CHURCHILL

Sábado 16 de septiembre de 2017

Reconozco que si le hubiera hecho caso a Juan Zapater su crítica en Deia no habría ido a ver esta película dedicada al primer ministro británico los días anteriores al desembarco en Francia de un formidable ejército aliado que se había replegado hacía cuatro años en Dunkerque con el rabo entre las piernas, ante el avance de las tropas de Hitler.

Quizás, antes de iniciar su crónica, debería decirnos que todo es según su particular punto de vista, que seguramente no es el de la mayoría de los videntes en una sala a oscuras. Por eso la película Churchill no me ha parecido un montaje para que “su estatura moral se agigante hasta el mito”, porque el mito ya existe y aquí se le presenta como un hombre débil y atormentado.

Pienso que se trata de todo lo contrario, aunque reconozco que a veces es lenta, intimista, con una relación con su mujer no verídica y cosas así, pero, a falta de buenas historias, no está nada mal en recrearse en relatos que nos llevan a lo que ocurrió hace setenta años y que las nuevas generaciones lo vean, porque lo desconocen y ni les suena el nombre de Churchill.

Fui con mi hijo y como íbamos tan prevenidos por Zapater nos pasamos casi dos horas comiendo palomitas y viendo todo un espectáculo de ambientación de época y quedamos los dos en que, cuando vayamos alguna vez a Londres, visitemos el lugar de las reuniones del estado mayor donde Churchill reinaba a sus anchas en los primeros meses de la guerra y tras prometer aquello de” sangre, sudor y lágrimas”. Leí hace poco que se podía visitar.

No me creo la relación que aparece con Montgomery, que incluso le llama traidor, en relación con su superior ni la falta de protocolo de algunas acciones y de la poca seguridad que se ve en la película pero hay que pasarlas por alto por ver el coche llegando a un palacete, esas verdes campiñas maravillosas, la playa a la que llegan olas de sangre, el sombrero flotando sobre esas aguas, los niños haciendo la V de la victoria, sus puros y el inveterado whisky que quizás le hicieron vivir hasta los noventa años así como un rey, algo tartamudo, al que respetaba.

Todo eso sirve para que las nuevas generaciones, ayunas de información y una buena enseñanza de la historia sepan lo que ocurrió y aunque su figura no me es simpática, pues gracias a él, y sobre todo a él, Franco estuvo en El Pardo cuarenta años porque no era un peligroso comunista, su visión de la jugada, cuando dijo que un Telón de Acero había caído en Europa y sus reuniones posteriores a la guerra contra Stalin, reivindican su figura.

Y lo que más me gusta es la frase que dijo en el discurso final de la película cuando anuncia la invasión de Normandía: ”queremos que Gran Bretaña sea libre, nuestra, potente, segura y esperanzada”. El viejo león le había devuelto a su país su rugido.

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