Luki Artetxe, testamento de una generación

Miércoles 22 de agosto de 2018

Muy pronto se cumplirá el 82 aniversario del encarcelamiento de los primeros presos vascos nacionalistas tras la guerra del 36; de los primeros «juicios sumarísimos» y de las primeras conde­nas a muerte de gudaris vascos. Y es bueno recordemos a Ajuriaguerra, en el cuarenta aniversario de su fallecimiento el próximo domingo, y a su compañero de fatigas Luki Artetxe que falleció, a los 76 años, en Bil­bao. Lucio Arteche, fue uno de aquellos hombres que sacrificaron su vida por un ideal, por una forma de entender su res­ponsabilidad para con su pueblo durante toda su vida. Fue, en su tiempo, el brazo derecho de Ajuriaguerra, y con él queremos recordar a los miles de gudaris que pasaron por aquel mal trance de cárceles y persecución o de llorar a sus compañeros muertos en la guerra.

Lucio Arteche Arana nació en Bakio, desde muy joven destacó por su gran ca­pacidad política, pero sobre todo por su calidad humana. Era un hombre noble, con un sentido del humor incomparable, y atesorador de una, fuera de lo común, sencillez.

Su historia, fue la misma que la de muchos vascos que durante la guerra del 36 lucharon por defender su patria de la intolerancia franquista. Optó por que­darse en Euzkadi, cuando podía haber huido, porque así se había decidido en el seno del EBB, del que formaba parte. Se quedó con su pueblo, con sus gudaris, defendiendo Euzkadi hasta el final, sabe­dor que le esperaba la muerte.

Como muchos de aquellos hombres fue capturado y encarcelado. Y como ellos vagó por las cárceles de Santoña, Larrínaga y Burgos, arrastrando consigo una condena a muerte, fruto de aquellos «juicios farsa», que negaban cualquier posibilidad de defensa a los procesados. «Si no fuera por la situación en la que es­tábamos -comentaba uno de aquellos hombres- aquello era para reírse a carca­jadas. Era digno de las mejores películas de Charlot. En ocasiones, era el propio «abogado» defensor quien pedía más pe­na que el Fiscal». Y aún así siguieron manteniendo una moral, una disciplina y una organización incuestionables.

Artetxe, junto con Juan Ajuriaguerra, formaron un tándem inigualable. Su ta­lla moral le valió el respeto de todos los presos vascos y le llevó a un liderazgo que él no había buscado. Desde los pena­les franquistas, y con la condena a muer­te sobre sus cabezas, formaron una red de asistencia y de información para los gudaris condenados que sirvió para man­tener unido a todo aquel grupo de hombres.

Editaron «Espetxean» (en la cárcel), una de las publicaciones más impresio­nantes que he podido leer. «Espetxean» era el cartero que les comunicaba con sus familias; el confesor en quien encon­traban consuelo y, también, la notaría en donde dejaban escrito su testamento, aquellos que, todos los días al amanecer, eran «paseados» por, simplemente, ser gudaris vascos. «Espetxean» la revista que ahora también cumple los 60 años, y a través de la que la Fundación Sabino Arana va a rendir en los próximos meses un merecido homenaje a toda aquella generación.

A «Luki», al respetado Don Lucio, su pasión nacionalista le arruinó económi­camente. Primero la Guerra le ocasionó la quiebra de los negocios empresariales que había emprendido. Pero después, su entrega por la causa de la libertad del Pueblo Vasco, llegó a todas sus iniciati­vas empresariales por la misma senda. Antepuso su lealtad a una idea a cual­quier otra consideración. Durante déca­das fue responsable de la recaudación de los fondos en favor del PNV y la Resistencia Vasca.

Autodidacta, llegó a crear su propia academia de enseñanza mercantil en Bil­bao. Su casa, y sus empresas, fueron siempre refugio de todos aquellos vascos perseguidos por la justicia franquista, que encontraron en «Luki» Arteche un apoyo que, en algunos casos, les salvó la vida.

El archivo del nacionalismo vasco de la Fundación Sabino Arana es deposita­rio de gran parte de esta memoria. La do­cumentación de Lucio Arteche está sal­vaguardada en La Fundación. A través de ella po­demos seguir los avatares de una genera­ción. Cartas, documentación, fotos, obje­tos. Fieles reflejo de un hombre de una talla moral incuestionable. En su metó­dico diario explica, como pocos, los mo­tivos que llevaron a aquellos hombres a realizar el mayor de los sacrificios imagi­nables. Ajuriaguerra, Rezola, Arzelus, Artetxe, Verdes, Unzueta…, nombres mí­ticos que deben ser modelos a transmitir a las nuevas generaciones que desgraciadamente casi nada saben de ellos y que por eso debemos recordar.

Un comentario en «Luki Artetxe, testamento de una generación»

  1. Gracias Iñaki por ese vivo retrato de mi tío Luki, (hermano de mi madre) qué más puedo decir, entrañable en todos los sentidos, y
    murió arruinado si, pero teniendo una fortuna. Los herederos de Josefa de la La Quintana, abuela también de Luki tenían en 1954
    en el Registro parcelas en Madrid (Hoy Barrio Quintana) cerca de
    30.000m2, que entre Banús y Franco ocuparon por la brava. Solo la parcela d 7.000 m2 en la calle Alcalá ocupada 1954 por 84.000 ptas
    imaginaros su valor real, y él, hasta 1954 pagaba también, la contri-
    bución de los terrenos. Un primo hijo de su hermano Juanito que
    luchó por una permuta, al final desesperado se quitó la vida, pre-
    císamente en la calle, hoy Juan de Ajuriaguerra. Gracias de nuevo
    por el blog y un fuerte abrazo, (nos presentó Txomin Saratxaga un
    día en Kirikiño)

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