadera de Bilbao, al perderse la Villa dejó de suministrarse. No logramos sacar ni un litro de vino y aceite. Hay que hacer constar que estos dos artículos escaseaban ya en Bilbao.

Por dicha causa mi preocupación era muy grande. No veía la forma de solucionar el problema de la falta de dichos artículos, principalmente del pan si no recurríamos a solicitar la ayuda de la Intendencia o el Departamento de Comercio de Santander. Otra de las graves dificultades con que tropezaba era la falta de combustible (gasolina y aceite lubrificante) para los camiones y corría el riesgo de no poder transportar los víveres al frente por carencia absoluta de gasolina.   Si además tenemos en cuenta que entonces la Intendencia de Euzkadi racionaba a unos 100.000 hombres calcúlese la gravedad de los problemas planteados.

Para solucionarlos urgentemente ordené a Gibert que desde Laredo se dirigiera a Castro-Urdiales, pueblo en que oí decir que se encontraba Paulino Gómez Beltrán, o a Santander y que se entrevistara con el mismo a fin de ver la forma de solucionar el problema de la falta de pan. Yo fui a Trucios a dar cuenta al Presidente de las dificultades con que tropezaba para el normal desenvolvimiento de mi función. Después de la pérdida de Bilbao era necesario sostener el espíritu y la moral de la tropa para seguir resistiendo, y condición esencial para lograr ese fin era el atenderlos en todas sus necesidades y excedernos si fuera posible y desgraciadamente veía que día a día se agotaban nuestras existencias de víveres. De todo esto quería informar al Presidente, para poner pronto remedio a la catástrofe que se me venía encima, si se acababan nuestras existencias”.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *